La fortuna del fiscal general de Coahuila, Federico Fernández
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No pudo concluir un año al frente de la Secretaría de Seguridad en Coahuila, a pesar de su capacidad, experiencia y, lo más importante, de su buena voluntad
Federico Fernández es, sin duda, un hombre con suerte de la mala y de la buena, pero con suerte, y eso nadie lo debe negar.
No pudo concluir un año al frente de la Secretaría de Seguridad Pública en Coahuila a pesar de su capacidad, experiencia y, lo más importante, de su buena voluntad.
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En cambio, y para su aparente fortuna, iniciará el 2025 como fiscal general del estado, y bajo el brazo traerá el manejo operativo y discrecional de una parte de la dependencia que recién dejó.
Tal vez Federico nunca quiso ser fiscal, ni tampoco secretario de Seguridad Pública, pero el servicio público es así, “es lo que hay”, diría Mayito López, aún alcalde de Nueva Rosita.
Leyendas urbanas cuentan que antes de designar a Hugo Gutiérrez como titular de Seguridad Pública, representantes del gobierno acudieron a la Secretaría de Marina, en la Ciudad de México.
Los emisarios coahuiltecos solicitaron formalmente a un marino para ocupar la secretaría que dejó Federico, pero la respuesta fue negativa, sin especificar causas ni razonamientos.
Fernández Montañez se fue de la secretaría sin cumplir su deseo de mejorar, reforzar y limpiar la dependencia, aunque no por falta de ganas, sino porque existió dura oposición.
Otras leyendas advierten que el gobierno estatal, como Diógenes, buscó sin éxito un perfil idóneo para sustituir al recién renunciado fiscal Gerardo Márquez y dejar a Fernández en la SSPC.
“Haiga sido, como haiga sido”, ahora como fiscal, Federico enfrenta un monstruo, una telaraña de complicidades, de tráfico de influencias y de componendas.
Hace unos días, cuentan, Lupe, un exescolta de funcionarios públicos del estado, citó a varios comandantes a un desayuno en el restaurante Los Adobes.
Los jefes policiacos llegaron extrañados, con reservas, pues Lupe tenía tiempo de no buscarlos ni de saludarlos.
Sentados a la mesa, tras una breve pausa, se entró de inmediato en detalles, y se les pidió a nombre del “jefe” trabajar más fuerte para apoyar al fiscal en ciertos temas de investigación.
Los comandantes, pensando que el promotor de la reunión iba de parte de Federico, comenzaron a quejarse de la falta de apoyo institucional.
“Cómo quiere que jalemos bien, si nos dan 300 pesos por semana para gasolina, y nos hacen trabajar en nuestros carros”, se quejó uno de los comensales.
Lupillo intentó tranquilizarlos, les dijo que eso estaba por mejorar y, tras compartir por algún tiempo el pan y la sal, se despidieron con la promesa de una próxima reunión.
Uno de los comandantes de investigación, despistadamente se acercó a su interlocutor y le dijo:
-Ponme bien con el jefe Federico.
Lupe lo miró sorprendido y le aclaró que no estaba ahí por instrucción del fiscal, sino por petición de su jefe, un exprocurador que apoya desde afuera a la Fiscalía General del Estado.
Trascendió que este no es el único caso, pues otros exfuncionarios de la época de Rubén Moreira y también de origen riquelmista, presumen de su apoyo externo a la fiscalía.
Lo dicho, Federico es un hombre con suerte...
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