Cómo el estrés transforma tu forma de comer... y por qué no es tu culpa
COMPARTIR
El estrés no solo impacta la mente, también altera la forma en que el cuerpo regula el hambre y la saciedad. Comer de más, perder el apetito o buscar alimentos específicos tiene una explicación biológica
Cuando una persona vive bajo estrés constante, el organismo activa mecanismos de supervivencia diseñados para responder a amenazas. Esta reacción provoca cambios hormonales que influyen directamente en el apetito y la forma de comer.
Durante situaciones estresantes, el cuerpo libera cortisol, una hormona que puede aumentar el deseo por alimentos altos en azúcar, grasa y sal. Esta respuesta no es un fallo personal, sino una reacción biológica destinada a obtener energía rápida.
TE PUEDE INTERESAR: ¿Cómo saber si tengo gripe H3N2 tipo K?... esta es la prueba para detectarla
En otros casos, el estrés inhibe el hambre, generando falta de apetito o comidas irregulares. Ambas respuestas son normales y dependen de la duración, intensidad del estrés y características individuales.
POR QUÉ EL ESTRÉS MODIFICA LO QUE COMES
El estrés afecta áreas del cerebro relacionadas con la recompensa y el control emocional, lo que explica por qué ciertos alimentos reconfortantes parecen aliviar momentáneamente la tensión.
Estos alimentos estimulan la liberación de dopamina y serotonina, neurotransmisores asociados con el bienestar. El cerebro aprende rápidamente esta asociación, creando un patrón de alimentación emocional.
Lejos de ser una falta de disciplina, este comportamiento es un intento del cuerpo por autorregularse. Culparse solo incrementa el estrés y refuerza el ciclo de comer por ansiedad.
LA RELACIÓN ENTRE ESTRÉS CRÓNICO Y AUMENTO DE PESO
El estrés crónico mantiene elevados los niveles de cortisol, lo que favorece la acumulación de grasa, especialmente en el abdomen. Además, altera la sensibilidad a la insulina y dificulta la regulación del metabolismo.
Sumado a esto, el cansancio mental reduce la capacidad de planear comidas equilibradas, incrementando el consumo de productos ultraprocesados y reduciendo la atención plena al comer.
Este proceso no ocurre de la noche a la mañana, pero con el tiempo puede afectar la salud física y emocional, reforzando la sensación de culpa injustificada.
CÓMO ROMPER EL CICLO SIN CULPARTE
Comprender que no es tu culpa es el primer paso para mejorar la relación con la comida. El enfoque debe centrarse en reducir el estrés y no en restringir de forma extrema.
Estrategias como dormir mejor, realizar actividad física moderada, practicar respiración consciente y establecer horarios de comida regulares ayudan a restablecer el equilibrio hormonal.
Buscar apoyo profesional en nutrición o salud mental también puede marcar la diferencia, ya que el abordaje integral permite atender la raíz del problema y no solo sus consecuencias.
TE PUEDE INTERESAR | Influenza A H3N2: síntomas y diferencias con la gripe común y el COVID-19
DATOS CURIOSOS
· El cortisol elevado aumenta el deseo por alimentos dulces y grasos
· Comer bajo estrés reduce la percepción de saciedad
· La alimentación emocional es una respuesta adaptativa, no un fracaso.