El ocaso del imperio sexenal de AMLO es inevitable, aunque se resista
Suele llamarse Año de Hidalgo para aludir a la última oportunidad de caer en la tentación de “llevarse algo”. Último año del sexenio de gobernadores y Presidente de la República, el fatídico sexto año, fin y principio de un ciclo que imposibilita o estorba cualquier visión o proyecto de largo plazo. Para el sexto año, el Presidente tiene ya en su mano todo el poder del ejecutivo, tiene ya el control de manera unipersonal, pero cuando eso sucede y la persona del Presidente asume la totalidad del poder, éste hace las maletas para migrar hacia la persona del sucesor.
Es un proceso bien conocido por el cual, a partir de la noche en que se cierra el conteo de votos, de manera paulatina, pero inexorable, el poder migra al sucesor. ¿Qué sucede por debajo de la mesa, qué pasa tras bambalinas? Negociaciones, ajustes, estiras y aflojes para conformar el gabinete, para repartir tajadas y pagar favores, para abrir y cerrar pendientes, hasta que, de manera traumática, el cambio se hace presente el 1 de diciembre, fecha fatal para entregar la banda presidencial. Ese día, el Presidente entra al Congreso de la Unión como titular del Poder Ejecutivo y sale del mismo como ciudadano común, sin poder alguno, buscando una brújula que lo guíe en los años por venir.
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Algunos presidentes han tratado de resistirse a partir, buscando alguna forma para perpetuarse en el poder, pero todos han fracasado. Plutarco Elías Calles, el legendario Jefe Máximo, se vio forzado al exilio, algo semejante sucedió a Díaz Ordaz, Echeverría, Salinas de Gortari y Peña Nieto. Otros optaron por asumir un bajo perfil, cuando menos durante el sexenio inmediato posterior, tal fue el caso de Cárdenas, Ávila Camacho, Ruiz Cortines, De la Madrid, Zedillo o Calderón.
Otros más no pudieron vivir lejos de los reflectores, resaltaría entre ellos a Miguel Alemán y Fox. López Mateos quedó fuera por motivos de salud, la enfermedad le ganó la partida. Los expresidentes que continúan con vida vivirán una dinámica diferente. La esperanza de vida es mayor y las redes sociales permiten hacerse presentes sin mayor esfuerzo.
Hay en todo esto un ingrediente propio de la personalidad de cada expresidente, también tienen peso las circunstancias de espacio y tiempo, pero en esta especie de sobrevivencia transexenal, no debemos soslayar el peso de los grupos de poder que supieron medrar en cada sexenio. Si no, ¿cómo explicar la prolongada notoriedad de Carlos Salinas de Gortari?
Al ciudadano López Obrador no le será fácil pasar al retiro, aunque quizá le ayude su avanzada edad. Podrá retirarse a su finca de Palenque, bien sabemos que basta un celular para procurarse la atención que seguro tendrá, aunque sin el poder que solía ejercer, gane quien gane.
Las señales de que el ocaso del poder presidencial ya está cerca, empiezan a presentarse. Menudean los señalamientos al círculo cercano y a la familia del Presidente. Lo que, apenas ayer, era zona prohibida para los medios, se convierte poco a poco en cancha libre. Los adversarios atacan con libertad, hay menos miedo al poder mediático o el de la (in) justicia. Los partidarios del Presidente comienzan a criticarlo en privado, pero esa crítica sube de tono conforme pasan los meses. Los aciertos de la campaña electoral de Claudia Sheinbaum serán sus aciertos; mientras que los descalabros serán del Presidente.
En este contexto se enmarcan los recientes ataques a López Obrador en torno a un supuesto financiamiento a sus campañas presidenciales por parte del narcotráfico. La DEA, tan vilipendiada, aprovecha el ocaso del Presidente para vengar afrentas. No percibo en ello interés en hacer justicia, se trata más bien de aprovechar las reglas del sistema político mexicano, para debilitar al inquilino de Palacio Nacional y dividir a su equipo cercano, quienes empezarán a guardar su distancia. Ni más, ni menos.
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La coyuntura es propicia para que los grupos que siempre han peleado el poder, tejan su lucha tras bambalinas. Los apapachados de Echeverría enfrentan a los consentidos de Alemán, Díaz Ordaz y Salinas de Gortari. Esa cuasi invisible cancha parece democrática en términos electorales. Habrán de gastarse miles de millones de pesos en las campañas. El pueblo irá a votar, condicionado como siempre por la fuerte influencia del dinero y del crimen organizado. Veremos y comentaremos. Lo cierto es que, dentro de diez meses, el ciudadano Andrés Manuel pasará al olvido con mucho de desprestigio, impulsado por propios y extraños.
Desde 1929, muchos Presidentes han tratado de cambiar el sistema. Ninguno ha podido. Las reglas siguen intactas y habrán de sobrevivir a López Obrador.