Templo y Plaza San Francisco, añoranzas y recuerdos del Saltillo de ayer
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La implacable piqueta del tiempo ha hecho mella en esta emblemática plaza, que se resiste a pesar de haber perdido grandes espacios de terreno, pero que aún hoy se yergue orgullosa de su rico pasado.
Conocida popularmente como Plaza San Francisco, pocos saben que el nombre oficial es Plaza Zaragoza. Situada en la esquina suroriente de la calle General Cepeda y Juárez, dicho espacio verde cuenta con un buen número de árboles centenarios.
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La plaza pública deriva del jardín del segundo convento franciscano que hubo en la ciudad, hay que recordar que el primero se estableció en 1591, a un lado del templo de San Esteban, en el antiguo pueblo de San Esteban de la Nueva Tlaxcala.
RAZONES PARA DEJAR LA CIUDAD
El acoso de los indios, la Corona Española, las Leyes de Reforma y por último el conflicto religioso de 1926 en tiempos del presidente Plutarco Elías Calles, denominada Guerra de los Cristeros o Cristiada, fueron los motivos por lo que la orden dejó en diferentes épocas nuestra ciudad. Los hermanos franciscanos regresaron en 1944 y hoy continúa la presencia de esta popular congregación religiosa.
El libro de cabecera de todo entusiasta del pasado de esta ciudad, “Historia de la Ciudad de Saltillo de Pablo M. Cuéllar Valdés, nos revela importantes datos sobre la construcción del templo de San Francisco, como que data de 1787 y el terreno para su construcción fue donado por el Ayuntamiento de la ciudad, en ese tiempo integrado por Antonio González Bracho, don Andrés Antonio de la Mata y Cos, don Juan Landín, don Pedro José de la Peña y don Juan José Valdés con la anuencia de don Pedro Fueros, Gobernador de la Provincia de Coahuila.
El inicio de la construcción estuvo a cargo del padre franciscano Fray Ignacio Vicente Dávila. San Francisco es el tercer templo más antiguo de la ciudad.
LA FE MUEVE MONTAÑAS
Para seguir con la austeridad franciscana, la fachada original de la iglesia era sobria y sencilla. Durante la década de los años cincuenta del pasado siglo, el edificio sufrió una completa remodelación y no es difícil imaginar que los recursos no fueron suficientes para terminar la obra.
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La propuesta contempló el levantamiento de dos torres y una bóveda de concreto. Dicha empresa no llegó a su terminación, al faltar los acabados y revestimiento, lo que no debió haber cambiado fue la fe de los creyentes y la esperanza de la llegada de tiempos mejores para terminar el proyecto.
Se dice fácil, pero después de casi 50 años se replanteó por completo la propuesta de remodelación y ahora luce con dos torres más tradicionales y acabados de cantera.
CONSTANTES DESPOJOS
El terreno que se destinó en principio para el templo, jardín y convento de San Francisco era bastante extenso, comprendía varias casas a ambos lados de la actual construcción y el edificio donde se construyó el convento y el jardín y un espacio destinado a cementerio. En 1856, el padre Serapio Manuel Ygnacio Flores Gauna, conocido como el Padre Flores, creó el Colegio Josefino, este promotor incansable de la educación, cuando fungía como director del colegio, pagó de su bolsa el sueldo de los profesores.
Al cierre de esta institución educativa, el edificio sirvió como sede del Ateneo Fuente. Este jardín fue por muchos años la estancia predilecta para matar el tiempo, antes y después de clases de los estudiantes del Ateneo.
Tiempo después el histórico edificio del ex convento y Ateneo Fuente, sirvió como cuartel, oficinas de un sindicato de trabajadores y fue derribado en 1956 para dar paso al edificio de la Universidad de Coahuila, propósito que no se llevó a cabo.
EDUCACIÓN VS BUROCRACIA
En el inmueble del Edificio Coahuila se pensó en principio albergar la naciente Universidad de Coahuila, sopesaron las cosas y los planes cambiaron; se dio prioridad a la burocracia federal y estatal y en los seis pisos con los que contaba se instalaron varias oficinas del gobierno estatal y otras más federales.
El edificio tenía un solo elevador, la nómina de burócratas contempló abrir la plaza de elevadorista. En los últimos años en que prestó servicio, el vetusto artefacto fue protagonista de múltiples sustos para trabajadores y visitantes, la falta regular de mantenimiento hizo que se quedara atorado una decena de veces, provocando pánico entre los que se encontraban dentro.
TEMPLO PROTESTANTE
El gobernador Evaristo Madero Elizondo decidió vender el predio contiguo de la parte sur del templo de San Francisco y otorgar las facilidades necesarias para la instalación de uno de los primeros templos protestantes de la ciudad.
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En 1884, el ministro Guillermo D. Powell adquirió el terreno para erigir la Primera Iglesia Bautista, la cual fue construida a pesar de haber encontrado resistencia de varios católicos saltillenses.
DE JARDÍN FRANCISCANO A PLAZA PÚBLICA
Antes de finalizar el siglo antepasado, en el centro de la Plaza San Francisco se encontraba una fuente de agua donde estaba posada una pequeña figura de Neptuno. En el mes de abril de 1906 se instaló un quiosco, fue traído de la Alameda Zaragoza.
Semanas después se colocó en la parte norte de la plaza la estatua de don Benito Juárez, ahí encontraría su nuevo hogar lugar, después de haber estado en la Alameda Zaragoza, luego en la Plaza Acuña frente a la puerta norte del Mercado Juárez, hasta que en 1977 fue llevada al Recinto de Juárez.
DE ALGUNAS ANÉCDOTAS
El destino final del antiguo quiosco es curioso, si mal no recuerdo, en tiempos de la administración del gobernador Eliseo Mendoza Berrueto, se dio la orden de retirar el quisco de la plaza. Techo, maderas y barandales de hierro forjado fueron llevados para su resguardo a una bodega del Centro de Convenciones.
Una funcionaria que ahí trabajaba decidió trasladar y montar el quisco en el jardín de su casa. Personas encargadas de la bodega, al darse cuenta de que el quisco ya no estaba, inquirieron a la funcionaria sobre el mencionado templete, la trabajadora pública, respondió: “Me lo lleve a mi casa porque temí que alguien se lo fuera a robar”, el quiosco fue devuelto, pero no se supo más de él.
CONTRADICCIONES HISTÓRICAS
En 2003 fui comisionado por el gobernador Enrique Martínez, tuve la honrosa encomienda para llevar a cabo una serie de eventos por el 25 aniversario de la muerte del torero saltillense Fermín Espinosa Saucedo, Armillita Chico.
Con el propósito de honrar la memoria del torero más grande de todos los tiempos, el mandatario estatal dispuso que se erigiera una estatua, la obra fue ejecutada por el escultor yucateco Humberto Peraza y Ojeda.
En la magistral escultura de tamaño histórico de 2.20 metros, se plasmó el lance de “La Saltillera”. Cuando el monumento fue terminado, recibí la indicación de proponer el lugar idóneo para instalar la flamante estatua, después de proponer varios lugares, propuse la Plaza San Francisco por dos razones: La primera, estaba vacío el lugar donde había estado la estatua de Juárez y la segunda, el torero había nacido en la calle de Guerrero, a unos pasos de la plaza.
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El gobernador Martínez pensó las cosas dos veces, ve con el párroco de San Francisco y pídele permiso de poner la estatua. Me dirigí con el párroco, desgraciadamente no recuerdo su nombre, al llegar plantee de manera clara la intención de colocar la estatua en la plaza, el padre con cara seria me dijo: “¿Entonces quieren poner una estatua de un matador de toros, en la plaza que lleva el nombre del santo protector de los animales?”
Me quedé sin habla, momentos después el padre soltó una sonora carcajada, muy sonriente enfático me dijo: “Claro hombre no hay problema, póngala cuando gusten, ¡ah!, pero dígale al Gobernador que le encargo una estatua de San Francisco”.
La aprobación y deseo del cura los transmití tal cual. Seguimos en deuda con Don Panchito. saltillo1900@gmail.com