Ahora que el negocio de las cafeterías vive un boom en Saltillo, sea en la modalidad de beber en el lugar y pasarse un tiempo ahí platicando, o con el servicio Drive Thru; no está de más recordar a los pioneros.
Si usted es un habitual de las calles del centro, sobre todo de caminarlas, seguro ha pasado por donde Manuel Pérez Treviño hace esquina con Padre Flores; y ahí ha sido sacudido por el intenso aroma a grano de café tostado.
De ese local, que hoy es el expendio Café Ese, y que en los 60 del siglo pasado fue la Cafetería Colón, llamada así porque vendían café de esa marca; solo se puede decir que como el Cerro del Pueblo, ya es parte integral del paisaje urbano.
Ubicados, podemos ver en una serie de fotografías lo que esta modesta edificación es: un espacio de apenas unos metros cuadrados, con puerta a Pérez Treviño y otra a Padre Flores, que siempre ha tenido vendedores ambulantes en ambas banquetas.
En la foto más antigua, de 1960, por la acera de Manuel Pérez Treviño, con el callejón del paseo Damián Carmona separándolos apenas, aparece el Restaurant Saltillo, que no soportó el paso del tiempo y cuyo local ha albergado multitud de negocios de giros distintos; desde la venta de cestos y contenedores y posters y discos, hasta artesanías.
A todos esos devenires que vieron aparecer y desvanecerse apuestas empresariales, sobrevivió el expendio de café que nos ocupa.
FOTO QUE DESATA LOS RECUERDOS
En la publicación de Facebook de la añeja foto, con casi 500 reacciones, 52 comentarios y que fue compartida 37 veces; se entrecruzan el amor por el café y a lo antiguo que se niega a morir.
Hace alrededor de 10 meses, el usuario Planeta Zeta Asturias comentó que su padre, español y asturiano como él, trabajó en ese local cuando tenía 18 años. “Gratos recuerdos tiene mi padre de esos cinco años trabajando”, publicó. Dice que tienen muy presente en su familia aquella época y señala que su padre tiene ya 84 años, (hoy serían 85).
Por la misma fecha, Albert Tovar colaboró con una pregunta: la de que si alguien recuerda a la señora que vendía quesos sobre la calle Pérez Treviño, “del lado derecho de la puerta principal”.
Como seña particular dijo que se trata de una viejita de pelo cano con mandil y lentes y luego ofreció como regalo el libro “Maravillas de Coahuila”, de Garza Tobón a quien lo saque de la duda, y tanto él como los lectores, seguimos en la incertidumbre.
Enrique Torres recordó el famoso Café Colón y también cómo lo anunciaban: “El que descubrió el gusto por el buen café”, equiparando el descubrimiento de un continente con el de una buena bebida. Adrián Luna habló incluso del dueño, Bartolo Colón.
De los años prósperos del Café Colón hizo memoria Carmen Liliana Romero, que recuerda la camioneta parada en la esquina de Madero y Viesca, en Parras de la Fuente, a donde llegaban de Saltillo a vender el Café Colón en “bolsas rojas o sobres pequeños”.
Robin Rojo lamenta la imagen que tiene ahora ese local y sin aclarar quién debe hacerlo, propuso que se relanzara la imagen de los dos cafés saltillenses, el Ese y el Oso. “Ambos excelentes y competitivos”.
Para resaltar cómo esa esquina aromada a café era casi un centro comercial, Benjamín Garza recordó a doña Nicolasa ofreciendo tamales y champurrado en invierno, a doña Inés en verano vendiendo aguas frescas, a doña Cuquita haciendo lo mismo con sus gorditas, y a la fruta del señor Ramírez. Afuera de esos negocios, como aún hoy lo pueden comprobar, revoloteaban los vendedores de nopales, cabuches, tortillas, cilantro y demás, todo fresco dijo María Margarita Díaz Aguilar.
Y AHÍ SIGUEN COMERCIANDO
Sefora de Moises confirma lo dicho al inicio de la nota, que el negocio existe y funciona y lo sabe porque ahí compra su café; mientras Mayra Danessi Hernandez se remontó a su infancia, para recordar a su bisabuela comprando en ese local y agradeció el recuerdo.
Eduardo Manuel Molgado Torres se dedicó a dar detalles de las calles más que del negocio. Dijo que Padre Flores, de la calle Guadalupe Victoria a Manuel Pérez Treviño, por aquellos años tenía circulación de carros de norte a sur y después la convirtieron en la exitosa zona peatonal que es hoy.
Andrea Barraza Zuñiga señala que la fachada en los 60 está mejor que la de ahora y Luis Reyna dice que esto evidencia el atraso de la ciudad en comparación con otras. “Estaba mejor en la foto antigua”, dijo lapidario David Irach.
Jorge Banda recordó la frase con la que en la XEKS, una estación pionera en Saltillo, se promocionaba el negocio. “Desde que amanece, un café apetece. Café Ese”.
A la pregunta de si han probado este café, la respuesta fue afirmativa y multitudinaria. Por supuesto, dijo Mariasun Hernandez Alvarado,“sobre todo el combinado, Córdova y Caracolillo”, que a decir de Clemente Barcenas, es la mejor combinación.
Guillermo Fernando Moeller Villar dijo que no sabe si aún lo siguen moliendo y embolsando a gusto del cliente, pero que su mezcla es: tres cuartos de Córdova y un cuarto de Caracolillo.
Livia Jiménez publicó que siguen moliendo el café y es riquísimo y con ella fueron varios los que coincidieron
Si bien Daniel Alberto Cerda Hernandez celebra que siga por ahí el expendio de Café Ese, y se puede coincidir con él en eso; la verdadera riqueza de la ciudad, es la enorme variedad de cafés por conocer y establecimientos por visitar.
Ya hoy los centros comerciales ofrecen cafés de casi cualquier parte del mundo y a precios accesibles, lo que da aún más valor a que este café siga vigente.
Eso de que el café nos corre por las venas aún en estos tiempos, lo demuestran las unidades del Grupo Caffenio, las de la firma Starbucks, las Andatti Drive y los muchos negocios de empresas locales de venta de café por especialidad, como Coffee Cup, El Venenito, Victoria 77, Buongiorno, Postres Don Fede Café y Kala.
En nuestra ciudad se le siguen dando opciones a los amantes de esta bebida, que nació en Etiopía y ahora cubre el mundo
ALGO DE LOS FAMOSOS AMANTES DEL CAFÉ
Como tantas bebidas temidas, con razón o no, en algún tiempo se vio como un oscuro vicio el tomar café y con ánimo provocador, en 1732, Johann Sebastian Bach escribió The Coffee Cantata, a manera de un modesto homenaje.
Este tributo Voltaire lo hacía a diario ingiriendo alrededor de 40 tazas, afición a la que dedicaba buena parte de sus ingresos y que Honoré de Balzac replicaba al jactarse de consumir más de 50 tazas por día promedio.
Ludwig van Beethoven era metódico, elegía 60 exactos granos de café para cada taza que bebía y Bukowski contrarrestaba sus habituales borracheras con un café negro y amargo.
Flaubert, que también lo consumía amargo, decía que le mejoraba el humor y a Jonathan Swift lo volvía “disciplinado, profundo y filosófico”.
El café también tuvo un mártir, Severino Di Giovanni, el periodista, obrero y poeta anarquista italiano que pidió un café “muy dulce” antes de que lo ejecutaran y el que seguro no sabía y tampoco lo hubiera importado saber, que la bebida cuyo sabor lo acompañó a la tumba, ayuda a reducir las probabilidades de morir por males coronarios, accidentes cerebrovasculares, diabetes y enfermedades renales.
Ahora no nos queda más que suscribir que la vida es eso que empieza después de una taza de café.