Saltillo: Movilidad urbana, un serio problema sin diagnóstico
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La movilidad urbana en la ciudad es un problema que ni siquiera debía existir, pero que padecemos debido a la improvisación de quienes pueblan la nómina pública
Uno de los vicios más ampliamente extendidos entre quienes buscan ocupar las posiciones más relevantes del organigrama gubernamental es el de no especializarse en el conocimiento y tratamiento de los fenómenos públicos, razón por la cual la problemática que aqueja a la sociedad es atendida siempre de manera superficial.
Con insana frecuencia atestiguamos ejemplos de individuos que han permanecido largamente en el servicio público, razón por la cual exhiben un currículum amplio, pero distan mucho de poder ser considerados expertos o, al menos, conocedores de alguno de los campos en los cuales se han desempeñado a lo largo de su paso por la burocracia gubernamental.
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Y aunque sí existen especialistas y profundos conocedores de los fenómenos que caracterizan a nuestras comunidades, rara vez se les otorga la oportunidad, ya no digamos de encabezar las instituciones, sino de al menos ocupar posiciones en las cuales su experiencia cuente por encima del organigrama.
Señalar lo anterior es importante porque la insana dosis de improvisación y desconocimiento que caracteriza a quienes ocupan los cargos directivos en nuestro país implica muy altos costos para la sociedad.
El comentario viene al caso a propósito del reporte que publicamos en esta edición, relativo a la ausencia de los más elementales diagnósticos en torno al problema de movilidad que padecemos en Saltillo debido a la ausencia de una estrategia integral en este sentido.
Una de las aristas de este problema es la relativa al modelo de transporte que se ha venido construyendo para el personal de la industria y que suple −por decirlo de una manera amable− las insuficiencias del sistema público de transporte local.
El diagnóstico de la situación es más o menos fácil de establecer: debido a la inexistencia de un sistema de transporte público capaz de movilizar a decenas de miles de personas, en momentos específicos del día y en períodos determinados, ha surgido −y se ha consolidado− un servicio “especializado” de transporte de personal.
Dicho servicio cumple, de manera eficaz, con una función: trasladar a los empleados de la industria de la Región, de sus casas a la empresa donde laboran, y viceversa.
A cambio, sin embargo, generan una variedad de problemas que no están siendo atendidos, el más evidente de los cuales es la saturación vial en los momentos de entrada y salida de las empresas.
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El problema de fondo, sin embargo, es que ni siquiera existe un diagnóstico adecuado del fenómeno y, por consecuencia lógica, no existe planteamiento alguno para poner en práctica una solución. En otras palabras: padecemos un problema evidente, pero a nadie le ha parecido adecuado dedicar energías al menos a diagnosticarlo de forma adecuada.
No es que el problema sea insoluble sino, como se ha dicho, que padecemos una burocracia cuya falta de especialización nos condena a sufrir eternamente problemas que ni siquiera debieron existir.