¿Están felices?
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Nos había encandilado su inteligencia. Monsiváis quedó de enviar la crónica.
La invitación era con discreción. Para el 400 aniversario de fundación de la ciudad.
A lo largo de la macroplaza los danzantes. Todo un ejercito de voluntarios. Sus vestuarios próximos a un evento Disney.
En la cafetería del Hotel Monterrey, el cronista capitalino por excelencia. Lo rodeamos en armonía. Los compases de la infusión cargada, negra. A media tarde en septiembre. El sol en su esplendor. Las calles barridas. Orden sobre todo elemento.
Con el contrato del cronista, el compromiso de la naciente Secretaria de Extensión y Cultura de la U.A.N.L.
Prodigar el documento, la crónica de Carlos Monsiváis, en el 400 aniversario de fundación por parte de Diego de Montemayor.
Al pequeño focus grup de tres personas, la intentona de seducción por parte de Monsi. Los demás, los otros dos, solo éramos afables dispensadores de la conquista en ciernes.
Discreto, como siempre, era 1996, la insistencia de la inquisitiva: ¿están felices?
En todo momento asentimos. El cronista tomaba apenas notas y sorbos de café. Dio un paseo por la memoria. Nos condujo de Juan Rulfo a José Alvarado. Del movimiento del 68 a la comisión de la verdad.
Sus cabellos bailotearon en la climatizada estancia. Al terminar el desfile, sentimos la necesidad de retirarnos.
Nos había encandilado su inteligencia. Monsiváis quedó de enviar la crónica. Lo platicado en esa jornada.
Nunca apareció el texto. Su autor, con seguridad, le pareció lo más banal y aburrido, ese desfile ranchero de yupis y wanna be.