La poesía destruye, problematiza y reconstruye. Una charla con Esther M. García
En esta plática, la creadora comparte su postura sobre la tradición femenina en la literatura, el machismo en la comunidad cultural, los proyectos que tiene, además de por qué considera que la poesía es necesaria en una época como esta.
Vanguardia (V).- Tu escritura se diferencia del canon y la tradición femenina. ¿De dónde vienen esas experiencias?
Esther M. García (EMG).- Siempre he hecho esta onda de la violencia. Tengo una obsesión con la violencia porque viví mucha violencia. Vengo de un núcleo muy violento, muy de violencia familiar. Creo que cualquiera puede decir que viene de ahí, pero también influye cómo se interiorizan todas esas experiencias vitales, y cómo se transforman.
Hay una cosa que a mi me gusta mucho que es hablar de la violencia de género, porque siempre dicen: “ay, la violencia de género es esto, es lo otro”. A mi me gusta problematizar al lector, me gusta hacerlo sentir mal, me gusta darle el batazo en la cabeza porque creo que la verdadera literatura es aquella que te remueve los cimientos, y que te da el golpazo. Uno que te hace decir: “qué pasó aquí”. Entonces piensas y te hace replantearte las cosas en el mundo. Sino, no creo que vale la pena.
Creo que hay experiencias estéticas que son bonitas y después puedes limpiarte el culo con ellas y tirarlas y ya. Ya pasó. Y las que te quedan por el resto de la vida son estas, las que te clavan el puñal en el cuello, las que te cuestionan. Creo en hacer eso en mi literatura.
Muchos dicen: “ahora hay que cuidar mucho las posturas, cuidando lo que dices y todo como en lo bueno para no verte mal y que no te cancelen. a mi no me interesan si me cancelan o no me cancelan o me hacen o no me hacen”. Lo que me interesa no es lo mío, sino cómo eso afecta al lector, cómo lo va a problematizar. Esto viene a través de la experiencia y la crueldad. Una mirada estética de eso, que siempre me ha llamado la atención porque es lo que a mi me ha removido y dejado pensando.
Creo que en un mundo tan violento como en el que vivimos es necesario problematizarnos, cuestionarnos.
V.-En una entrevista pasada con Vanguardia, dijiste que a partir de tu obra tienes ciertos privilegios. Por ejemplo, más exposición: ¿cómo unes ir en contra del sistema patriarcal y la desigualdad que se enmarca a partir de ahí y al mismo tiempo tener más privilegios que otras escritoras? Son quizá una paradoja.
EMG.- Así como lo dices: son como una paradoja. Es muy difícil irte hasta el centro de los privilegios y tratar de destruirlos y reconstruirlos al mismo tiempo. ¿Cómo construyes algo nuevo sin un modelo? Entonces tienes que experimentar. Y cómo no hay un modelo que no se base en las teorías de poder... ¿Qué puedo hacer?
Por mi parte soy sincera y mi sustento de trabajo es la escritura. O sea, yo vivo de escribir, trato de hacer lo mejor que puedo, porque de eso depende el dinero que voy a tener para mandar a mis hijos a la escuela, para comer, pagar las cosas. Hacer eso, decir: “me siento a escribir este libro para entrar a esta convocatoria y ganar este dinero”, la gente lo ve de una manera mercenaria. No me interesa, porque no son gente que me ayude a nada, es gente que se la pasa hablando y criticado.
Pero escribir y ganar premios y quedar en las convocatorias empieza a darte cierta fama que no se siente. Yo no la siento porque vivo en una casa normal, tengo una vida simple, como los demás. Pero mucha gente dice: “tiene premios, me interesa lo que hace, me interesa lo que dice y a quién está nombrando, porque si lo dice alguien que tiene este renombre, entonces es interesante”.
Eso me da cierto rango de poder y privilegio, entonces digo: “qué hago con esto, en mi vida cotidiana no me sirve de nada, hay muchísima gente que no lee, que no le importa lo que haces, porque tiene que vivir su vida”.
Pero en mi ramo a la gente sí le importa.
¿Qué puedo hacer con eso? Visibilizar a las demás, nombrarlas, entrevistarlas, ayudarlas a presentar su libro, hacer el mapa de escritoras para que vean su obra y su semblanza.
En ese privilegio y ese rango de poder que se da de manera vertical, yo trabajo para ir destruyendo la estructura y hacerlo horizontal. Esta soy yo, pero a mi lado están todas estás. Adelante están unas y detrás de mí otras más. Puedo mostrarlas. Eso es lo que trato de hacer.
Hay otras escritoras que dicen: “esto está muy cabrón, si te descuidas te quitan lo que has logrado y se te vienen encima”.
Y pues sí, pero son pensamientos e ideas distintas. Yo no tengo como meta salvaguardar mi lugar en la literatura, sino que a través del trabajo constante que pueda hacer darles voz, mostrarlas para que vayan las conozcan, y ellas hablen y ellas respondan y se expresen.
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V.- Si pudieras elegir algún cuento, poema, ensayo o libro tuyo como favorito, ¿cuál sería?
EMG.- “La destrucción del padre” porque fue un libro que me tomó muchos años trabajar, tuvo muchas versiones, y está basado en la figura de mi papá. Mi papá fue mi primer tutor literario desde que tenía unos 6 años. Me enseñó muchas de las bases que cuando entre a estudiar letras españolas a talleres literarios, yo decía: “bueno, es que esto ya me lo enseñó mi papá”.
Me di cuenta que me abrió una puerta del conocimiento muy muy grande. Y aunque no fue el mejor papá, ni la mejor persona, a través de sus enseñanzas me convertí en la mujer que soy y lo que he hecho.
A lo mejor “La destrucción del padre” no fue un libro muy bien aventurado. Como si estuviera maldito. Pero me dio muchas satisfacciones porque me permitieron desarrollar mis herramientas como poeta.
V.- ¿Has escrito algo de lo que te arrepientas?
EMG.- Un libro del que me arrepiento un poco por el tratamiento que se le dio es el de “Sicarii”. A veces lo veo y digo: se ve mucho que fue de mis primeros libros junto con “La doncella negra”. Me arrepiento porque es un libro que tiene una riqueza que no supe aprovechar porque no tenía las herramientas. Cuando lo veo digo: “maldición”.
Y hay otro libro que es “Las tijeras de átropos” que de repente lo leo y digo: “está muy misógino, pero era lo propio, era mi primer libro, estaba muy influenciada por muchos autores plenamente en letras españolas donde la mujer no es visible. Y eso lo interiorizas y luego lo sacas por medio de la palabra”.
Me han dicho: “lo leí y es la antípoda de lo que has escrito en pro de la mujer”. Si se ve que es una mirada misógina.
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V.- Hay machismo en la comunidad literaria. ¿Cómo ha afectado tu carrera?
EMG.- Creo que vivir todas estas violencias me dio cierta resiliencia, cierta capacidad de no normalizar, sino sobrellevar estas cosas y tratar que otras escritoras no sufrieran las mismas violencias.
Antes de que yo sacara el mapa, se hizo el movimiento de “Me too escritores mexicanos”. Y no se llevó a cabo de la mejor manera posible porque no había las herramientas necesarias. No trabajaron en equipo todo se desfasó y se llevó a otras áreas. Pero eso me dejó cierta información de cómo reelaborar las cosas de lo que yo quería hacer.
V.- Con la iniciativa del mapa de escritoras mexicanas, siendo mamá, escribiendo libros, qué terminas sacrificando al final del día o cómo tratas de darle contra peso a la balanza.
EMG.- Físicamente es mi sueño. Casi no duermo. Lo otro es estar a lado de mis hijos porque aquí no hay un papá. Nomás estoy yo y ciertamente sacrifico un poco estar al lado de ellos. A veces que yo estoy trabajando y ellos están a un lado mirándome, viendo la tele, brinque y brinque, diciéndome cosas y yo “sí”. Es una dinámica que a veces se da. Estar un poco lejos en la real convivencia. No creo que sea muy distinto a lo que hacen muchas madres de familia cuando van a trabajar y que pasan muchas horas fuera.
A mí físicamente me ven, pero estoy alejada porque estoy haciendo mil cosas en la computadora o en videollamadas o en una charla.
Por otra parte, en lo social, nunca he dejado de estar con la gente. Tengo mis amigos, mis amigos son super contados. Los cuento con los dedos de la mano, sí tengo una vida social de vernos y hablarnos de vez en cuando.
Mis mejores amigos no viven aquí, sino en Puebla y en la ciudad de México. Uno de mis mejores amigos en la literatura no vive aquí, vive en Nuevo León, es Sergio Pérez Torres. Entonces yo a mi manera tengo todavía esa convivencia con las persona que siento cercanas, pero no soy de salir, de estar con mucha gente.
V.- ¿Qué pasa con las niñas, mujeres, que todavía se enfrentan a que la sociedad les dice que no se dediquen a la literatura?, ¿qué les dirías, les das un consejo, por donde empezar.
EMG.- Inicialmente que usen todo lo que les está pasando, todos los mensajes que reciben, todo lo que las rodea. Eso sirve mucho para la escritura. En los talleres nos dicen: habla de lo conoces, escribe de lo que sabes. Y creo que eso es importante. Tienes que conocer tu propio mundo y si quieres sumergirte en otros contextos necesitas primero esa parte, la información, que tengas todo a la mano para darle realismo y balance para el lector.
A veces cuando pienso en mi escritura pienso algo que dijo Jorge Luis Borges, en el ensayo de Siete Noches, donde menciona que el alimento de los héroes siempre es la desdicha, la discordia, la infelicidad, puras cosas negativas. El comentario es que se trabajen para convertirlas en cosas sublimes o que puedan llegar a serlo.
Entonces cuando vemos a nuestro alrededor cosas negativas, siempre podemos trabajarlo para que se convierta en algo que merezca la pena ser leído o vivido por otros.
Tengo eso como una máxima en mi escritura. Porque luego vienen épocas difíciles para todos. Y te preguntas, por qué vivo todo esto, de qué me va a servir. Cuando yo estaba pequeño le decía a mi papá que yo iba a ser escritora y él me decía: “no vas a ser escritora, porque no existen escritoras, si hubieras nacido hombre, con la inteligencia que tienes, podrías tener un espacio, pero eres mujer y las mujeres no existen en la literatura”.
Él obviamente está hablando desde su contexto. Él me decía que le hubiera gustado que yo naciera hombre para que tuviera más oportunidad, pero me decía: “no se pudo, saliste mujer”. Entonces siempre luché en contra de eso. A mi me quisieron poner una valla de que no se traspasa nada por el genero, o por sexo con le que había nacido.
Les diría que es un trabajo de resistencia, disciplina, esfuerzo y dedicación. Si no tienes esto, a muchos les puede parecer equivocado. Es complicado.
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V.- ¿Tienes algún proyecto que por más que lo impulses nomás no sale?
EMG.- Sí, son unas novelas. Me lo pidieron para una editorial en Ecuador. Ya está todo, pero se viene la pandemia, y me dicen : “¿sabes qué? no voy a tener dinero suficiente para los libros”.
Un amigo mío en Random House me dice: “me encanta tu obra, manda tu novela”. La envió, pasa el dictamen positivo de dos personas y cuando parecía que iba a ser todo, la editora del me dice: “se me hace que no, como este es más de feminismo muy radical”. Y no salió porque sentían que no iba con el espíritu de la colección que se estaba trabajando
Se ha quedado en el tintero, pero no se ha podido, la estoy trabajando, no le quitaré su espíritu iracundo. He leído mucho a Die Klavierspielerin, Agota Kristof, Maria Fernanda Ampuero... Entonces así de densa está la novela.
Entiendo que las editoriales tienen su catálogo, sus preferencias, sus públicos. Esta es una novela que ahí está, le doy sus retoques y espero el momento oportuno para que ese publique.
V.- ¿Por qué nos hace poesía en una época como la nuestra?
EMG.- Lo que he escuchado cuando alguien responde eso es siempre algo muy romantizado: para que el mundo sea un lugar mejor; yo no pienso así.
Pienso en la poesía como un elemento que puede destruir, que puede colapsar, que puede problematizar, que puede reconstruir las bases de una sociedad.
No como una respuesta panfletaria, sino que es un artefacto pero con vida propia. La pienso como la tecnología que de pronto se vuelve algo vivo como la inteligencia artificial.
Es entender qué piensas desde ti mismo y refleja algo que tiene el lector. La poesía es un arma muy poderosa, un artefacto natural hecho desde el lenguaje que puede construir y reconstruir muchas cosas.
La poesía es muy necesaria en esta época porque tenemos muchas ideas que ya no están acordes a cómo los vamos ciervo como sociedad.
Pensamos en las entidades binarias, transgenero, de los feminicidios... Imagínate que la poesía no hable de todo esto, sino que hable de los animalitos, la niebla y del desierto y de dioses antiguos. No digo que no esté bien, pero sí creo que debe haber una evolución.
V.- Si pudieras hacer 3 cambios inmediatos en el sistema cultural en México ¿cuáles serían?
EMG.- Primero sería una horizontalidad en el poder. También la visibilidad de todas las mujeres no nada más en su literatura, sino en todo el gremio cultura. También el acceso pleno al conocimiento de todas las áreas.
A veces nos enfocamos en una sola área y nos cerramos a que la literatura solo se puede hacer de una forma. Nos perdemos de otras experiencias que no pueden llevarse a cabo porque no tenemos la información libre. A veces no queremos acercarnos a ellas.
Hay gente que dice que la literatura ya no va a avanzar porque ya ocurrieron las grandes vanguardias. Pero ahí está la tecnología que nos está dando poesía con realidad aumentada, poesía con inteligencia artificial, las literaturas expandidas.
Esa resistencia al cambio tiene que cambiar.
V.- ¿Tienes tú un tema tabú que te cueste abordar?
EMG.- Parecería que no lo hay por la manera en la que escribo y todo lo que he enunciado. Pero quien me ha leído lo sabe: nunca hablo de amor.
Se me dificulta mucho, no es una experiencia que pueda verbalizar de manera concreta, porque soy una persona que piensa de manera muy lógica.
Para mi esa es una emoción racionalizada. Me han dicho que si escribo sobre amor sería más feliz. (Se ríe). Ese es mi tema tabú.