Estados Unidos entre los aranceles, la incertidumbre y la perspectiva
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El país que más impulsó la globalización económica es el que ahora atenta contra dicho proceso natural del capitalismo, porque la acumulación de capital es el objetivo del sistema económico y no se detiene.
En su historia económica reciente, Estados Unidos experimentó un proceso de desindustrialización por el traslado de inversiones hacia países con menos costos de producción, sobre todo salariales, lo que implicó la tendencia al alza de tasas de desempleo, de ahí la actual política arancelaria trumpiana para atraer inversión directa, lo contrario a lo que por más de cuatro décadas se impulsó desde el centro del capitalismo mundial.
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“Hacer a América grande de nuevo” es una frase publicitaria de convocatoria nacionalista a las clases medias capacitadas y a las clases altas por ingresos, es un populismo de derecha excluyente y racista, que provoca un falso orgullo supremacista en los seguidores de la derecha.
La imposición de aranceles -que también es política intervencionista- pretende retorno de inversiones directas -con redadas de migrantes-, pero tendrá consecuencias: el retorno productivo no es en corto plazo, sino en procesos amplios de traslado, con reducción periódica de producción localizada en países con menos costos salariales.
Además al tiempo el nivel de precios local y las tasas de interés tendencialmente aumentarán, lo cual provocará estancamiento económico en la Unión Americana, con afectaciones a países con los que tienen más intercambio, entre estos México; ante menor demanda de trabajo -por innovación tecnológica-, y con menos mano de obra migrante, la clase trabajadora estadounidense -como exceso de oferta laboral- asumirá reducción de sus ingresos, así como disminución de prestaciones laborales y seguridad social (como ya sucede).
Lo anterior impactará el consumo como componente de la demanda agregada, otro factor de estancamiento económico.
El análisis anterior induce a dos conclusiones: primero, que Estados Unidos ya no es ni será la mayor potencia económica (lo cual, al tiempo, impactará en su capacidad militar) y que otras naciones, particularmente y en grupos asociados y/o de cooperación, tendrán un rol más importante en la dinámica capitalista, como el BRICS+; segundo, que progresivamente el comercio internacional se diversificará, con acuerdos bilaterales y multilaterales entre países proclives y no agresivos en su “sueños de recuperar la grandeza perdida”.
Por lo anterior, el vecino país del norte eventualmente quedaría relegado a ocupar sólo un lugar más en la acumulación global de capital.
Además, en un primer momento del plazo largo, los gobiernos que mejor comprendan la situación global tenderán a fortalecer su mercado interno, con producción para consumo nacional, con impulso al ingreso agregado (salarios y transferencias sociales), sin que esto implique aumento inflacionario; las clases empresariales y las agrupaciones laborales deberán comprender bien a bien la geoeconomía y la geopolítica y, con un Estado orientador de la economía, acordarán productividad y distribución de riqueza, para inducir crecimiento y bienestar.
Previsiblemente el T-MEC desaparecerá y se impondrá un acuerdo bilateral a nuestro país -y a Canadá-, con aranceles preferenciales por el volumen de interdependencia -incluidas industrias automotriz y electrónica y actividades agropecuarias-, así, se establecerá política de proteccionismo económico por parte de la Casa Blanca.
Ante la incertidumbre, las variables macro de nuestra economía están encontradas, por ejemplo, se sostienen empleo y consumo e inflación y tasas de interés a la baja, con aumento del turismo, pero la inversión privada no repunta, la informalidad no se reduce y permanece el déficit comercial, entre otras.
Sin embargo, el “Plan México” como impulso a la sustitución de importaciones para el mercado interno (inversiones privadas y en infraestructura productiva, aumento periódico del salario mínimo y programas sociales -y la necesaria reforma fiscal-), así como otros acuerdos comerciales y de cooperación con la Unión Europea y Latinoamérica y otras regiones, son estrategias viables en el mediano plazo para enfrentar los retos que impone la perspectiva equivocada del gobierno estadounidense “para reposicionarse en el mundo”. Otro horizonte sí es posible. La única certidumbre no es la incertidumbre.