Guerra de aranceles: ‘Lunes negro’ en mercados, ¿presagio de lo que viene?

Opinión
/ 8 abril 2025

La reacción de los mercados ante el plan de aranceles de Trump deja claro que los inversionistas no comparten la visión del principal inquilino de la Casa Blanca

Ayer se vivió lo que los analistas económicos calificaron como un “lunes negro” en los mercados de valores del mundo entero. El hecho es producto, sin lugar a dudas, de la incertidumbre planetaria que ha generado el plan de “aranceles recíprocos” del presidente estadounidense Donald Trump.

Las pérdidas, aunque importantes, no implicaron desplomes catastróficos, pero sí dejan claro un hecho: los inversionistas no comparten la idea de que la imposición de aranceles unilaterales, por parte del gobierno de Estados Unidos, constituya una respuesta adecuada a la realidad actual.

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Conviene recordar aquí la motivación fundamental de Trump para imponer aranceles especiales a casi todo el mundo: equilibrar la balanza comercial de su país, a partir de la idea de que cada déficit individual implica una suerte de “transferencia injusta de recursos”, de la sociedad norteamericana a la de las naciones superavitarias.

Casi cualquier experto en el tema ha criticado, en los últimos días, las premisas a partir de las cuales Trump y su equipo construyeron el esquema anunciado la semana anterior desde La Rosaleda de la Casa Blanca. Las reacciones que han tenido los mercados parecen darles la razón.

Pese a ello, el neoyorkino dejó claro ayer que no tiene ninguna intención de dar marcha atrás en sus pretensiones. Más aún: frente al anuncio del Gobierno de China, de imponer un arancel del 34 por ciento a las importaciones estadounidenses, el mandatario amenazó con imponer un arancel adicional de 50 por ciento, a partir de mañana, si Beijing no se retracta de su anuncio durante la jornada de hoy.

Estamos, a no dudarlo, ante una auténtica “guerra de aranceles” que, en última instancia, tendría como resultado la parálisis del comercio internacional, una realidad que nadie en su sano juicio desea, pues implicaría introducirnos en un escenario de consecuencias negativas para todos.

Frente a una realidad de este tipo, el sentido común indicaría que lo sensato es hacer un alto en el proceso y revisar con mayor detenimiento cuál es el objetivo que se persigue.

Para Trump eso parece estar muy claro: convertir a Estados Unidos en un país opulento, una vez más. El problema es la ruta que ha escogido para ello: encarecer el costo de los productos que consumen sus compatriotas, pero que son producidos en otros países.

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Y es un problema, porque el resultado ulterior de ello es que el resto del mundo se empobrezca y entonces deje de consumir los productos y servicios que comercian las empresas estadounidenses, con lo cual se generaría un círculo vicioso que, a largo plazo, lo único que provocaría es el empobrecimiento global... incluido Estados Unidos.

La lección detrás de lo que está ocurriendo es entonces bastante simple: los problemas complejos no admiten como ruta de solución respuestas simplistas al estilo Trump. Y cuando se insiste en imponer respuestas simplistas, el resultado es, como ocurrió ayer, “días negros” que advierten sobre lo que vendrá en caso de persistir en esta ruta.

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