En la muy completa y erudita historia sobre la guerra de los cristeros (1926-1929), a la que su autor Jean Meyer dio el título de “La Cristiada”, el académico da cuenta de cómo durante el conflicto religioso los menos interesados en que las hostilidades concluyeran fueron los jefes militares. Es decir, éstos hacían lo necesario, valiéndose de distintos medios, para que la guerra continuara.