Hacen un ritual con la verdad para conectar las emociones en Foro Amapola
El proyecto de investigación de Oscar Troyo dio un paso más hacia la entrega de resultados, al mostrar a un público selecto la pieza generada a partir de la verdad de un grupo de jóvenes
Si en el día a día todos representamos un papel, portamos máscaras frente a los demás y muchas veces solo fingimos saber que sabemos lo que estamos haciendo ¿qué pasa cuando en el arte fluye la verdad de sus creadores hacia afuera?
“En este teatro mundi experimentas la conciencia del personaje pero también la conciencia que está más allá de ti como personaje”, dice Oscar Troyo, actor y director que a través de su proyecto de investigación “El hermetismo como retorno a una creación escénica humanista”, busca otras formas de llegar a la catársis, entre la ciencia, la mística y el arte.
Esta tesis, para el doctorado en Filosofía en la Universidad Autónoma de Nuevo León, presentó una función privada en Foro Amapola el pasado martes 30 de abril, donde Sofia Trejo, Betzabeth Lara, Dago Lazo, Emmanuel Lozada, Sugeiry Gutiérrez y Vanessa Acosta se interpretaron a sí mismos y entregaron a los asistentes su verdad.
“Todo surge de una búsqueda personal de hacer cosas, tanto en cine como en teatro, que más que te cuente una historia te provoque sensaciones. Di con unos textos, que se llaman Corpus Hermeticum, que son antiquísimos y hablan sobre cómo el ser humano podía trascenderse a sí mismo para llegar a un estado de consciencia distinto”, explicó el director, quien convocó a los jóvenes a través de un taller de teatro donde, además de explorar el teatro convencional, se fueron desarrollando las herramientas para la creación de este montaje.
“Seguí leyendo y analizando corrientes de teatro como la de Artaud o la Grotowski, principalmente, hablaban de que el actor debía deshacerse de sí mismo, confrontar al público, no contarles una historia sino provocarles choques mentales, para que sí o sí tuviera que enfrentarse a su realidad y no evadirse a través de una historia entretenida”, agregó.
Integrados en la audiencia, que rodea a un escenario-ritual, donde los cuatro elementos –aire, tierra, fuego, agua– están presentes, así como un altar central, los artistas pasan al centro portando máscaras simbólicas, personajes de los que se irán deshaciendo –con ayuda de otro elemento, cacao líquido, hierba de la verdad– poco a poco hasta dejar lo más honesto de sí mismos.
A este ambiente se suma Ángel Bosques, quien improvisa musicalmente a partir de lo que sucede en escena, así como el trabajo de iluminación de Ángel Bocardo, además de la labor de Sergio Berumen en el registro videográfico del evento.
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Lo que expresan obedece a una necesidad de liberación, por lo que cada función es diferente. Hoy podrían hablar de su familia, mañana de su pareja, después de su lugar en la sociedad, pero siempre cerca del público, que potencialmente encontrará en esta revelación-confesión un lugar para la empatía y el reflejo.
“Son cosas que sabemos porque son de nuestra vida real, bajo esa lógica es un misterio qué vamos a decir en cada función”, compartió Lazo.
“Sí fue difícil pero también necesario, todos necesitábamos esta parte de abrirnos ante personas que no nos iban a juzgar”, agregó Acosta.
El teatro siempre trabaja con la verdad de una u otra forma. La propuesta de Troyo parte del ritual y de la ficción para aproximarse a la verdad lo más posible. En el proceso el público se va integrando y aunque la cuarta pared nunca se rompe, quienes están sentados alrededor terminan sintiéndose parte de la experiencia.
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