Recorrer la Feria del Libro es una experiencia que resulta entrañable en muchos sentidos. Trae, en primer lugar, necesariamente a la memoria aquellas primeras ediciones organizadas por Patricia Gutiérrez Manzur en la entonces Librería Julio Torri y después en el Museo de las Aves.
Muy fresco tengo en la memoria el momento exacto en que encontré en una de las ediciones del Museo los para mí muy importantes diarios de León Tolstói. En esa Feria, para variar, también había llovido. Y la lluvia agregaba a la atmósfera una nota de belleza singular: paseaban los escolares por los pasillos y se admiraban del gran gato Miauricio, el personaje creado por Paty y su equipo para ser el símbolo representativo.
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La Feria, que inició siendo Infantil y Juvenil, se extendió al público en general con publicaciones y actividades dedicadas a todos. Y todos cuantos han estado a cargo de ella han impreso su sello, han dejado su huella y, con ello, logrado que la Feria permanezca. Esto que es valor de trascendencia.
Numerosas actividades la han fortalecido y la fortalecen. Aquellos primeros niños y jóvenes que participaban en ella se convirtieron en los padres que hoy llevan a sus hijos. Hay una organización importante para que las escuelas trasladen a los estudiantes y actividades especiales para ellos.
Veo niños que se detienen frente a un libro y acarician la portada. Ahí hay una posibilidad de lectura potente. Salen con él emocionados y se les imagina igual cuando llegan a sus casas a descubrir sus interiores.
Otros participan en las sesiones preparadas para ellos a lo largo del corredor que conduce al interior, donde juegan, se divierten y aprenden.
De aquellos tiempos, una actividad que sembró una semilla en los niños y jóvenes fue el concurso que la misma Patricia Gutiérrez Manzur ponía en marcha dentro de la Secretaría de Educación, al frente, como estaba de la inolvidable Librería Julio Torri.
Se trataba del concurso “¿Por qué es mi consentido?”, donde niños, adolescentes y jóvenes eran invitados a escribir una carta, un relato, una historia sobre aquella obra que se había convertido en su libro favorito: ¿por qué lo era?; ¿qué personajes lo habían cautivado?; ¿cuáles escenarios habían sido los que mayormente lo habían impactado?; ¿con qué se habían quedado al final de la experiencia lectora?; ¿qué sintieron cuando lo leyeron?; ¿por qué los atrapó?
La convocatoria obtenía una enorme respuesta, muchos, muchos participantes se animaban a hablar sobre su libro favorito, y con este estímulo siguieron en la vida con la ruta de la lectura bien marcada.
Podría ser de gran interés, una gran experiencia, que se organizara de nueva cuenta el concurso “¿Por qué es mi consentido?”, y una gran madrina para llevarlo a cabo sería la propia Gutiérrez Manzur, creadora tanto de este certamen literario como de la misma Feria del Libro, en la entonces Secretaría de Educación.
Fueron aquellos niños, y son ahora estos los que también siguen trayendo a sus papás a la Feria. Participar en las actividades que impulsan la lectura es hacer también la misma Feria.
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Tiene ya su sello y respuesta entre la gente. En esta época, los niños están demasiado expuestos a superficiales contenidos en las redes sociales. El colocarlos frente a los libros ofrece para ellos la magia, la emoción, el interés por el conocimiento. Si además se les impulsa a través de certámenes en donde también tengan cosas que decir, el círculo será completo.
Larga vida a la Feria del Libro, y que entre sus muchas actividades continúe este importante estímulo para aprender y dar.