Héroes en silencio: quienes denuncian el mercadeo de la falacia y la mentira

Opinión
/ 12 diciembre 2023

El abandono de valores éticos y la falta de juicio crítico a nivel personal ha llevado a la sociedad a perder su rumbo

Bien lo dice Martin Descalzo “Todos tenemos zonas de esclavitud en nuestro ser. Lo grave es que nos habituamos a las cadenas y no las percibimos. Pero la libertad es algo demasiado grande como para que no la busquemos y para que la malgastemos cuando la tenemos”.

VALORES

Preservar los valores y las tradiciones implica dedicarse diariamente a cultivar las costumbres, hábitos, formas de ser y modos de comportamiento que identifican a una sociedad.

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Es imperativo reflexionar sobre la forma en que actualmente se transmiten los valores en la sociedad, pues representan la segunda piel de las personas que conforman una determinada sociedad.

Los valores se perpetúan cuando se practican cotidianamente transmitiéndose de generación en generación: los adultos asumen el papel de maestros para los niños, mientras que ellos, a su vez, extraen enseñanzas de las experiencias y sabiduría de los ancianos.

Los niños y jóvenes adquieren conocimientos tanto de lo que escuchan como de lo que leen, contribuyendo así a la construcción del denominado “entramado cultural” que define una comunidad.

Este andamio actúa como un legado que se arraiga en la identidad de una sociedad, y al ser una fuente continua de conocimiento y orientación, proporciona una conexión con el pasado, una guía para el presente y esperanza para el futuro.

Los valores son parte integral de la cultura, un legado que perdura en una familia, comunidad o sociedad. La cultura, en este sentido, puede considerarse como una huella duradera que permanece en lo más profundo de nuestro ser, después de haber dejado atrás las lecciones del pasado, trascendiendo así el olvido de lo aprendido.

CONFUSIÓN

El notable escritor, compositor y cantante Jaime López Isaza, mi amigo y hermano, ilustra el tema de los valores con la siguiente reflexión:

La sociedad actual confunde los valores y simplifica las relaciones humanas asignando -desde hace años- un determinado día para temas tan importantes como el amor, la compasión, la amistad, la fraternidad, el perdón, la misericordia y un largo etcétera, porque no encuentra cómo catalogar y menos enseñar a la gente, que los tesoros del alma se adquieren desde la niñez para que formen parte de las raíces de cada ser humano.

“Por esa razón la humanidad, dejándose orientar por enseñanzas que no ‘mamaron’ desde la infancia, perdió el rumbo y nadie sabe para donde va.

“Este es el motivo por el cual miles de seres humanos viven confundidos: sólo tengo que bendecir ‘una vez al año’ (porque hoy se destinó este día para bendecir), el día de la amistad es en San Valentín, el del perdón se enfatiza el jueves Santo. De igual forma sucede con el Día del Padre y ni se diga con el de la Madre.

“El amor, el perdón, la amistad, la comprensión, la compasión, el honrar y respetar a nuestros padres, y mil valores más, deben demostrarse todos los días de la vida. Lo demás, es la justificación de la mediocridad, del mercadeo de la falacia y la mentira.

“Dicho en otra forma: si lo que se pretende es iluminar a los demás, para ser congruentes con lo que pensamos y decimos, cada quien debe empezar por encender su propia luz. No por formar parte de un sistema establecido debemos actuar como borregos, siguiendo las instrucciones del consumo que dictan los más listos”.

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Jaime tiene razón, en lugar de dejarse llevar por prácticas superficiales y preestablecidas, las personas tenemos la obligación moral de iluminar nuestros propios caminos, pensando de manera autónoma, demostrando los valores esenciales de manera auténtica en nuestra vida diaria, sin sucumbir como marionetas a las influencias externas y al consumismo superficial.

SUPERFICIALIDAD

Indiscutiblemente, estamos siendo testigos del abandono de valores éticos y la falta de juicio crítico a nivel personal, lo que, en consecuencia, ha llevado a la sociedad a perder su rumbo. Una causa probable de esta situación se origina en la falta de internalización de los valores excelsos y fundamentales desde una edad temprana.

Como lo comenta Jaime, en lugar de incorporar estos principios de manera intrínseca, la mayoría de las personas tiende a abordarlos de manera superficial en días específicos, perdiendo de vista la profundidad y autenticidad que deberían caracterizar nuestras interacciones cotidianas.

Es clara la intención de comercializar los sentimientos y valores auténticos al reducirlos y limitarlos a días y eventos específicos del calendario, porque al mercado solo le interesa el ser humano cuando se “convierte” en consumidor, pues su voracidad se alimenta de tres objetivos: producir más objetos, crear nuevas expectativas y vender más para ganar más dinero.

Esta circunstancia, adicionalmente, conduce a estados de desorientación, confusión, debilitamiento subjetivo, pérdida del sentido de la vida y del lazo primigenio con los demás, generando desequilibrio espiritual y emocional en infinidad de personas.

INQUIETANTE

Hay que apuntar que los valores no se pierden, siempre están presentes, son como el sol, lo que realmente sucede es que, sencillamente, las personas los extraviamos o bien no fueron compartidos desde la primera infancia.

Practicar o no los valores, es simplemente cuestión de voluntad: querer hacerlo; por ello, es fundamental apuntar que la formación de valores desde temprana edad es esencial para la orientación moral de la sociedad en su conjunto.

Por obviar desde el seno familiar esta grave responsabilidad, se ha traspapelado el mapa de los valores, desviándose hacia un sendero marcado por la superficialidad y la falta de autenticidad, provocando un eco resonante de confusión que se cierne sobre la sociedad actual.

Resulta inquietante observar cómo se asignan días específicos para abordar cuestiones tan trascendentales como el amor, la amistad, el perdón y la compasión, pero también para el reconocimiento de infinidad de responsabilidades y oficios como el día de la madre, del padre, del médico, del maestro, etc.

Este parcelado enfoque parece ser el reflejo de una cultura que busca encapsular la complejidad de las relaciones humanas en efímeras celebraciones anuales. ¿Acaso el amor puede ser encapsulado en un solo día, la amistad en una fecha específica, o el perdón en una jornada señalada en el calendario?

Practicar el amor, el perdón, la amistad, la comprensión y la compasión de forma continua es la manera de reconectar con la esencia misma de la familia y como consecuencia de la sociedad.

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EL NORTE

En este contexto, la lucha personal contra esta incongruencia se presenta como un acto de resistencia, una búsqueda constante de restaurar la autenticidad en las relaciones humanas. Quizás sea el momento de repensar la forma en que abordamos estos y otros valores esenciales, liberándolos de las restricciones impuestas por un almanaque y permitiéndoles florecer como parte integral de nuestra existencia diaria. En la práctica cotidiana de estos principios, quizás encontraremos el verdadero norte que la sociedad parece haber perdido en su búsqueda de significado y autenticidad.

Cultivar los valores cotidianamente implica una práctica sana de estos en nuestra vida diaria. Sin importar las circunstancias que enfrentemos, es esencial vivir de acuerdo con estos valores, ya que constituyen la base fundamental para una convivencia saludable.

Los valores se transmiten de manera gradual y constante en el transcurso de numerosos eventos cotidianos, donde todos desempeñamos roles específicos que influyen en las demás personas.

Nuestras acciones visibles en situaciones específicas, como por ejemplo el caso de una mujer que detiene su vehículo en medio del tránsito para ayudar a un indigente, perduran en la memoria colectiva.

Estos actos, a menudo realizados de manera anónima y silenciosa, que no se llevan a cabo para conmemorar fechas especificas sino de manera continua, son dignos de admiración ya que se convierten en ejemplos inspiradores que motivan a realizar buenas acciones.

Existen personas, que podríamos llamar “héroes en silencio”, como es el caso de mi amigo Jaime López, que jamás justifican la mediocridad y que, valientemente y sin ambages, denuncian y combaten el interminable “mercadeo de la falacia y la mentira” que hoy en día mantiene esclavizada a la sociedad mexicana.

cgutierrez@tec.mx

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