Perictione o de la libertad o del amor o de la locura. Reseña sobre la segunda novela del filósofo Ernesto Castro

Se trata de una novela epistolar misteriosa y compleja, que explora de lleno la libertad y el amor. Perictione, la joven protagonista, nos da su versión de la historia. Una nos hace empatizar al inicio y detestarla después con harto gusto. Pero lo más relevante es que esta obra es que nos abre una ventana para cuestionar si todo lo que nos dice es real o no. Por su puesto, como lo dicta esta trilogía platónica, la esencia del filósofo atraviesa la obra de principio a fin.

Artes
/ 25 mayo 2023
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¿En qué dirección apunta la brújula cuando se buscan los rumbos de la libertad o del amor?

La aguja no se queda en un punto fijo, ni apunta inequívocamente hacia una aproximación cardinal. Si una saeta pudiera señalar la ruta hasta estas ubicaciones, probablemente alteraría su funcionamiento, volviéndose, como dicen, completamente loca. Esta es una de las primeras sensaciones que puede arrojar el último libro del filósofo español Ernesto Castro.

Se trata de “Perictione o de la libertad”. Novela publicada en febrero de 2023 por Temas de Hoy, y la segunda entrega de su trilogía platónica (le antecede “Jantipa o del morir”, lanzada en 2022, y si todo marcha según los planes de su autor, le sucederá en 2024 “Lastenia o del Saber”).

Una historia que nos llevan a la Francia de 1968, retratada a través de las cartas que Perictione, una joven estadounidense con ascendencia griega, les escribe a su madre; a Ele, su amiga y amante; a la doctora Dilthey, su directora de tesis; y a uno de sus cinco hermanos, Kastor.

En una primera lectura, la más superficial de todas, podríamos decir que la historia versa sobre cómo la protagonista realiza sus estudios de posgrado en París, desenterrando la figura sáfica de la poeta Renée Vivien y su relación amorosa con la escritora Natalie Clifford Barney.

$!Aparecen en la foto Renée Vivien y Natalie Clifford Barney en 1900.

Mientras esto ocurre, nos enteramos, en un engañoso segundo plano, de la relación lésbica que tiene con Ele, sus confabulaciones y sus posturas feministas. En un tercer plano, la complicada relación con su madre y una presunta complicidad con su hermano. Y, como un escenario silente que va creciendo hasta estallar, las protestas universitarias y sindicales en contra del autoritarismo y la sociedad de consumo que más tarde serían conocidas en el mundo como el mayo francés (en donde aspectos socialistas y marxistas rondan como sombra las periferias geográficas e idealistas de la trama).

En este imaginario, el lector complementa las elipsis como puede. Se abordan al margen, como vistas por el rabillo del ojo, aspectos como la discriminación étnica y racial, el consumo de drogas, el uso o porte de armas de fuego, la sexualidad, conflictos geopolíticos internacionales, aciertos y deficiencias de los sistemas educativos, un machismo cotidiano, un espíritu feminista palpable, búsquedas espirituales, movimientos sociales, autoritarismo, democracia y poesía.

La novela comienza lento, con cartas que obligan al lector a desenmarañar la trama que no se explica a sí misma, sino que va enredándose con los cambios de personalidad que Perictione adopta según a quien le escribe. Pero esto no es un defecto, sino algo que se agradece.

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En primera instancia por el rescate de la carta como recurso narrativo, en un momento donde constantemente se cuestiona si no solo el género, sino el objeto tradicional llamado carta, está en vías de extinción.

También resulta grato que esta historia sea epistolar porque la lectura, que al arranque se va haciendo a trompicones y fuerza a quien lee a suponer y especular, toma al pasar la primera cuarta parte de la novela, dos ritmos simultáneos: uno que acelera diegéticamente con todos los acontecimientos de las protestas y manifestaciones; otro mimético y seductor que va, con pistas, solo con pistas ligeras, mostrando un poco de esa otra historia secreta de la novela.

“La razón por la que elegí este formato era porque me parecía un desafío en términos narrativos literarios era algo que nunca había visto y que no volveré a repetir. Yo sigo un poco la idea de que cada libro tenga una autonomía y que la forma se ajusta el contenido”, expresa Castro durante una entrevista ocurrida a finales de abril.

$!En la foto vemos a Ernesto Castro, que según su biografía es un escritor, pensador y sonámbulo milénial. Profesor de Estética en la Universidad Autónoma de Madrid y tiene su propio sistema filosófico: el naturalismo genérico.

Y aunque no es de suponerse con facilidad, la segunda entrega de la trilogía platónica está por cierto cargada de una alta dosis de humor situacional muy bien logrado. Humor irónico, sarcástico, satírico. Creo que reír más de la cuenta, en algunos momentos, estoy seguro, en lugares que no era correcto reírse. Así que agradezco que por aquí no se pasee la policía represora de la risa.

¿Son estos alicientes bastos para incitar la lectura? Dependerá de quién y cómo encare la obra. Lo que sí se puede afirmar es que todo eso está a simple vista, es la primera capa, constituye lo narrado y poco más.

Pero la historia que escribió el profesor de estética, así como sus temas centrales (la libertad y el amor), no se queda ahí. Entre más lee uno, se aprecia es un rizoma que no para de extenderse, crecer, desordenarse, ordenarse y volverse a desordenarse. Es aquí donde “Perictione o de la Libertad” se vuelve una obra más desafiante y atractiva.

Subir al ring con Platón para dar una espectacular velada de box

El libro establece una charla directa e indirecta con “El Banquete” de Platón. Aquí un poco de memoria. Este diálogo se desarrolla en una fiesta celebrada en honor al poeta Agatón, quien había ganado recientemente un premio por una tragedia.

Además del homenajeado, participan Fedro, Pausanias, Eríximaco, Aristófanes y Sócrates, quienes exponen sus discursos sobre el amor, encarnado en aquel momento como el dios Eros. No hay que olvidar que al final de la obra, medio ebrio, Alcibíades (considerado un traidor de la democracia ateniense) entra al lugar derramando elogios a Sócrates, quitándole al amor el velo de aspiraciones y de superación intangible, para plasmar más bien una perspectiva terrenal, pasional, encarnada de deseo y enfocada en las relaciones humanas.

En alguna de sus explicaciones audiovisuales, Ernesto Castro (sonámbulo confeso) explicó que con Perictione (nombre por cierto de la madre de Platón) busca traer al presente las concepciones del amor que se abordan en el Banquete, pero esta vez en torno a la libertad.

De ahí que esta sea una muestra explícita de la teoría de Harold Bloom, “la angustia de las influencias”, donde el crítico explica cómo los autores sucesivos luchan con aquellos que los precedieron. Una suerte de ring a la vez ilusorio y confinador. Uno en donde el autor en turno sube cargado con las herramientas que posee y no las que desea, para intentar asestar cuando menos un jab.

Dicho esto, no pude evitar imaginar a un Aristocles con la espalda tonificada y completamente en forma, con los hombros evidentemente anchos, como si se dedicara medio tiempo a la filosofía, un cuarto de tiempo al crossfit y el restante al fisicoculturismo. Estaría esperando en un ring a Ernesto Castro, listo para enfrentarse en una velada de box, menos al estilo convencional y más como las que produce Ibai Llanos.

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En fin, retomando a Bloom, si bien su teoría se desarrolló principalmente en el contexto de la poesía y la literatura, la idea se puede aplicar a la filosofía.

En este sentido, cabe también recordar lo dicho por Alfred North Whitehead, sobre que la historia de la filosofía, al menos la europea, consiste en notas al pie de página sobre los diálogos platónicos.

Con esto en mente y con varias lecturas más lentas, más críticas, más voyeristas, puedo decirles a los potenciales lectores de esta obra, que la historia de Peric (como la llaman los parisinos) comienza a desdoblarse y ser cada vez más voraz.

Interpretaciones al Pie de la Página

Ahora, el objetivo de esta reseña (¿es en realidad una reseña?), no es dar más información de la debida, para que las sorpresas, gustos, decepciones o enfados vengan al momento de pasar página tras página.

Pero también he de ser sincero: al ser una obra llena de capas y una trama más compleja de la que parece al principio, no es una novela de esas que se llena de adjetivos fáciles y encanta al público en general. Ya de entrada, las pequeñas dosis de griego o francés y un efímero inglés, si bien no son para espantar a nadie, pueden poner una minúscula barrera inmediata.

Incluso todo el asunto de Vivien, reencontrarse con sus manuscritos, sus poemas, el entramado que se va dibujando cada vez con más claridad en torno a la relación con Clifford Barney, el desenvolvimiento sexual y cultural de las dos artistas, cómo ambas figuras que al inicio Perictione casi desprecia terminan por deslumbrarla, todo este arco que es, sin duda, uno de los dos aspectos más interesantes de la novela, podrían palidecer frente a otros acontecimientos por el ritmo más lento y necesidad de subtexto.

Varios de los momentos más cautivadores de la novela están fragmentados y se refiere justamente a la reconstrucción del amor entre Renée y Natalie. Por ejemplo cuando, después de haber dicho que los poemas de Vivien la decepcionaron por ser tremendamente cursis, le escribe a su madre algunos versos que ahora parecen gustarle:

Que se deshojen flores, los narcisos y lirios.
Que calle, en el umbral de las puertas cerradas,
el eco persistente de los viejos sollozos.
¡Ah, la noche infinita, empapada de rosas!

O cuando le dice a su directora de tesis los contrastes entre ambas.

“En lo físico, Renée y Natalie estaban muy próximas, pero en lo espiritual no podían distanciarse más. Renée abusaba del cloral y la ginebra y detestaba la social life. Lo opuesto a Natalie. Para un viaje que realizaron juntas a Bar Harbor, donde la familia de Natalie poseía una de sus residencias de verano, entre yates, clubs de golf y renos amaestrados, Renée compró una pistola y aprendió a dispararla. Había oído que en América aún quedaban indígenas (antropófagos, en su perturbada imaginación). Durante la travesía en barco, no quiso abandonar el camarote, donde se drogaba, alcoholizaba y traducía a Safo bajo la trémula aureola de los cirios, mientras Natalie zapateaba la cubierta con sus danzas y contradanzas”.

Y detalles así abundan, el conflicto es que si uno no está interesado en estos asuntos, podría abortar sin generosidad las 168 páginas del libro. Una decisión, a mi parecer, errada y presurosa. Dicho esto, por cierto, me llevo de tarea ahondar más en estados autoras.

Para trazar el camino final en este artículo, no haré una lista de los tantos caminos en los que quien lee puede interpretar la obra, ya que sería redundar y caer en algunas obviedades que se disfrutarán mejor en la lectura de la novela. Lo que sí haré es plantear dudas sobre escenarios posibles.

La primera duda está puesta a propósito en la obra: ¿y si Perictione está recluida en un centro de salud mental y nada de lo que hemos leído ha ocurrido como tal o bien ha ocurrido, pero, aun así, la protagonista está presa en algún nosocomio? Tenemos como pruebas la última posdata a la madre, la confusión en cosas que ha dicho y en las que luego revira o dice desconocer, el discurso de Mr. Nonclerc hacia la parte final de la novela, su asistencia a las oficinas de ayuda psicológica universitaria (BAPU, por sus siglas en francés) y su posterior confesión de estar imposibilitada de dar abrazos por usar ahí unos pijamas. La confesión de haber estado en un hospital, y no en cualquiera, en el Salpêtrière, que hace dos siglos encaminó sus atenciones hacia la salud mental siendo mundialmente reconocido por ello, las alusiones a una compañera usando camisa de fuerza y, por supuesto, Kastor, con quien sostiene la más inverosímil de las conversaciones y en donde el autor quizá da más de una pista de su inexistencia.

¿Será posible?, ¿O quizá al más auténtico estilo de los mitos de internet, como ocurre con Los Supercampeones (Capitán Tsubasa), despertará Perictione en su hospital, sin piernas, habiendo soñado todo? Tal vez, menos creepypastesco y más Kafkiano, cuando Perictione se despertará una mañana, después de un sueño afrancesado e intranquilo, encontrándose sobre su cama convertida en... a decir de cada quién.

Otra interpretación es que esta novela epistolar, en una metanarrativa más elucubrada, sea en realidad una colección de cartas publicadas por ella misma después de los eventos del 68 o bien sacadas a la luz de manera póstuma. Y es que en el momento en donde la perspectiva de la protagonista comienza a tergiversarse, se menciona que sus compañeras de cuarto le encontraron un armario de cartas sin enviar.

¿Será posible que algún miembro de su familia o las mismas Gertrude o Alex hayan tomado las cartas para después publicarlas?, ¿habría sido Ele?

Finalmente, ¿será que simplemente las agitaciones sociales, entre los aires feministas, la presión de la academia, y los pulsos de revolución han llevado a Peric desde su punto neutral hasta un punto de quiebre al más claro esbozo shakesperiano?

El lector puede hacer lo que quiera, o, más bien, lo que pueda, con la novela.

Le pregunté a Ernesto sobre la congruencia y legitimidad de que siendo un hombre blanco cisgénero, sus dos novelas de la trilogía platónica tengan no solo como protagonistas a mujeres, sino que hable desde su punto de vista.

“Uno defiende la posición de la legitimidad, pero no como se hace convencionalmente. Es decir que uno, que el escritor, escribe precisamente desde el punto de vista de la ficción y no tiene por qué estar escribiendo todo el rato a sí mismo. Evidentemente, yo no estaba en Auschwitz (ahí se sitúa la trama de Jantipa). Yo no he estado en Francia en el 68. No soy judía ni lesbiana. Entonces empezando por eso, mal desde el punto de vista de lo que espera de la legitimidad de la que estoy en contra”, argumenta.

En fin. Cerremos.

¿Somos libres de elegir aquello que amamos? No, se responde Ernesto a sí mismo sin inmutarse. Y quizá tiene razón. Pero también es posible, parafraseando a Charles Simic, que uno termine amando su propio laberinto.

Así, esta no es una novela que se pueda leer con una brújula en la mano esperando un camino tradicional. Lo que sí hará tal artefacto es apuntar de tanto en tanto en alguna dirección que, de seguirse, llegará a alguna interpretación diferente.

¿Quién es Ernesto Castro?

Ernesto Castro es un escritor, pensador y sonámbulo milénial. Profesor de Estética en la Universidad Autónoma de Madrid, ahora ultima su Trilogía platónica, elabora su propio sistema filosófico (el «naturalismo genérico»), prepara una historia del pensamiento migrante «iberográfico» y edita sus Poesías reunidas (2006-2023). Participó en el 15M, realizó una gira de conferencias por México y ha publicado media docena de libros de no ficción, el último de los cuales se titula ¡El gran Pan ha muerto! Palimpsestos todológicos. Su tesis doctoral, la primera en castellano sobre el giro realista contemporáneo, ha sido traducida al inglés por la editorial alemana Mohr Siebeck. Vive en Arganzuela, tiene novia, escribe poesía y busca agente literario, no necesariamente en ese orden. Posee un canal de YouTube con más de 147.000 suscriptores, donde divulga los vídeos de sus clases y conferencias. Quiere recorrer el camino de Santiago o volar a Guinea Ecuatorial; cualquiera de las dos le vale.

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