Lecciones: Tiempo de vida y honestidad
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Actuar bien aun cuando nadie esté mirando, ¿qué implica? Al menos representa el ejercicio de la autoevaluación, de la mesura, del considerar al otro
Para Shaquille
A través de la vida aprendemos lecciones de honestidad; algunas nos las enseñan nuestros padres. Y es con ese precepto que, como una luz entre los complejos escenarios, alumbramos el andar. Ahora que la codicia impele, cada vez más, a actuar de maneras ruines, es la ética –que está en desuso– la que nos recuerda que actuar con honestidad es la medida de nuestra convivencia con los otros y la medida para hablar con nosotros mismos.
La luz que ofrece el actuar con integridad se eleva en nuestra existencia, se reconozca o no, y es una sustancia que nos une a los demás al mostrar respeto, porque ser honesto es actuar con integridad y sinceridad.
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Quiero compartirles el caso de un hombre íntegro que recuerda una lección en su infancia que lo llevó a ser lo que ahora es: cuando era un niño tomó un billete tirado en el piso de la escuela y lo escondió en su bolsillo; al ser descubierto fue su padre quien llegó y, luego de pedir que todo el salón escuchara, lo reprendió en público. Allí, entre la profesora y sus compañeros, le recordó a su hijo que tenía todo lo que necesitaba, que no le faltaba nada y que actuar de forma honesta o no definiría su vida entera. Le dijo que siempre debería hacer lo correcto aun cuando nadie estuviera observando.
Estas grandes pequeñas cosas, para los monstruos que algunos hombres son, constituyen bagatelas sólo para ingenuos, cosas que sobran, porque fácilmente se puede robar a alguien, como lo hacen muchos políticos y tomadores de decisiones, con millonarios hurtos que han hecho famoso a México, ya que quienes buscan ingresar a este país a hacer negocios consideran, entre sus costos, al menos un veinte por ciento de pérdidas por el dinero que deben de repartir a quienes, de no hacerlo, les detienen los trámites necesarios.
Pequeñas grandes cosas que hacen el tejido de un país, o que de no estar, destejan y generan grandes hoyos por donde se va la confianza. Y esto ocurre en transacciones comerciales, pero también en las personales, donde hay elementos en juego que no son precisamente dinero.
Son tiempos duros en los que la vanidad aceita la deshonestidad, tiempos duros en donde hasta las viejas generaciones dicen a su descendencia: “anda, toma eso (o aquello), si no eres tú, alguien más lo hará”.
Actuar bien aun cuando nadie esté mirando, ¿qué implica? Al menos representa el ejercicio de la autoevaluación, de la mesura, de considerar al otro. Es decir, alguien honesto es quien deja de ser importante sólo para sí mismo e incluye, en su universo, al otro. Así, el honesto deja de ser un idiota en el sentido griego clásico. Deja de ocuparse de sus propios asuntos y se interesa por la colectividad a la que pertenece. Es decir, piensa en las implicaciones de sus actos.
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Eso que se toma cuando no es de uno, a alguien más le falta. Eso que se toma aun cuando nadie se da cuenta es, para una persona consciente, una sensación incómoda; va a doler, va a estar punzando hasta que ese acto no sea resarcido.
Y ocurre que aquellos que nos dan lecciones de honestidad parten un día a otra dimensión, y el legado dejado también contiene entre sus arcas este valor intangible que es sumamente fértil. Esta herencia recordada por el hijo le da templanza, atesora también, aquel momento que le generó una vergüenza. Sí, por supuesto que es uno de los elementos que un hombre íntegro no olvida.
El vocablo “honestidad” proviene del latín honestitas, que a su vez deriva de honos, que significa “honor”. Honestitas se traducía como aquella cualidad de ser decente, decoroso, razonable u honrado.