Kenopsia: Reviven las historias que aún habitan en el Hotel La Torre
Este sábado el proyecto escénico llevó a cabo cuatro intervenciones y una exposición este sábado en el mítico lugar al oriente de la ciudad
El Hotel La Torre, oficialmente llamado Rodeway Inn, abrió sus puertas al mundo en 1976, hace casi 50 años. Sus habitaciones, sus jardínes y sus bailes dieron paso a la decadencia, luego a la violencia y finalmente al abandono. Pero los fantasmas de su historia regresaron momentáneamente este fin de semana al lugar.
Como parte del capítulo 1 del proyecto escénico Kenopsia, producido por las compañías Camaleón Teatro y Necravant Glitching Arts Consortium, este sábado se realizaron cuatro intervenciones y una exposición producto de una compleja investigación multidisciplinaria que busca explorar el “sentimiento de inquietud ante un lugar desolado” en distintos espacios de la ciudad.
Su primera sede es, probablemente, uno de los edificios abandonados más populares de Saltillo. Su silueta al costado del bulevar Fundadores y las historias que se cuentan por quienes pudieron recorrer sus pisos, así como las que rumoran quienes nunca han entrado, adquirió forma gracias a las acciones propuestas por los performers Nadia Carreón —invitada de la compañía de teatro Los Inútiles—, Alexis Flores, Andrea Galindo y Claudia Dithe.
Durante la mañana se realizaron estos distintos performance, a los que el público tuvo acceso de manera individual o, si así lo deseaban, disfrutar en su totalidad en una jornada que inició a las 11:00 horas y culminó más allá de la 17:00 horas, con el sol asomando por el mirador de la torre.
El primer platillo —se inspiraron en el tema del menú que publicaba el hotel en periódicos locales para presentar su selección de experiencias al público— se tituló “No contamos con salvavidas” y se realizó en la alberca.
La activadora utilizó una suerte de traje de buzo para reflexionar sobre la resiliencia a partir de las sanguijuelas que sobreviven en los espacios en abandono. La idea de perdurar a pesar del deterioro y la soledad es una de las temáticas que atraviesa a todo el montaje.
En “El proceso del olvido” los asistentes fueron invitados a recorrer y recordar lo que sucedió en algunas de las habitaciones del hotel, en voz de quienes las vivieron. Bailes y artistas que se presentaron en el lugar, convivencias familiares que dieron pie a encuentros espectaculares —como ver a Juan Gabriel retozando en la piscina— y otras memorias se quedaron con los presentes gracias a la llave que usaron para ubicar cada cuarto y que se les obsequió al terminar la actividad.
La tercera acción, “Memorias de una villa”, los llevó a adentrarse en lo más profundo del terreno, que pronto se convertirá en un subcentro urbano, a un conjunto de 8 casas, que se construyeron para ser el hogar de familias extranjeras que llegaron a trabajar a la ciudad en esas épocas. Ahora en el abandono, Galindo invitó al público a dejar un mensaje para sus futuros habitantes.
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La última parada —entre las cuales los grupos pudieron subir al bar del décimo piso y apreciar la vista entre los escombros—, fue el campo de entrenamiento del GROMS. La activadora cava en la tierra mientras suenan testimonios sobre las supuestas atrocidades que ocurrieron en ese tiempo, tras el cual acceden a una habitación lleno de objetos usados que generaron una reflexión y conversación extra con los presentes.
A pesar de la violencia que enmarca estas historias y la que —proponen— se replica al recordarlas e imaginar más a partir de ella —“por morbo y por otras cosas”, dijo Claudia—, la vida sigue aferrándose a crecer incluso en esos lugares. Su activación concluye con la reflexión de —y recordando que antes de ser cuartel u hotel fue un huerto—, ¿qué se puede hacer a partir del ahora?
Si bien estas intervenciones no se repetirán, en enero habrá otra actividad donde se dé a conocer el registro y resultados de las interacciones que se generaron en este evento.
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