Un ataque de Estados Unidos a Irán podría exponer los límites del poder de China

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China, que depende de Irán para obtener petróleo y contrarrestar la influencia estadounidense, tiene mucho que perder con una guerra más amplia. Pero no puede hacer mucho al respecto
NUEVA YORK- Cuando China ayudó a negociar un acuerdo de paz entre Irán y Arabia Saudita en 2023, se celebró el avance como una victoria de la diplomacia china y una señal de que el principal rival geopolítico de Estados Unidos se había convertido en un importante agente de poder en Medio Oriente.
Pero a medida que el presidente Donald Trump sopesa abiertamente la posibilidad de desplegar fuerzas estadounidenses para unirse a Israel en el ataque a Irán, los límites de la influencia de China en la región salen a la luz.
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China tiene mucho que perder con un conflicto desbocado. La mitad de las importaciones de petróleo del país se mueven en petroleros a través del estrecho de Ormuz, en la costa meridional de Irán. Y Pekín cuenta desde hace tiempo con Teherán, su socio más cercano en la región, para hacer frente a la influencia estadounidense.
Pero a pesar de esos intereses estratégicos, es poco probable que China, que tiene poca influencia sobre el gobierno de Trump, salga en defensa de Irán militarmente, sobre todo si Estados Unidos se involucra.
“La realidad es que no tienen capacidad para introducir fuerzas chinas en defensa de las instalaciones iraníes”, dijo Zack Cooper, miembro del American Enterprise Institute de Washington. “Lo que preferirían hacer es proporcionar muy discretamente algún apoyo material, algún apoyo retórico y quizá alguna ayuda humanitaria”.
Aunque China es partidaria de la estabilidad en Medio Oriente, también podría salir ganando si Estados Unidos se ve envuelto en una guerra prolongada allí, lo que podría desviar de Asia soldados, barcos y otros recursos militares estadounidenses.

El hecho de que Trump decida atacar Irán ofrecerá lecciones a Pekín que podrían dar forma a su propia estrategia geopolítica. China intentará comprender el enfoque de Trump sobre la política exterior y su disposición a utilizar la fuerza. El resultado podría influir en la valoración de Pekín sobre si Estados Unidos acudiría en defensa de Taiwán, la isla autogobernada que reclama Pekín, en caso de que China decidiera invadirla.
A pesar de la estrecha relación de China con Irán, la retórica de Pekín sobre el conflicto actual ha sido sorprendentemente mesurada al más alto nivel. Después de que su máximo dirigente, Xi Jinping, pidiera un alto al fuego durante una llamada con el presidente de Rusia, Vladimir Putin, el jueves, un resumen de la llamada publicado por el gobierno chino no criticaba abiertamente a Israel por violar la soberanía de Irán.
Xi también se abstuvo de instar directamente a Estados Unidos a no atacar a Irán, diciendo solo que la “comunidad internacional, especialmente las grandes potencias que tienen una influencia especial sobre las partes en conflicto, deberían esforzarse por promover el enfriamiento de la situación, en lugar de lo contrario”.
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Cuando el máximo diplomático chino, Wang Yi, llamó a su homólogo en Israel, expresó la oposición de Pekín a los ataques de Israel, según el resumen chino de la llamada. Pero no llegó a decir que China los “condena”, como había hecho en una llamada con Irán.
En otra llamada, con el ministro de Asuntos Exteriores de Omán, Wang dijo que “no podemos quedarnos de brazos cruzados viendo cómo la situación regional se desliza hacia un abismo desconocido”, según una declaración del gobierno chino. Pero no está claro qué esfuerzos concretos ha hecho China, si es que ha hecho alguno, para encontrar una solución diplomática. En cualquier caso, es probable que Israel se muestre escéptico ante la neutralidad de China como mediador debido a su alineamiento con Irán y a su compromiso con Hamás, el aliado palestino de Irán que atacó a Israel en octubre de 2023.

Los esfuerzos de China, al menos en público, se han centrado en evacuar a más de 1000 de sus ciudadanos de Israel e Irán.
“Pekín se está esforzando por seguir el rápido ritmo de los acontecimientos y está dando prioridad a la protección de los ciudadanos y activos chinos en la región, en lugar de a cualquier tipo de iniciativa diplomática más amplia”, dijo Julian Gewirtz, quien fue alto funcionario de política sobre China en la Casa Blanca y en el Departamento de Estado durante el gobierno del presidente Joe Biden.
Los debates sobre el conflicto en los foros en línea de China, fuertemente censurados, se han centrado en gran medida en la deficiente actuación del aparato militar y de seguridad iraní, aunque algunos participantes han señalado los límites del apoyo de China a Irán.
Zhu Zhaoyi, experto en Medio Oriente de la Universidad de Economía y Negocios Internacionales de Pekín, dijo en una publicación en redes sociales que China no podía proporcionar a Irán “protección incondicional” ni enfrentarse militarmente a Estados Unidos e Israel. Dijo que Pekín solo podía ejercer presión a través del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, del que China es miembro permanente.
“La agitación en Medio Oriente es un reto y una prueba para China”, escribió Zhu.
La respuesta tibia de China se asemeja a la de su socio afín, Rusia, que no ha hecho mucho más que emitir declaraciones de apoyo a Irán, a pesar de haber recibido de Teherán una ayuda militar muy necesaria para su guerra en Ucrania. Tanto Pekín como Moscú se consideraron espectadores el año pasado cuando su socio común, el régimen de Bashar al Asad, fue derrocado en Siria.
Su relativa ausencia plantea interrogantes sobre la cohesión de lo que algunos en Washington han denominado el “Eje de la Agitación”: el cuarteto formado por China, Rusia, Irán y Corea del Norte, que se han acercado diplomática y militarmente en torno a una oposición común al orden mundial dominado por Estados Unidos.
De las cuatro naciones, solo China está profundamente arraigada en la economía mundial, lo que significa que tiene mucho que perder con la agitación en Medio Oriente. Compra prácticamente todo el petróleo exportado por Irán, con descuento, utilizando flotas de petroleros clandestinos para eludir las sanciones estadounidenses. Y sus barcos dependen del paso seguro a través del estrecho de Ormuz para transportar petróleo adicional desde los países del golfo Pérsico.
El aumento de los precios de la energía supondría otro gran quebradero de cabeza para Pekín, que intenta dar un giro a su lenta economía.
Además de la energía, Irán proporciona a China un punto de apoyo crucial en Medio Oriente para promover sus intereses y contrarrestar a Estados Unidos, que tiene decenas de miles de soldados en toda la región. Pekín ha cultivado lazos más estrechos con los Estados del golfo Pérsico por las mismas razones.
Los analistas chinos suelen argumentar que Pekín es un mediador atractivo en Medio Oriente porque no da lecciones a otros países sobre cuestiones como los derechos humanos. “Es la única gran potencia en la que confían las facciones rivales de la región, capaz de lograr avances donde Estados Unidos no puede”, dijo Wen Jing, experto en Medio Oriente de la Universidad Tsinghua de Pekín.
Pero algunos analistas occidentales afirman que China desempeñó solo un pequeño papel en la distensión entre Irán y Arabia Saudita, hacia el final de esas negociaciones. Washington también se ha sentido frustrado por la reticencia de Pekín a presionar a Irán para que impida que los rebeldes hutíes ataquen barcos frente a las costas de Yemen, salvo en los casos en que estén implicados buques chinos.
Esa falta de voluntad para presionar a sus socios socava la posición de China en Medio Oriente, dijo Barbara Leaf, exsecretaria de Estado adjunta para Asuntos de Oriente Próximo en el Departamento de Estado, quien ahora es asesora principal en Arnold and Porter, un despacho de abogados con sede en Washington.
“Nadie dice: ‘Será mejor que llamemos a Pekín y veamos qué puede hacer aquí’, porque Pekín ha desempeñado un papel puramente comercial y económico”, dijo Leaf, al describir la actitud de los funcionarios de Medio Oriente con los que ha hablado a lo largo de los años.
“Dan por sentado que China va a velar por China”, dijo.
David Pierson cubre la política exterior china y el compromiso económico y cultural de China con el mundo. Es periodista desde hace más de dos décadas.
Keith Bradsher es el jefe de la corresponsalía de Pekín del Times. Antes fue jefe del buró en Shanghái, Hong Kong y Detroit, y corresponsal en Washington. Ha vivido e informado en China continental durante la pandemia. c. 2025 The New York Times Company.
Por David Pierson, Keith Bradsher y Berry Wang, The New York Times.