Estados Unidos y China escalan la confrontación comercial y no hay una salida a la vista

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Durante años, las dos mayores potencias del mundo han coqueteado con la idea de una separación económica. La aceleración del deterioro de su relación comercial ha hecho que esa posibilidad parezca más cercana que nunca
NUEVA YORK- Un aumento descomunal de los aranceles, seguido de una represalia enorme. Blogueros nacionalistas chinos comparando los gravámenes del presidente Donald Trump con una declaración de guerra. El Ministerio de Relaciones Exteriores chino prometiendo que Pekín “lucharía hasta el final”.
Durante años, las dos potencias más grandes del mundo han coqueteado con la idea de una escisión económica a medida que aumentaban las tensiones entre ellas. La aceleración del deterioro de su relación comercial esta semana ha hecho que la perspectiva de ese divorcio parezca más cercana que nunca.
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Esto fue subrayado el miércoles, cuando China anunció un arancel adicional del 50 por ciento sobre los productos estadounidenses, igualando los nuevos gravámenes estadounidenses que habían entrado en vigor horas antes. China también lanzó un golpe contra las empresas estadounidenses, imponiendo controles de exportación a una decena de ellas y añadiendo otras seis a una lista de “entidades no fiables”, lo que les impide hacer negocios en China.

Los nuevos aranceles de China, que entrarán en vigor el jueves, significan que todos los productos estadounidenses enviados a China se enfrentarán a un impuesto de importación adicional del 84 por ciento. El miércoles por la tarde, Trump tomó represalias y elevó los aranceles sobre las exportaciones chinas a 125 por ciento. Ambas cifras habrían sido inimaginables hace unas semanas.
Con el máximo dirigente chino, Xi Jinping, y Trump enzarzados en un juego para ver quién se acobarda primero —cada uno reacio a arriesgarse a parecer débil haciendo una concesión—, la lucha comercial podría descontrolarse aún más, avivando las tensiones sobre otras áreas de competencia como la tecnología y el destino de Taiwán, la isla autónoma reclamada por Pekín.
Las tácticas a puño limpio de Trump lo convierten en una fuerza singular en la política estadounidense. Pero con Xi, se enfrenta a un duro oponente que sobrevivió a la agitación de las purgas políticas de finales del siglo XX en China y que considera que las tácticas competitivas de Estados Unidos tienen como objetivo último subvertir la legitimidad del Partido Comunista en el poder.
“Trump nunca se ha metido en una pelea de callejón en la que la otra parte esté dispuesta a pelear y a utilizar el mismo tipo de tácticas que él”, dijo Scott Kennedy, asesor principal del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales, un laboratorio de ideas de Washington. “Para China, se trata de su soberanía. Se trata del poder que tiene el Partido Comunista. Para Trump, puede que solo sea una campaña política”.
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La economía china, que ya se encontraba en una situación vulnerable debido a la crisis inmobiliaria, se enfrenta ahora al espectro de una recesión mundial y a una devastadora ralentización del comercio, su industria característica y principal motor del crecimiento. En una señal del creciente malestar de Pekín, los censores chinos parecían estar bloqueando las búsquedas en las redes sociales de etiquetas que hicieran referencia al número 104, la cifra de los aranceles estadounidenses antes del anuncio más reciente de Trump.
“Es una gran sacudida para la relación económica entre China y Estados Unidos, como un terremoto”, dijo Wu Xinbo, decano del Instituto de Estudios Internacionales de la Universidad Fudan de Shanghái, sobre los aranceles impuestos el miércoles. “Queda por ver si se trata de una agitación temporal o de una tendencia inevitable a largo plazo”.

Sin duda, la escisión entre Estados Unidos y China está aún lejos de hacerse realidad. Empresas chinas y estadounidenses como TikTok y Starbucks siguen atrincheradas en el país del otro. Y los bancos chinos siguen atados al sistema financiero estadounidense dominado por el dólar.
Según Kennedy, China y Estados Unidos se encuentran todavía en la fase de la política de riesgo calculado, cada una tratando de obligar a la otra a ofrecer un trato de rodillas. Pero el enfrentamiento podría volverse más peligroso si el gobierno de Trump persiguiera a las instituciones financieras chinas, por ejemplo, rescindiendo las licencias de los bancos chinos en Estados Unidos o expulsándolos del sistema internacional de pagos Swift.
Al oponerse a las medidas de Trump, Pekín se ha presentado como víctima de las prácticas comerciales desleales estadounidenses y del proteccionismo. La ironía es que China ha hecho lo mismo, si no peor, durante décadas, limitando la inversión extranjera y subvencionando a las empresas chinas.
El propio Xi no ha hecho ningún comentario directo sobre los últimos aranceles estadounidenses. Sin embargo, el miércoles por la tarde, poco después de que entraran en vigor, los medios de comunicación estatales chinos anunciaron que había pronunciado un discurso en una reunión con los otros seis miembros del Comité Permanente del Politburó, la cúspide del poder en China, así como con otros altos funcionarios. En él, Xi pidió a los funcionarios que reforzaran los lazos con los vecinos de China y “fortalecieran la cooperación industrial y en la cadena de suministro”.
Un portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores chino, Lin Jian, sí se refirió a los nuevos aranceles, diciendo el miércoles que China “nunca aceptaría un comportamiento tan arrogante e intimidatorio” y que “definitivamente tomaría represalias”. Los nuevos aranceles se anunciaron horas después.
Cualquier fractura entre las economías china y estadounidense se sentirá en todo el mundo. Los negocios fueron la base de la relación bilateral durante casi cinco décadas. Sin ellos, su compromiso en otras cuestiones globales, como la seguridad, el cambio climático y las futuras pandemias y crisis financieras, probablemente se estancaría.
China ha intentado restar importancia a su vulnerabilidad ante el caos económico desatado por el gobierno de Trump. Afirma que ha reducido su dependencia de los mercados estadounidenses para sus exportaciones y que su economía es cada vez más autosuficiente, especialmente en lo que se refiere al desarrollo de tecnologías propias.
Pero eso oculta graves problemas en la economía china, que se ha estancado en gran medida debido al colapso del mercado inmobiliario. Además, el ataque de Trump al sistema de comercio mundial, que incluye ir contra países como Vietnam, donde las empresas chinas habían abierto fábricas para eludir anteriores aranceles estadounidenses, golpea el núcleo de uno de los actuales y únicos puntos prometedores de la economía china.
Las consecuencias de la conmoción del comercio perjudicarán a Estados Unidos, que depende de China para todo tipo de productos manufacturados, pero perjudicarán más a China, dijo Wang Yuesheng, director del Instituto de Economía Internacional de la Universidad de Pekín.
“El impacto sobre China es principalmente que los productos chinos no tienen adónde ir”, dijo Wang. Eso hará estragos en las empresas orientadas a la exportación que fabrican productos como muebles, ropa, juguetes y electrodomésticos a lo largo de la costa oriental de China, que existen en gran medida para servir a los consumidores estadounidenses.
“Estas empresas se verán muy afectadas”, dijo Wang.
La amenaza para las exportaciones chinas agrava la difícil tarea de recuperar la inversión extranjera, que ha sufrido un éxodo desde la pandemia de covid y la introducción de estrictas leyes de seguridad nacional que hicieron cada vez más difícil hacer negocios en China.
Xi ha intentado atraer de nuevo a los inversores internacionales, recibiendo el mes pasado en Pekín a un grupo de ejecutivos procedentes del extranjero. En un discurso, dijo que el desarrollo de China se debía no solo al liderazgo del Partido Comunista, sino al “apoyo y la ayuda de la comunidad internacional, incluidas las contribuciones realizadas por las empresas con financiación extranjera en China”.
La estrategia de Pekín consiste ahora en contraatacar a Estados Unidos y esperar que Trump sucumba a la presión interna para que dé marcha atrás, dijo Evan Medeiros, profesor de Estudios Asiáticos en la Universidad de Georgetown, quien fue asesor para Asia del presidente Barack Obama.
“Saben que si ceden a la presión recibirán más presión”, dijo. “Se resistirán con la creencia de que China puede soportar más dolor que ellos”.
Hasta entonces, los dirigentes chinos parecen estar preparando al país para una lucha prolongada. Una señal: se ha permitido a blogueros influyentes opinar sobre la crisis y sugerir otras formas de tomar represalias contra Estados Unidos.
Uno de ellos, Ren Yi, un bloguero chino educado en Harvard a quien se le conoce por el seudónimo de “Presidente Conejo”, enumeró seis posibles contramedidas, entre ellas restricciones en China a las empresas de servicios estadounidenses, como bufetes de abogados y consultoras; recortar las importaciones de aves de corral y soya estadounidenses, y poner fin a la cooperación con Washington para reducir el flujo de fentanilo hacia Estados Unidos.
“La guerra comercial”, escribió, “no es simplemente una fricción económica, sino una ‘guerra sin humo’. Esto debe entenderse desde esa perspectiva”.
Vivian Wang colaboró con reportería desde Pekín y Keith Bradsher desde Guangzhou, China. Claire Fu colaboró con investigación desde Seúl y Siyi Zhao desde Pekín.
David Pierson cubre la política exterior china y la interacción económica y cultural de China con el mundo. Es periodista desde hace más de dos décadas. c. 2025 The New York Times Company.
Por David Pierson y Berry Wang, The New York Times.