Adiós Saúl, o El dolor de los besos que no se quedaron

Opinión
/ 13 junio 2025

A veces, el amor más intenso cabe en una semana. Un encuentro que parecía mágico terminó como una herida abierta.

Mi habitación era un imán de luz. Desperté deslumbrado, desnudo, extrañamente sin cruda y con una melena recargada en mi pecho. No fue un sueño. Que sea lindo, que sea lindo, que sea lindo, pensaba. Levanté un poco más la cabeza, intentando no despertarlo, alcé la mirada y lo vi completo: brillante, dorado. Regresé la cabeza a la almohada con una sonrisa y Saúl despertó de golpe. Sus ojos pequeñitos me vieron y parpadearon para acostumbrarse a la luz.

—Eres muy lindo —dijo, y me dio un beso de piquito.

El pudor también despertó. Yo no respiraba; no quería espantarlo con el infame aliento mañanero. Me levanté rápido a lavarme los dientes y, al volver, ya se había puesto su ropa interior. Lo abracé como si lo recibiera después de un largo viaje y grabé su olor a chabacano y gardenias. Me sentí ridículo. No tienes ni 24 horas de conocerlo, me dije. Lo solté.

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—¿Estás bien? —me dijo que sí con su voz de arrullo. Le pregunté qué había hecho antes de llegar al bar donde nos conocimos. Me platicó que había sido el aniversario de bodas de sus papás y estuvieron celebrando desde temprano. Después pasaron por él sus amigos, fueron a varios lugares y acabaron en el Isabella. Sentado de chinito en la cama, me contó un poco de él.

Tomé el celular y tenía mensajes de Claudia, mi amiga con la que estaba trabajando en la peli. Desayunaba con su esposo en el restaurante del hotel de la esquina y me invitó. Acepté, pero le advertí que iba acompañado. Sabía que tenía el interrogatorio estándar preparado.

Signo zodiacal: Géminis. Profesión: comunicólogo. Community de una empresa de aromas. Tapatío. Cine de terror... el interrogatorio continuó. Claudia es relajada, sabe cómo preguntar, pero no anda con rodeos. Cris, su esposo, y yo escuchábamos como quien ve una entrevista en la televisión. Noté que el arrullo en la voz de Saúl cambió por un tono un tanto defensivo o presuntuoso. Fresa... Hice algunas intervenciones para aligerar la conversación, pero no fue de mucha ayuda. Me sorprendió: era el tercer Saúl que conocía en menos de un día. El fiestero, el tierno y ahora ¿el presuntuoso? Terminamos de desayunar-comer y se fue a su casa.

No lo voy a ver de nuevo. Es muy guapo, seguro quiere algo más. No debí haberlo invitado a casa si estaba borracho. Tal vez ya tiene vato. ¿Y si no ha salido del clóset? No estoy para pasar por eso. Fue raro el cambio de personalidad. Es que es hermoso. Fue mágico, y así quiero conservarlo.

$!“Tenían los mismos ojos pero eran profundamente diferentes.” – Emmanuele de Italia capturado por Pasquale Puertosol Desantis para PNNPL zine.

Regresé a casa y Claudia ya me esperaba para los pormenores.

—Ya no lo voy a ver, ¿a qué le tiro? —le dije. Con la resaca se me estanca una depre horrible que confabula con los síntomas de la cruda para hacerme pensar y sentir mucha estupidez. Por mi bien, decidí no buscarlo y me fui a dormir después de bañarme y tomar un suero.

Me despertó el hambre. No quería abrir los ojos, pero el antojo de unos tacos me convenció. Me puse una gorra y lo primero que encontré de ropa; solo me faltaba el paraguas para ser Britney. Tomé el celular. Ni de pedo te escribió, me dije. De castigo lo aventé debajo de la almohada. ¿Qué hace un vestuarista con sus sueños de cama?, me pregunté.

Siete tacos y montado en el pico de azúcar de dos botellas de refresco, regresaba a casa. Tenía que pasar por el hotel donde desayunamos. No quería voltear, pero la risa coqueta y nada disimulada de una mujer en sus setentas me hizo hacerlo. Vestía una blusa de seda roja invadida de volantes; de no ser por su abultado cabello rojo, se vería como una lechuga roja con pantalón blanco. La risa la provocó el pico que le soltó a su acompañante: un señor de su edad, con sombrero blanco, camisa roja de seda a juego y pantalón blanco. Como si tuviera quince años, ella lo jaló por las escaleras y, al pisar la banqueta, él le regresó el pico y detonó otra risita nada discreta.

Así era el matrimonio de mis abuelos: cursi, relajado, siempre en la calle y siempre cariñosos. Eso es lo que quiero. Esto es una señal. Sí voy a buscar a Saúl. ¿MS para las invitaciones? Va a sonar como la Banda MS, ya se nos ocurrirá algo.

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—Llegué bien, muchas gracias por todo. Espero verte pronto —¡sí me escribió!

—¿Qué haces mañana en la tarde? —le pregunté.

—Te voy a dar unos besos y te voy a llevar por unas caguamas.

¿Es neta? ¿Dónde chingados están las cámaras? ¿Es una broma? ¡No! Google: Buscar anillos de compromiso.

—Me leíste la mente, ¿dónde te veo? —Afortunadamente estaba escribiendo y no pudo ver la ola que salió de entre mis piernas y me dejó ruborizado.

El dandy que conocí un día antes desapareció para convertirse en Jim Morrison. Dejó el gel de la noche para dejarme conocer sus rizos hipnotizantes. Una blusa de tirantes delgadísimos dejaba al aire su clavícula y el inicio de sus pectorales. El acento lo ponía el pantalón de mezclilla con estampado de leopardo y sus botas con punta metálica.

Estuvimos comiendo y platicando un par de horas. Me dijo que si quería una nieve. Salimos del restaurante, me tomó de la mano, fuimos a Chapultepec y, después de comprarla, fuimos a un mercadito que estaba en el paseo. Íbamos todo el tiempo de la mano y me soltaba dos besos por cuadra. Era raro al principio, pero a la segunda cuadra y parado de puntitas, yo ya hacía lo mismo.

—¿Cuál es tu fruta favorita? —me preguntó. Nunca cuestiones así tan directas a una persona con herida de reportero: va a dudar hasta de su nombre. La guayaba fue lo primero que se me ocurrió. Recapacitando, sí era cierto. El mango es bueno, pero es un pedo pelarlo, igual que el kiwi, y no se diga de la toronja. Me gusta mucho la granada, pero espero ver el día en que la mutación que le quite sus semillas vea la luz. Estuvimos hablando como una hora de frutas.

Los días siguientes fueron iguales, tirándole a mejores: fuimos por pizza, a un parque, a su panadería favorita y conoció al resto del equipo de la peli. Esa semana los llamados eran matutinos, entonces tenía la tarde libre. Dormía poco, pero cuando lograba callar los pasos del viernes que se acercaba, dormía en las nubes.

Tuve que abrir una cerveza para terminar esto.

La última parte de la película se grabó en la playa; salíamos para allá el viernes. Sabía que el jueves sería la última vez que lo vería. Fuimos a ver Wicked. De regreso, le platicaba de las versiones anteriores y la relación de Dorothy con la comunidad. Como quien no quiere la cosa, le pregunté en qué ciudad le gustaría vivir. Me dijo que amaba Guadalajara, y confirmé que era nuestra última cita.

Nos abrazamos, nos besamos y lo repetimos, ahí, en la calle, esperando su taxi. La intensidad y duración subían. Estaba por decirle que cancelara el coche y en eso llegó. El chofer tuvo que esperar tres besos más. La casa estaba dormida, todos descansaban para salir al otro día. Me hice un tapón de humo con tres cigarros y me fui a dormir.

Seguimos mensajeando durante los días de playa, pero el frío llegó rápido. Le di la razón a las heridas de mi saboteador para resignarme. Cuando llegué a Saltillo le mandé flores y me dio las gracias hasta el día siguiente. No hablamos de nuevo.

Este sería el espacio para la disección de lo que pasó, pero supongo que se dan cuenta de las heridas que no dejaron que eso prosperara. Por si acaso, les dejo una guía: saboteador interno, diferencia de edades, nunca haber tenido esa relación melosa antes, tiempo, distancia... ustedes sigan. Aún duele.

$!Autoretrato. El fotógrafo destaca por la intimidad de sus imágenes.

Pasquale Puertosol Desantis

Es un fotógrafo italiano que se destaca por su mirada íntima y emocional hacia sus retratados. A través de un estilo que evoca la calidez y nostalgia del cine analógico, sus imágenes revelan la humanidad pura de cada persona, explorando temáticas como la identidad, la conexión y lo cotidiano.

En proyectos como “Foot in Mouth Fun” o las sesiones con parejas —como Raffaele y Giuseppe en la cama—, logra capturar momentos de vulnerabilidad compartida y silencios elocuentes, donde “tenían los mismos ojos pero eran profundamente diferentes” como en su editorial para PNPPL. Su trabajo ha sido divulgado en plataformas como PNPPL Zine y Accidental Bear, resonando en la comunidad queer por su capacidad de retratar la complejidad de las emociones y relaciones.

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Saltillense. Periodista egresado de la UAdeC, iniciado en 2007, forjado en nota roja, nutrido en artes y espectáculos; consolidado en locales. Apasionado de la gastronomía, fotografía, diseño y moda.

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