LO QUE SE QUEDA: Nada por qué matar o morir, el deseo de John Lennon
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Quienes éramos adolescentes cuando ocurrió el crimen, seguimos sin comprender la falta de límites en un mundo cada vez más violento
Las (malas) noticias siempre saben cómo llegar. Implacables. Presentes. Veloces. A falta de redes sociales, en 1980 la rapidez de la información la disputaba la radio. Por estas fechas hace 43 años yo era una adolescente de 14 años, iba en segundo de secundaria donde era común que los alumnos llevaran “de contrabando” un radio de pilas para escuchar durante el recreo. La diversidad de géneros musicales preferidos entre la juventud de aquellos tiempos se reducía a pop en español, pop en inglés, a veces rock y desde luego, el glorioso y perdurable estilo ranchero. De todos se oía en los corrillos que poblaban las jardineras de la escuela a media mañana.
Al principio, la noticia más importante de ese 8 de diciembre fue confusa: “Mataron a John Lennon”. “Le dispararon en Nueva York”. “El de los Beatles”. Entonces los géneros musicales desaparecieron en la radio para inundar el ambiente con “Imagine”.
Con el paso de las horas se supieron detalles como el nombre de Mark David Chapman, el supuesto criminal. “Tiene 25 años”. “Lennon quedó tirado en la calle, afuera de su apartamento”. “Le dio cuatro balazos”.
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Hubo lágrimas, consternación. La tristeza se sentía en los salones de clase. Los maestros, inconsolables, intentaban consolar a los alumnos. El grupo se había separado hacía 10 años. Para los de mi generación su música era “de viejitos”, pero sus letras estaban presentes en nuestras clases de inglés, en las películas, en las pláticas de nuestros padres... y así es todavía en la segunda década de este siglo.
También permanece el sentimiento de desamparo, de vulnerabilidad, de injusticia, en especial cuando el tiempo va despejando datos tan increíbles como absurdos, como los revelados por la cadena BBC cuando por onceava vez le fue negada la libertad condicional a Mark Chapman, declaró que le arrebató la vida a John Lennon porque “era extremadamente famoso”.
“No lo maté por su personalidad o la clase de hombre que era. Era un hombre de familia. Era un ícono. Era alguien que hablaba de cosas de las que ahora podemos hablar y eso es excelente.
”Lo asesiné (...) porque era muy, muy, muy famoso y esa es la única razón y yo estaba muy, muy, muy, (concentrado) buscando la gloria personal, (fue) muy egoísta.
”Quiero agregar eso y enfatizarlo mucho. Fue un acto extremadamente egoísta. Lamento el dolor que le causé a ella (Ono). Pienso en ello todo el tiempo”, dice el artículo de la cadena británica publicado en septiembre de 2020.
El hombre que a la fecha tiene 68 años, ofrece disculpas a la viuda del astro musical, Yoko Ono, como si el agravio se limitara al entorno familiar del genio musical. Insiste en que cometió el homicidio “por gloria personal”, pero en una reunión de la junta de libertad condicional se le describió como una persona profundamente religiosa y como un “cristiano devoto”. Es aquí donde la confusión aumenta. Quienes éramos adolescentes cuando ocurrió el asesinato de alguien inocente y ajeno a las ambiciones de inmortalidad por parte de un individuo, seguimos sin comprender la falta de límites en un mundo cada vez más violento. Así lo dejó dicho John Lennon: “Quizás digas que soy un soñador. / Pero no soy el único. / Espero que algún día te unas a nosotros. / Y el mundo será uno solo”.