Carlos Pereyra, el saltillense que conquistó la historia desde el exilio

Carlos Pereyra, el saltillense que conquistó la historia desde el exilio

Jurista, diplomático e historiador, este singular personaje defendió la herencia hispánica de América desde España, donde vivió tras el exilio político que marcó su destino

Saltillo
/ 11 octubre 2025
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Carlos Hilario Pereyra Gómez nació en Saltillo el 3 de noviembre de 1871, hijo de Silvano de Jesús Pereyra Bosque y María de Jesús Gómez Méndez.

Los Pereyra, de origen gallego, habían establecido su presencia en el noreste de México desde la época colonial. La familia Pereyra logró consolidar su posición económica por ser la propietaria de la célebre Hacienda de Ciénega del Toro, situada en el municipio de Galeana, Nuevo León.

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Otros miembros de la familia, como José Pereyra de Castro Seoane, ocuparon cargos de relevancia en la administración virreinal.

El abuelo paterno de Carlos Hilario, Pedro Pereyra Humarán, fue una figura destacada en la vida política saltillense. Durante su gestión como presidente municipal de Saltillo, tuvo el honor histórico de recibir al presidente Benito Juárez cuando este estableció temporalmente su gobierno itinerante en la ciudad, en los primeros meses de 1864, en plena intervención francesa y el Segundo Imperio.

Aunque algunos historiadores han afirmado que el presidente se hospedó en la residencia de los Pereyra Humarán, en calles de Juárez e Hidalgo, los registros documentales indican que en realidad permaneció en la casa de María Petra Valvaceda, en Juárez y Bravo, edificio que hoy alberga el Recinto de Juárez.

En este contexto familiar, marcado por la tradición, el servicio público y el compromiso con las causas nacionales, creció Carlos Hilario Pereyra Gómez, quien se convertiría en un intelectual de gran relevancia en México y España.

LA PÉRDIDA DE LA HACIENDA

La fortuna familiar sufrió un golpe devastador. Su abuelo Pedro Pereyra Humarán y su padre Silvano, antes de 1870 se vieron obligados a solicitar un préstamo a Evaristo Madero y Compañía, el poderoso empresario y financiero de Coahuila que más tarde sería gobernador del estado.

Al no poder pagar la deuda contraída, la familia Pereyra perdió la Hacienda de Ciénega del Toro. Fue así que por un pasivo que no ascendía a los seis mil pesos, la gran hacienda y los ranchos anexos que habían sido el patrimonio familiar de los Pereyra por generaciones, quedaron en manos de los acreedores.

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Este quiebre económico transformó radicalmente las circunstancias de la familia. De ser hacendados acomodados con un patrimonio considerable, pasaron a una situación más modesta. No obstante, mantuvieron cierto estatus, Carlos Pereyra recibió una educación esmerada que comenzó en el Colegio de San Juan, luego en el Ateneo Fuente, y culminó en la Ciudad de México, donde estudió en la Escuela de Jurisprudencia.

DE ABOGADO A HISTORIADOR

Ejerció como abogado defensor de oficio, agente del Ministerio Público y miembro de la Comisión Calificadora de Hacienda en Coahuila, pero su verdadera vocación era la historia. Colaboró con figuras destacadas como Justo Sierra y también tuvo una intensa actividad periodística, dirigiendo El Espectador en Monterrey y colaborando en diversos medios como El Norte de Chihuahua, Revista Positiva, El Imparcial y El Mundo Ilustrado.

UNA OBRA PERDIDA

Antes de 1909, el gobierno de Coahuila encomendó a Carlos Pereyra una tarea trascendental: escribir la historia de Coahuila. El entonces gobernador Miguel Cárdenas confió esta misión al historiador. Alfredo E. Rodríguez, amigo y colega de Pereyra, quien estaba al frente de la Secretaría de Gobierno, no dudó en recomendarlo para el encargo.

Vito Alessio Robles señala en un artículo sobre esta obra que, Carlos Pereyra fue la persona ideal para esta tarea porque, además de ser coahuilense, conocía muy bien la historia y tenía acceso a una gran cantidad de documentos históricos en los archivos del estado.

También pudo acceder a otros archivos importantes como los del Arzobispado de Guadalajara, la Inquisición, la Capitanía General, el Archivo General de la Nación, el Ayuntamiento de Saltillo.

Robles destaca que Pereyra exploró documentos ya clasificados por Esteban Luna Portillo, consultó el trabajo del historiador José Eleuterio González y pudo revisar el manuscrito de Saltillo del Bachiller Pedro Fuentes.

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Pereyra combinó su talento y método para dar forma a la obra histórica encomendada. Sin embargo, la obra nunca se publicó. Cuando Pereyra dejó el gobierno y llegó el nuevo mandatario, por alguna razón no recibió el apoyo necesario para continuar su trabajo.

$!Carlos Pereyra Gómez abogado, diplomático, escritor e historiador. Ejerció diversos cargos públicos, diputado al Congreso de la Unión, secretario de la embajada de México en Washington, subsecretario de Relaciones Exteriores, y ministro plenipotenciario en Bélgica y Holanda.

TESOROS RESCATADOS

El manuscrito quedó guardado en los archivos y con el paso del tiempo se perdió. Después se recuperaron fragmentos de aquella obra monumental. Vito Alessio señala que el historiador corrigió muchas leyendas que circulaban sobre Coahuila.

Por ejemplo, explicó que la gran población en la región de Paila no se debía solo al agua, sino a factores como la agricultura aprovechable, la presencia de manantiales, la ubicación estratégica en rutas comerciales, la participación de horticultores tlaxcaltecas y el apoyo de los jesuitas.

También destacó que la colonización del centro de Coahuila solo tuvo éxito después de un siglo gracias a fray Juan Larios, a quien llama “El Fundador de Coahuila”. La obra de Pereyra era profunda; su relato no se limitaba a contar hechos, también describía costumbres locales y presentaba a los colonizadores con sus virtudes y defectos.

Describía a los habitantes como un tipo de hombre frío y resistente que ha marcado la historia y la psicología de la región.

En un escrito de Vito Alessio dice: “Pereyra fue un sociólogo al analizar el mestizaje y el papel de los indígenas tlaxcaltecas en el norte”. Observó que los indígenas del norte eran diferentes a los del centro y sur de México, con costumbres duras y una economía de subsistencia que fortalecía su resistencia.

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Contra la idea de que el norte fue conquistado sin resistencia, Alessio Robles destaca que Pereyra señaló que hubo luchas entre tribus valientes que nunca facilitaron la conquista. Asimismo, explicó que la colonización triunfó en la meseta central por la extensión del terreno y el clima favorable, pero no en el norte, donde la vida era más difícil, las tribus numerosas y aisladas, y el mestizaje escaso y afirmó que los tlaxcaltecas fueron esenciales para la colonización del norte de México.

EL HISPANISTA MÁS HISPANISTA

Pero Pereyra era mucho más que un político y un historiador. Era un erudito completo: jurista especializado en derecho público y política tributaria, diplomático versado en arbitraje internacional, y, sobre todo, un hispanista apasionado.

Se especializó en exploraciones marítimas, fundaciones americanas y la vida social hispanoamericana. Defendió apasionadamente la obra histórica española frente a críticas de historiadores extranjeros. Se ganó la fama de ser “un hispanista más hispanista que los propios españoles”, comprometido con la reivindicación de la historia y la cultura iberoamericana.

Su obra literaria e histórica fue vasta y profunda. Entre sus libros más importantes destacan: Hernán Cortés y la epopeya de Anáhuac, La doctrina de Monroe, El mito de Monroe, Bolívar y Washington, La Obra de España en América, Historia de la América española (en ocho volúmenes), y muchos otros.

LA SOMBRA DE HUERTA

En 1913, la vida de Carlos Pereyra dio un giro que marcaría su destino. Tras el golpe de Estado que llevó a Victoriano Huerta al poder, Pereyra aceptó trabajar con su gobierno en la Secretaría de Relaciones Exteriores. Inicialmente apoyó al dictador, aunque su relación con el tirano usurpador se tensó después.

A mediados de 1913, en pleno gobierno de Victoriano Huerta, Pereyra salió del país para asumir cargos diplomáticos en Europa, particularmente como embajador en Bélgica y los Países Bajos. Cuando Huerta renunció el 15 de julio de 1914, sus funcionarios quedaron en una situación de incertidumbre.

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En este contexto, el investigador Mario Ramírez Rancaño, del Instituto de Investigaciones Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México, señala en su artículo “El amargo exilio de Victoriano Huerta y sus seguidores en España: 1914-1920”; un episodio controvertido. Según Ramírez Rancaño, tras la renuncia de Huerta, Pereyra se apropió de los fondos de la Legación, los distribuyó entre los empleados y partió rumbo a España.

Esta conducta causó asombro entre sus conocidos, quienes solían considerarlo una persona íntegra y seria. Sin embargo, el autor reconoce que resultó innegable su lealtad al gobierno que lo había designado.

La colaboración con Huerta le costó caro. Venustiano Carranza, Primer Jefe del Ejército Constitucionalista que encabezó la lucha contra el usurpador, nunca le perdonó esa lealtad al régimen que había asesinado a Madero y dado el golpe de Estado. La inseguridad política y las represalias contra los huertistas explican que Pereyra optara por el exilio permanente.

EL EXILIO PRODUCTIVO

En España, Pereyra continuó su labor como escritor e historiador sin solicitar la nacionalidad española. Colaboró con la Editorial América y sostuvo una notable producción literaria e histórica desde ese país.

Durante casi tres décadas en el exilio, Pereyra siguió escribiendo obras monumentales sobre la historia americana. Desde Madrid, publicó sus trabajos más importantes, defendiendo la herencia hispánica en América y analizando con profundidad los procesos históricos de nuestro continente.

En Madrid, la ciudad que lo adoptó, Carlos Pereyra murió el 29 de junio de 1942, a los 70 años, lejos de su querido Saltillo, pero cerca de las tierras que tanto había estudiado y amado.

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Los restos de Carlos Pereyra fueron repatriados a Saltillo el 13 de marzo de 1948. Posteriormente, fueron sepultados en la Rotonda de los Coahuilenses Ilustres, donde descansan como homenaje a su importante contribución histórica y cultural al estado.

EL ERROR VS EL VALOR DE LA OBRA

La pérdida de la Hacienda de Ciénega del Toro, propiedad de la familia Pereyra a manos de Evaristo Madero, había marcado el destino económico de la familia. Irónicamente, décadas después, sería el nieto de Evaristo Madero, Francisco I. Madero, quien encabezaría la revolución que transformaría México.

Cuando Victoriano Huerta traicionó y asesinó a Madero en la Decena Trágica, Carlos Pereyra tomó la decisión de colaborar con el chacal Huerta.

Me atrevo a formular estas preguntas después de haber estudiado exhaustivamente los antecedentes, escrituras y documentos sobre la hacienda de Ciénega del Toro, el acervo obra en mi archivo personal, de donde desprendo las siguientes interrogantes:

¿Pudo haber influido en la decisión de Pereyra el antiguo agravio familiar? ¿Habrá pesado en su ánimo, consciente o inconscientemente, el recuerdo de que Francisco I. Madero era nieto del hombre que se quedó con las tierras de su familia?

Es imposible saberlo con certeza. La evidencia documental no confirma esta motivación, y sería arriesgado atribuir a un acto político tan complejo una causa puramente personal. Sin embargo, la coincidencia histórica es notable y plantea una pregunta inquietante: ¿hasta qué punto los agravios familiares del pasado pueden influir en las decisiones políticas del presente? ¿Usted qué opina?

EL JUICIO DE LA HISTORIA

Lo indiscutible es que Carlos Pereyra optó por estar en el lado equivocado; cometió el error político al colaborar con el gobierno de Victoriano Huerta. Fue una decisión que lo condenó al exilio permanente, que lo separó de México y de los archivos de donde se nutría.

Pero sería una injusticia histórica reducir la vida de Pereyra a ese error político. Su obra es rica, profunda e invaluable para comprender la historia de México y de América Latina. Sus estudios sobre la colonización del norte, su análisis del mestizaje, su defensa de la herencia hispánica, sus investigaciones representan un legado intelectual de primer orden.

$!Victoriano Huerta y Francisco I. Madero, dos personajes que marcaron la vida de nuestro historiador.

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El exilio fue su castigo, pero también su refugio. En Madrid pudo seguir escribiendo, investigando, enseñando. Nunca dejó de pensar en México, de escribir sobre México, de defender la historia mexicana y latinoamericana.

Hoy, más de 80 años después de su muerte, podemos mirar su vida con la perspectiva que da el tiempo. Carlos Pereyra fue, es y seguirá siendo uno de los grandes historiadores mexicanos, un saltillense ilustre cuyo legado intelectual merece ser recordado, estudiado y valorado. Su exilio fue una pérdida para México; su obra, una ganancia permanente para nuestra historiografía.

saltillo1900@gmail.com

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