Señal inequívoca de que estamos jodidos es... que la más airada defensa parlamentaria en contra de las reformas que la 4T pretende hacer al Poder Judicial la formule el impresentable exgobernador coahuilense, Rubén Ignacio Moreira Valdez.
Ya ni para dónde hacernos: Por un lado, la Transformación perpetrando un golpe de Estado lento, disfrazado de buenas intenciones, aunque los voceros del partido oficial reconozcan sin empachos que la aprobación de las reformas será el regalo de jubilación para su líder.
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Y en contraesquina, una oposición con buenos argumentos, pero esgrimidos por los rescoldos del viejo régimen: gente sin estatura moral ni cara para hacer la defensa al Poder Judicial.
La reforma será posible gracias a la sobrerrepresentación lograda por Morena en ambas cámaras, pese a que la interpretación más benevolente de la Ley obligaba a distribuir las curules con un mejor sentido de la pluralidad.
Pero ningún partido en posición hegemónica se acuerda nunca de dicha pluralidad. Extrañamente, siempre que están en la cima de la pirámide alimenticia se olvidan de la inclusión de las diversas corrientes de pensamiento y de las distintas voces que integran una sociedad, y buscan hacerse con todas las canicas y, cuando las logran obtener, ¡olvídese!, la apoteosis.
¿Sabe quién se ufanaba de los carros completos, de teñir de tricolor todo el mapa electoral?
Exacto, el mismo Moreira Valdez, quien hoy echa en falta una poca de esa pluralidad para al menos tener posibilidad de discutir la destrucción del Poder Judicial como lo conocemos y que quedará a merced de los vaivenes políticos, como objeto de las veleidades electoreras y rehén de todos los actores que intervienen en un proceso electoral, incluyendo desde luego al omnipresente crimen organizado.
El “señor carros completos” ahora echa en falta un poco de representatividad minoritaria, algo más allá de una participación meramente testimonial, que es a lo que ha quedado reducida la oposición.
Pero tampoco se crea que un priista como Moreira ‘Segundo’ está defendiendo al Poder Judicial por convicción, por decencia, porque es lo correcto o porque de ello depende la vida democrática de este país.
Si quieren evitar el desmantelamiento del único poder que le falta por controlar al caudillo tabasqueño es porque no fueron ellos, los priistas, los autores de esta autopsia de carnicería al Poder Judicial.
Que como priistas, en su momento, habrían sido capaces de eso y de mucho más. Sólo que entre la ciudadanía, la prensa libre y los compromisos que el País adquiere cuando busca ser parte de la comunidad internacional para hacer negocios o ser tomado en serio, al viejo PRI se le fue arrebatando ese poder absoluto que solía ejercer sin el menor cargo de consciencia o rasgo alguno de autocrítica o introspección.
Si de lo que están asombrados es de que no fueron ellos los que consiguieron servirse del suculento platillo del poder absoluto... por segunda vez.
Y ese es uno de los razonamientos que más me extraña cuando los esgrimen los morenistas más recalcitrantemente lobotomizados: “¡Ah, pero si el PRI ya había incurrido en la sobrerrepresentación legislativa!”.
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¡Pues sí, güey, y ya desde entonces era algo inmoral, abusivo y totalmente opuesto al espíritu parlamentario y a la democracia! ¿Qué te hace pensar ahora, amigo chairo, que hoy dicha sobrerrepresentación ha perdido cualquiera de esos negativos atributos?
Sigue siendo una vileza, una acción digna de un hambre desmedida de poder y del deseo de borrar cualquier voz discrepante o conciencia disidente (cosas que también le purgaban a Moreira Valdez cuando era el mandamás del tricolor en su entidad).
¡Pues ya le digo! Si alguien tan moralmente chaparro como el exgobernador coahuilense (el socio de Alito Moreno en el desenlace caníbal del Revolucionario Institucional) es el portavoz de la oposición en la defensa del Poder Judicial contra las reformas lopezobradoristas, es señal inequívoca de que a esto ya se lo llevó el carajo y de que estamos todos jodidos.