Caso Vanguardia: No nos doblegarán
Un tribunal federal, colocado de espaldas al ideal de justicia, pero comprometido con los intereses personales de un exgobernador de Coahuila, dictó en nuestra contra una sentencia de última instancia
La relación entre el periodismo y el poder público está marcada, de forma irremediable, por la tensión. Y no podría ser de otra forma porque tal realidad obedece a una regla esencial de la democracia: el poder público tiene obligaciones que cumplir y el periodismo libre es un instrumento de la comunidad para vigilar, sin concesiones ni fisuras, el cumplimiento de tales obligaciones.
La tensión señalada se exacerba, de forma natural, en la presencia de los muchos vicios que, por desgracia, han caracterizado largamente al ejercicio del poder público, en nuestro país y en Coahuila: el autoritarismo, el despotismo, el patrimonialismo, el abuso, la corrupción, la impunidad, la opacidad.
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Quienes decidimos abrazar este oficio -“el mejor del mundo”, de acuerdo con Gabriel García Márquez- tenemos claro que señalar cotidianamente los vicios que aquejan a la mayor parte de quienes integran la clase política implica asumir riesgos. Y asumir riesgos se traduce, eventualmente, en la necesidad de pagar costos por defender la causa a la cual dedicamos nuestros afanes.
Hoy en VANGUARDIA atravesamos por uno de esos momentos en los cuales el ejercicio del periodismo crítico pasa factura. Un tribunal federal, colocado de espaldas al ideal de justicia que debiera animar su actividad, pero comprometido con los intereses personales de un exgobernador de Coahuila, dictó en nuestra contra una sentencia de última instancia, en un caso mercantil construido de forma artificial con el único propósito de golpearnos económicamente y, de forma ulterior, silenciarnos.
El fallo, dictado en una sesión vergonzante para el sistema judicial de nuestro país, avaló el criterio deformado a partir del cual se ha construido el caso en nuestra contra y a cuyos intereses no dudaron en afiliarse, en primer lugar, quienes desde el Poder Judicial de Coahuila tuvieron en sus manos la emisión de las sentencias de primera y segunda instancia.
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La derrota judicial, que se nos ha impuesto al margen del Derecho, implica un duro golpe. Como ocurriría con cualquier persona o empresa en situación similar, lo resentiremos. Al final, sin embargo, la perfidia de quienes se ubican detrás de esta embestida solamente logrará arrebatarnos bienes materiales.
De lo que ningún fallo judicial, por oneroso que resulte, podrá despojarnos, es del elemento esencial con el cual acometemos -todos los días y desde hace medio siglo- el compromiso de hacer periodismo: la determinación inquebrantable de servir a la comunidad de la cual formamos parte, asumiendo sin fisuras la obligación de fiscalizar al poder y los riesgos inherentes a ello.
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Se equivocan quienes asuman que, a partir del atropello del cual hemos sido objeto, mudaremos de convicciones o cederemos un solo milímetro de terreno en favor de las pulsiones autoritarias de quienes detentan transitoriamente el poder. Muy por el contrario, hoy renovamos nuestro compromiso con las mejores causas del oficio y con las más elevadas aspiraciones de la comunidad a la cual nos debemos.
¡Nos nos doblegarán!
Y eso significa que nadie nos verá retroceder; que mantendremos la guardia en alto; que sostendremos, e incluso agudizaremos, la mirada crítica; que redoblaremos el esfuerzo para cumplir con nuestra misión, honrar nuestros valores y recrear nuestros principios; que reforzaremos los vínculos que nos unen a la comunidad de Saltillo y de Coahuila, para encontrar en ellos una dosis renovada de sentido para nuestra actividad y fortaleza para sobreponernos a este episodio.
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Para decirlo con la mayor claridad posible: en el terreno de las convicciones no estamos, no estaremos dispuestos a realizar concesiones. Asumimos con entereza el costo que la perversidad del poder nos impone hoy por sostener esta posición y, con la vista puesta en el futuro y de cara a la comunidad, nuestros conciudadanos, reiteramos que el compromiso con las causas, ideales y sueños que compartimos se mantendrá sin fisuras; y al precio que haga falta.
Estamos determinados a prevalecer.
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