Desde ‘La Mataviejitas’ al ‘Monstruo de Ecatepec’: estos son los asesinos seriales más aterradores de México
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México tiene su propio repertorio de asesinos seriales cuyas historias superan a la ficción. Casos como La Mataviejitas, Los Monstruos de Ecatepec, El Coqueto y El Monstruo de Atizapán revelan fallas estructurales, impunidad y violencia de género
En octubre, las pantallas se llenan de historias de miedo, máscaras y asesinatos ficticios. Sin embargo, México tiene sus propios relatos de terror, mucho más reales y escalofriantes. Figuras como La Mataviejitas, El Monstruo de Atizapán o los Monstruos de Ecatepec no pertenecen al cine: son parte de una historia criminal que marcó a la sociedad y exhibió el lado más oscuro de la violencia humana. En la antesala de Halloween, vale la pena mirar de frente estos casos que parecen salidos de una película... pero no lo son.
La Mataviejitas: la asesina que engañaba con una sonrisa
Juana Barraza Samperio fue una luchadora semiprofesional que se ganó el apodo de “La Dama del Silencio”. Nadie imaginó que detrás de su aparente vida normal se escondía una de las asesinas seriales más temidas de la Ciudad de México. Entre finales de los noventa y 2006, Juana se dedicó a asesinar mujeres de la tercera edad. Se hacía pasar por trabajadora social, enfermera o empleada doméstica para ganarse su confianza, entraba a sus casas y las estrangulaba con cables, bufandas o cualquier objeto a la mano.
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El 25 de enero de 2006 fue detenida tras matar a una mujer de 82 años. Un testigo la vio salir del lugar y alertó a la policía. Durante el juicio, se le atribuyeron al menos 16 homicidios, aunque se sospecha que fueron muchos más. En 2008 fue sentenciada a 759 años de prisión, una de las condenas más largas en la historia del país. Su caso reveló los errores de la investigación policial y el sesgo de género que impidió reconocer que una mujer podía ser la autora de tales crímenes.
Los Monstruos de Ecatepec: una pareja unida por la violencia
Juan Carlos “N” y Patricia “N” fueron conocidos como Los Monstruos de Ecatepec. Su historia estremeció a México en 2018, cuando se descubrió que asesinaban mujeres en su domicilio del Estado de México. Los cuerpos eran desmembrados, y en algunos casos, los restos se almacenaban en cubetas o refrigeradores. Incluso se descubrió que vendían bebés nacidos de algunas víctimas.
Fueron detenidos el 4 de octubre de 2018, cuando la policía los sorprendió empujando una carriola con restos humanos. A partir de ese momento comenzaron a confesar una serie de feminicidios cometidos durante años. En los juicios posteriores, ambos recibieron sentencias vitalicias y múltiples condenas acumuladas por feminicidio, desaparición forzada y trata de personas. Su caso puso en evidencia la impunidad y la falta de respuesta ante denuncias previas, pues vecinos y familiares habían reportado desapariciones sin obtener resultados.
El Coqueto: el asesino del microbús
César Armando Librado Legorreta, mejor conocido como El Coqueto, usaba su trabajo como conductor de microbús para seleccionar a sus víctimas. Operaba en el Valle de México y solía atacar a mujeres jóvenes que abordaban su ruta por la noche. Una vez a solas, desviaba el trayecto, las agredía sexualmente y luego las asesinaba.
Fue capturado en 2012, aunque su caso se volvió aún más polémico cuando logró escapar de la custodia policial. Se fugó rompiendo sus esposas y saltando desde un tercer piso, aunque terminó gravemente herido y fue recapturado días después. Finalmente, fue sentenciado a 240 años de prisión por varios asesinatos y violaciones. Su caso reveló fallas en la seguridad penitenciaria y mostró cómo los agresores aprovechaban vacíos institucionales para actuar con impunidad.
El Monstruo de Atizapán: la casa de los horrores
En mayo de 2021, la tranquilidad de Atizapán de Zaragoza se rompió cuando las autoridades encontraron restos humanos en la casa de Andrés Filomeno Mendoza Celis. Lo que parecía un caso aislado se convirtió en una pesadilla nacional. En su domicilio se hallaron más de 4,000 restos óseos, libretas con nombres de mujeres y objetos personales de víctimas desaparecidas.
El hombre, de más de 70 años, admitió haber cometido múltiples feminicidios durante años. En 2024 fue sentenciado a 55 años de prisión por uno de los casos, aunque las autoridades han dictado ya ocho condenas en su contra, que suman más de 400 años. El hallazgo reabrió la discusión sobre la falta de bases de datos de personas desaparecidas y la debilidad en los mecanismos de búsqueda, especialmente en el Estado de México, donde los feminicidios tienen una de las tasas más altas del país.
Asesinos del pasado: los primeros horrores documentados
México también tuvo asesinos seriales en épocas anteriores. Uno de los primeros casos fue el de Guadalupe Martínez de Bejarano, conocida como La Temible Bejarano, quien a finales del siglo XIX raptaba y asesinaba niñas en la Ciudad de México. También está Agustín Salas del Valle, apodado Jack el Estrangulador Mexicano, responsable de varios homicidios de mujeres entre 1989 y 1993.
A ellos se suma Abdel Latif Sharif, el científico egipcio acusado de feminicidios en Ciudad Juárez durante los años noventa. Aunque solo se le comprobó un caso, su figura se volvió símbolo de una época en la que las muertes de mujeres se multiplicaron sin resolución clara. Cada uno, en su contexto, marcó un capítulo oscuro en la historia criminal del país.
Estos casos no solo reflejan el horror de los crímenes, sino también las fallas estructurales del sistema judicial mexicano. En todos, hubo señales ignoradas: denuncias no atendidas, investigaciones erráticas, pistas descartadas. A menudo fueron los propios vecinos o familiares quienes presionaron hasta lograr que las autoridades actuaran.
Aunque las sentencias impuestas son severas —algunas incluso de por vida—, queda la pregunta de si todas las víctimas han sido identificadas y si la justicia ha reparado realmente el daño. La mayoría de estos casos involucra a mujeres, lo que evidencia un patrón de violencia de género que sigue vigente.
Las historias de asesinos seriales en México provocaron más que miedo: generaron indignación y conciencia. Tras la ola de feminicidios, se fortalecieron las alertas de género, los protocolos de búsqueda y las sanciones contra la violencia de género. Sin embargo, el desafío continúa.
Cada nombre —Barraza, Mendoza, Librado o los Monstruos de Ecatepec— representa más que un caso policial: son recordatorios de las vidas perdidas y de la urgencia de un país que aún lucha por garantizar justicia y seguridad. En tiempos donde las películas de horror llenan las carteleras, estos crímenes reales nos recuerdan que el miedo más profundo no está en la pantalla, sino en las calles que habitamos.