Alumnos del TEC de Monterrey dieron una explosión de sentidos con el musical ‘Chicago’ en Saltillo
En el marco de la celebración de los 80 años del “Tec”, este musical presentó ayer por la tarde una gran puesta en escena y una cautivadora historia
El telón del Teatro Fernando Soler se levantó para dar inicio a una propuesta musical y actoral que sorprendería a los presentes. El elenco completo de bailarines, junto con un gran conjunto de músicos recibieron a la modesta audiencia, que se reunió para presenciar en vivo una de las obras más emblemáticas de Broadway, Chicago, en su versión en español.
Durante la explosiva primera canción, una de las actrices principales interpretó a Velma mientras cantaba en coordinación con el jazz de los alumnos de la Escuela de Música Héctor Barrientos y la Big Band de Saltillo. La coreografía mostrada durante este número no dejaba de sorprender, manteniendo al espectador cautivado con cada movimiento de los numerosos artistas en escena.
La historia de un juicio mediático en medio de una gran ciudad reconocida por sus clubes nocturnos, entretenimiento y mucho jazz, se narra desde la perspectiva a la vida de Roxy, después de haber ingresado a la prisión por un asesinato.
Ya fuera con un vestido reluciente, unas medias de red, trajes o sombreros, todos los actores representaban perfectamente la estética del Chicago nocturno durante los “felices años 20”. Aunado a la capacidad de cantar en vivo y dar todo de sí en el escenario, el trabajo con cada personaje relució tanto en solitario como durante la convivencia entre los mismos.
La escenografía brilló de todas las maneras, destacándose un increíble montaje del “Tango de la cárcel” con jaulas móviles, un casi instantáneo cambio de vestuario y luces que enfatizaban los momentos más dramáticos.
No obstante, justo detrás de esta obra se encontraba uno de los aspectos más importantes del espectáculo: la música. De manera magistral, Max Díaz dirigió a los dos conjuntos musicales, quienes estaban repartidos en dos plataformas separadas, ubicándose los teclados y batería a la izquierda y una sección de cuerdas a la derecha.
Ambos grupos musicales se complementaron a la perfección, creando un “muro de sonido” durante ciertas canciones, teniendo participaciones destacadas de cada intérprete según fuera el caso; desde temas de personajes, canciones variadas o hasta efectos especiales.
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La adaptación de esta historia fue particular, contando con una versión en español que fue aderezada con el talento para improvisar chistes, insertar expresiones populares de internet o interactuar de manera directa con el público, dotando a la obra de sorpresas que sólo pudieron apreciarse en vivo.
Asimismo, la adaptación de las canciones del inglés al español gozó de ciertas libertades en diálogos, pero conservando el carácter de la obra. La crítica hacia los medios de comunicación, espectáculos y el sistema penitenciario se mostró contundentemente sin dejar nada a la imaginación del espectador.
El elenco “secundario” no dejó de brillar, presentando temas como el de Billy Flinn, el Sr. Celofán o ‘mama’ Morton, los cuales destacaron especialmente por la gran calidad vocal de sus intérpretes, además de la escenificación que daba vida a la visión de cada uno, junto con la excelente caracterización.
Toda la audiencia aplaudía cada que un número musical terminaba, en señal de la buena aceptación de parte de los presentes, quienes se mostraron inmersos en la trama y las actuaciones.
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Esta obra concluyó con la vuelta al escenario de todos los actores, actrices y miembros del elenco, que tuvieron algunos minutos de aplausos vivaces. Asimismo, los músicos hicieron reverencia al público, recibiendo elogios en conjunto con la producción y el staff encargado de dar vida a la obra más emblemática de Maurine Dallas Watkins.
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