Viesca: Chelito Castor, una ‘maistra’ albañil

Opinión
/ 27 diciembre 2024

Consuelo Castor Adame llegó a Viesca a los 12 años a estudiar la secundaria. En aquel tiempo no había educación secundaria en su ejido San José del Aguaje, municipio de Viesca, ubicado en la región de los tanques: el Tanque Agüilereño y la presa Genty. Nació el 3 de septiembre de 1967, el día de Nuestra Señora del Consuelo, de ahí su nombre. Sus padres: Cipriano Castor Cuevas (ejidatario y albañil) y María de Jesús Adame Ramírez (ama de casa). Sus hermanos: Teresa, Asunción (f), Alejandra (f), Gabriel, Armando y Alejandra. Cuando llegó al pueblo se estableció con su tío, el señor Faustino Castor Cuevas (f), que residía en Viesca desde la época de los braceros, es decir, aquellos que se iban a trabajar a los Estados Unidos. Su tío se había mudado porque tenía que acudir a firmar documentos a la Presidencia Municipal. Un día, mientras esperaba su turno en la plaza de armas, escuchó que andaban buscando un intendente para la clínica del centro de salud que iniciaría los servicios médicos. Se animó y fue a solicitar el puesto de intendente. Eso les posibilitó a sus hijos otras alternativas educativas, así como a la niña Consuelo.

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De ese modo, Chelito estudió la educación primaria en la escuela rural del ejido San José del Aguaje y luego la secundaria en la Técnica No. 15 de Viesca. Comenta que ahí empezó a hacer amigas y amigos que hasta hoy le hablan con respeto. Luego inició sus estudios de bachillerato en Francisco I. Madero, pero desgraciadamente tuvo que interrumpirlos por falta de recursos económicos. Luego se fue a la Ciudad de México, invitada por su prima María, artista, conocida como “Regina Rey”, quien cantaba música variada, inclusive en idioma japonés. En CDMX cuidó niños y se ocupó en actividades domésticas. Como también acompañaba a su familiar a restaurantes y hoteles, conoció artistas de talla internacional. Pese a las aventuras de su viaje, sólo aguantó seis meses y se regresó a Viesca.

Platica que a los 10 años ya se sentía grande, pues ya podía cargar adobes y unirlos para formar las cuatro paredes de un cuarto o cocina. Siempre guiada por su papá, quien le enseñó ese oficio cuando lo acompañaba y ayudaba desde niña. En la secundaria, Chelito conoció al joven José Luis Manríquez Fraire (de ojos verdes); se hicieron novios y cuando ella cumplió 18 años se casaron el 28 de diciembre de 1985. Procrearon tres hijas: Sanjuana de Jesús, Carmen Selene y Daniela. En esos tiempos, trabajó en la construcción para poder solventar sus gastos. Al principio, cuando solicitaba trabajo en ese rubro, se reían de ella, pensaban que estaba mal de sus facultades mentales, pero como insistía, la dejaban para que les ayudara; así aprendió más del oficio. Supo cuánto cemento se le debe poner a la arena y grava para un firme, qué se debe hacer para el techo de terrado de vigas, de loza y a elaborar presupuestos de la construcción.

Trabajó como operaria de producción en la maquiladora 2000 y en la maquiladora de ropa de los ejidos Gabino Vázquez y San José del Álamo, por la orilla de agua. Una temporada se fue a trabajar a Irapuato de pintora, ahí aprendió más ese oficio y a detallarlo. Al empezar a funcionar la generadora de energía eléctrica, la de paneles solares, cerca del ejido Villa Nueva, solicitó trabajo, aunque ahí laboraban puros hombres. Ella fue la excepción, la aceptaron de encargada de cuadrilla. En Viesca, trabajó como ayudante por un tiempo, luego formó su propia cuadrilla en el 2014, que fue cuando su esposo se quedó sin trabajo (era elemento de seguridad pública municipal). Por consiguiente, ella toma la decisión de dedicarse por completo a la obra. Es una mujer que no le da la vuelta al trabajo, si escasea, no se le duerme, hace labor de jardinera para apoyar la economía de su hogar.

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Le gusta el campo, de niña aprendió con sus papás las actividades primarias. Su padre les dejó tierras ejidales, sus hermanos siembran maíz, alfalfa, frijol, sorgo, calabazas de castilla y chile; y ella los apoya. Dice que el ser mujer no le ha impedido desarrollar tareas que sólo las realizaban los hombres. A sus 57 años sigue trabajando en la construcción, en sus ratos libres, labora en el Centro de Investigación y Jardín Etnobiológico del Semidesierto de Coahuila (CIJE) de la UAdeC. Agradece que la vida la ubicara a los 12 años en Viesca, donde vive muy feliz con su familia, parientes y amigos.

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