Saltillo y sus leyendas sobre tesoros en supermercados, escuelas y casas
Tres historias distintas, épocas diferentes, pero algo en común: tesoros ocultos. ¿Crees en los fantasmas que regresan a reclamar lo que es suyo? ¿o en humanos que se quedan con lo encontrado?
Si no fuera debajo del colchón, ¿dónde esconderías tus posesiones más valiosas? En Saltillo hubo personas que durante los siglos XIX y XX las ocultaron en las paredes y en el suelo. O eso dice la tradición oral.
También se cuenta que cuando esos terrenos fueron trabajados para la construcción, los antiguos tesoros salieron a relucir. Otra versión dicta que algunas almas no podían descansar reclamando lo que era suyo.
Esta ocasión recorreremos tres leyendas distintas, épocas diferentes y cada quien creerá en el desenlace que más le convenza.
Nuestros escenarios: un supermercado, una escuela y una casa. Los personajes: vecinos; inquilinos; una familia; un cochero; albañiles; constructores y encargados de obras.
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El supermercado
A finales de 1846 el ejército de Estados Unidos entró a Saltillo con fines de expansionismo territorial, aprovechando desacuerdos internos en México acarreados desde la Independencia.
Cuando los estadounidenses se alojaron en la ciudad edificaron el “Fortín de los Americanos”, en la loma que actualmente es el “Parque Mirador”, en la Zona Centro.
Al final de esa loma, por la parte sur, se cree que alguien escondió un tesoro. Escritores locales especulan que pudo ocurrir durante la invasión estadounidense, aunque no se sabe quién lo habría hecho, si soldados norteamericanos, mexicanos, o quizá españoles protegiendo sus pertenencias.
El sitio preciso es la manzana que conforman las calles de Pedro Aranda, Antonio Cárdenas, Gustavo Espinoza Mireles y Gerardo Gutiérrez.
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En la década de 1990, cuando se rebajó la loma con el fin de construir un centro comercial, llamó la atención que de pronto las labores fueron interrumpidas.
El colectivo social no tardó en especular, y la versión que tomó fuerza refería que los trabajadores encontraron un cofre con oro y que el contratista se quedó con él.
Pasó una década de eso, hasta que la construcción se reanudó y se abrió el supermercado “Gigante”, que tras varios años en la ciudad cedió ese espacio al “Soriana” que encontramos hasta hoy.
La casa
En el centro de la ciudad, en la actual calle Praxedis de la Peña, ubicada a escasos pasos del Museo de las Aves de México, vivió la familia de un comerciante español que llegó a Saltillo en 1915. Sus pormenores, como los nombres, son desconocidos.
Lo acompañaban su esposa, su hijo y un primo. Este último era cochero, muy similar al oficio de taxista, pero en esa época brindaban servicio de transporte dirigiendo los coches a caballo.
Una anciana, vecina de la familia, fue testigo de que un día el niño jugaba con la pistola de su padre cuando por accidente esta se disparó. La bala alcanzó al cochero, y murió.
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La familia se fue de Saltillo, se presume que con motivo de la tragedia. Uno de sus parientes vendió la finca y los nuevos dueños optaron por rentarla a varios inquilinos.
Tiempo después, una vecina afirmó ver una sombra, la describió: “como de un hombre que se hundía en el piso y se iluminaba como con un resplandor”.
Otro de los residentes, de oficio frutero, dijo que en la parte posterior de la casa vio: “un intenso haz de luz, que parecía surgir del subsuelo”.
La leyenda narra que aquel acontecimiento luminoso era frecuente. Con conocimiento del incidente entre el niño y el cochero, los pobladores decían que quizá era el primo penando en la casa por haber muerto sin confesarse.
La misma vecina que describió la sombra, contó que una noche observó por la ventana que el frutero y su cuñado escarbaban con pico y pala. Sólo se alumbraban con una lámpara de petróleo.
Después de aquella escena, el frutero desalojó su casa. Las versiones apuntaron a que hallaron un tesoro y se convirtió en un próspero comerciante.
¿Acaso la familia española había olvidado algo? O más que olvido, ¿fue a propósito?
La escuela
En 2016 se llevó a cabo el proyecto “Plaza Coahuila”, que consistió en construir un espacio verde y de recreación sobre la céntrica calle Juan Antonio de la Fuente, justo enfrente de la Escuela Coahuila.
Para ello, fue necesario demoler viviendas, una cantina y un kínder. El derribo de este último, el “Jardín de Niños Coahuila”, dio pie a que surgiera una leyenda urbana que mantuvo a los vecinos de la zona en suspenso.
Como chisme de barrio, comenzó a circular la historia de que unos albañiles encontraron un tesoro enterrado ahí gracias a las excavaciones que realizaban. Al dar con él, se fueron.
“De noche a veces se escucha un montón de gente pasar... mi hija escuchaba una carreta, lo que hallaron ha de ver sido eso”, comentó en ese entonces para Vanguardia la dueña de la tienda ubicada en la esquina de Arteaga y Del Arroyo.
La encargada de otro minisuper, “Miau Miau”, expuso: “dicen que ahí dentro de las paredes es donde se encontró el tesoro”, señalando unas viviendas que aún no habían sido tumbadas.
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En los trabajos de aquella obra se involucraron 35 hombres, de los cuales se reportó que no se habían ni sumado ni disminuido obreros.
Al ser entrevistado sobre esta leyenda que se volvió de interés público, el ingeniero encargado de la obra, Jaramillo, explicó: “es mentira... Fui a una tienda a varias calles de aquí y me preguntaron por el tesoro, sólo me dio risa”.
De manera oficial nunca se reconoció ningún tesoro cofre o algo similar, y como en las otras dos historias, este caso también quedó en la memoria colectiva y la tradición oral.
¿Tú qué harías si te encontraras un antiguo tesoro?
¿Tú qué harías si te encontraras un antiguo tesoro?
*Con información de Karla Guadarrama, Carlos Recio, Juan Oyervides, Arturo Berrueto y Archivo Municipal de Saltillo.
*Con información de Karla Guadarrama, Carlos Recio, Juan Oyervides, Arturo Berrueto y Archivo Municipal de Saltillo.
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