¡Qué recuerdos de Saltillo! Historias, negocios y personajes de la calle Abasolo
La antigua calle de La Huasteca, conocida desde 1916 como Mariano Abasolo, desde entonces comenzó a experimentar un lento pero constante desarrollo. Con su bullicio diario, la calle ha sido el reflejo de una comunidad que mezcla la rutina con la historia. Cada esquina guarda una anécdota, un esfuerzo compartido o un episodio que recuerda el carácter de sus habitantes. Así, la calle sigue siendo un emblema de lo que define en gran parte a la gente de Saltillo: trabajo, fe y la búsqueda constante por salir adelante.
UN LEGADO DE APELLIDOS
En 1806 llegaron las primeras familias que comenzarían a dar vida a este popular barrio. Entre ellas estaban los Fuentes, Saucedo, de la Peña, Aguilar, de Arriola, Sánchez, de La Paz, de León, Charles y Flores.
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Sus nombres, grabados en los registros del tiempo, resuenan aún en la memoria colectiva del lugar. Si lleva usted alguno de estos apellidos, no dude que haya un lazo de sangre con aquellos pioneros que forjaron el carácter de la calle. Muchas de estas familias han permanecido en el barrio, conservando tradiciones y transmitiendo su historia de generación en generación.
NEGOCIOS FAMILIARES
A inicios del siglo 20, más nombres se sumaron al tejido comunitario: el señor Manuel Dávila y el señor Epigmenio Verástegui, quien operaba un molino de nixtamal. Otros vecinos notables incluyeron a Ramón de León Flores, Nicolás Arrambide, Lino Durán y Rómulo Gutiérrez, junto con la amplia familia de Francisco “Kiko” y Raúl de la Peña, propietarios de la Ferretería Juárez.
En contraesquina estuvo la botica del Dr. Antonio Méndez Fuentes, con un anuncio de lámina, que ahora está en manos de un coleccionista, hace un par de años lo vi en venta en una muestra de antigüedades.
CALLE DE NEGOCIOS
A diferencia de otras calles, aquí se encuentra una sorprendente variedad de establecimientos. Es una vía donde se puede adquirir prácticamente cualquier cosa, desde una aguja de coser hasta un automóvil. Además, la calle alberga iglesias católicas, un templo protestante y la escuela primaria Centenario, lo que refleja la diversidad del vecindario.
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También abundan las tiendas de conveniencia, con su característica peculiar de operar siempre con una sola caja abierta, incluso en los momentos más concurridos.
TESTIGOS DE LA HISTORIA
Hacia finales del siglo 20, el inglés Juan Harlan fundó el molino de trigo La Goleta, una joya de la incipiente industria en la zona oriente de Saltillo. Su historia quedó marcada por los eventos de la Revolución Mexicana.
Este molino se convirtió en un bastión de las fuerzas revolucionarias lideradas por el general Francisco Coss, quienes lo utilizaron como refugio durante intensos combates contra las tropas federales.
Aunque su tiempo como baluarte revolucionario fue breve, el molino dejó una marca en la memoria histórica de la ciudad. Como muchos monumentos de la arqueología industrial local, sucumbió al paso del tiempo y quedó reducido a cenizas en 1950. Su legado perdura en el nombre de una calle que rinde homenaje a su fundador, Juan Harlan.
Entre las industrias destacadas del barrio se encontraba la fábrica Muebles Unión, fundada por don Jesús María Dávila, empresario que no solo se distinguió por su labor industrial, sino también por su liderazgo social y político. En una época donde las mujeres no sobresalían en la industria, estuvo la factoría de Colchones Progreso, operada por María Flores de Charles.
EL CINE DEL BARRIO
En los años cincuenta abrió sus puertas el Cinelena, ofrecía funciones triples a precios accesibles, atrayendo a familias enteras. En 1981, el Cinelena fue renovado y renombrado como Cine Mundo, pero su esplendor fue efímero, finalmente cerró sus puertas. A pesar de ello, el recuerdo de las risas, y tristezas siguen vivos en la memoria de quienes alguna vez ocuparon sus butacas. Recuerda usted la fachada del cine ¿Qué había en ella?
NEGOCIOS DE ÉPOCA
La actividad comercial en la calle Abasolo siempre ha sido diversa y vibrante. Muy cerca del Cinelena se encontraba la Fotografía Lux, propiedad de la señora María Virginia Velazco Guzmán, mientras que en la esquina de Abasolo y Corona se alzaba Almacenes Gigante, fundado por Jorge Miguel Guerra Webhe, empresario de raíces palestinas oriundo de Minatitlán, Veracruz.
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Frente a este negocio operaba la sastrería Koffilmar de Teódulo Almaraz y en la contraesquina, Súper Carnes Villarreal, dirigida por Jacinto Villarreal, con María García como cajera quien, en su juventud, según el corrido de Agustín Jaime, fue la novia del desafortunado personaje.
HOTELES DE AYER
En la década de los setenta, a unos pasos de la esquina de Abasolo y Presidente Cárdenas, se encontraba el Hotel Paso del Norte, cuyo nombre evocaba tanto su ubicación como su vocación. Un cartel pintado a mano en una de sus paredes anunciaba con orgullo: “Cuartos desde $6.00 pesos”. ¡Sí, seis pesos!
En el otro extremo, Abasolo al sur, estuvo el modesto Hotel Yuma, refugio de feligreses que llegaban a recibir ayuda del párroco de la Iglesia del Perpetuo Socorro. Este lugar, aunque sencillo, era testigo de la hospitalidad y el espíritu comunitario del barrio.
LA IGLESIA DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD
En un gesto de comunidad y fe, el primero de enero de 1943 se colocó la primera piedra de lo que sería la iglesia de la Santísima Trinidad, en un terreno donado por el señor José Dávila Galindo. Ubicado en la calle Pedro Agüero, entre las calles Abasolo y Centenario.
El templo fue resultado del liderazgo del cura José María García Siller y el esfuerzo colectivo de los vecinos. El 12 de diciembre de 1959 el templo fue elevado a parroquia y su primer párroco fue el presbítero Humberto Molina.
LA IGLESIA DEL PERPETUO SOCORRO
Con el fraccionamiento de los terrenos de la antigua Granja Santa Anita, los descendientes de Vicente Ferrara donaron un lote para la construcción de una nueva iglesia.
En 1959, los vecinos formaron una junta para reunir fondos, la cual estuvo dirigida por el contratista Manuel Olvera Martínez, Francisco Charles, Flores encargado de conseguir el material y Valentín Reséndiz, quien donó el piso que hasta la fecha se encuentra en la iglesia, y de igual manera el dueño de la fábrica Mosaicos Pintor, que aportó cantidades considerables de piso de pasta.
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La obra inició en 1960 y estuvo bajo la asesoría del presbítero José María García Siller. La edificación fue financiada en su mayoría por la comunidad, pero contó con contribuciones significativas, como la campana donada por el industrial Guibert Verástegui Moya, 25 toneladas de cemento ofrecidas por el empresario del transporte y boxeador Félix Chávez, un órgano y dinero en efectivo, donación del señor Giboney, presidente de Nalco Chemical Company, de Houston, Texas. Cierto día, en circunstancias poco claras, el instrumento musical desapareció de la iglesia.
INICIO DE UNA MISIÓN
En 1960, la iglesia del Perpetuo Socorro recibió a un nuevo párroco, el presbítero irlandés Patricio Quinn Martin, para reemplazar al padre José Carrillo. La llegada del padre Quinn marcaría un antes y un después en la comunidad de Saltillo. Rápidamente se ganó el corazón de los feligreses con su bondad y entrega.
Durante casi tres décadas, su obra trascendió lo espiritual, construyendo no solo templos, sino también un legado de amor y servicio que aún se recuerda.
UNA RED DE SOLIDARIDAD
El padre Quinn construyó setenta capillas en las áreas más necesitadas, mantuvo una estrecha relación con la comunidad católica del estado de Mississippi, Estados Unidos. Este vínculo permitió que llegaran constantes ayudas en forma de ropa, alimentos y medicinas para los sectores vulnerables de Saltillo y sus alrededores.
El primer lunes de cada mes, las inmediaciones del templo del Perpetuo Socorro se transformaban en una romería, centenares de personas, llegadas de rancherías de Arteaga, General Cepeda y Saltillo acampaban desde la noche anterior para recibir despensas y kilos de frijol que el padre Quinn distribuía con generosidad.
EL CHOFER E INTÉRPRETE
Raúl de la Cruz Mendoza trabajó como chofer del padre Quinn y recuerda con nostalgia aquellas largas jornadas. Muy seguido cruzaban la frontera para gestionar el traslado de tráileres llenos de ayuda humanitaria. Durante los primeros años Raúl también fungió como intérprete, ya que el sacerdote conservó siempre un marcado acento irlandés, que en un principio resultaba difícil de comprender.
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El carisma del padre Quinn también dejó anécdotas entrañables. La señora Juanita Charles, vecina del barrio, recuerda cómo, en el día de su boda, el sacerdote con su peculiar acento pidió las “aras y los aníos” en lugar de las arras y los anillos, causando ligeras risas entre los novios.
UN VERDADERO BENEFACTOR INDEPENDIENTE
La labor del padre Quinn no estuvo exenta de tensiones. Su independencia y la constante llegada de recursos de Mississippi generaron cierta molestia entre las autoridades eclesiásticas locales. Sin embargo, el apoyo del obispo de Jackson Mississippi y la fe de los feligreses siempre respaldaron.
EL ÚLTIMO ADIÓS
El día de su muerte, la iglesia del Perpetuo Socorro se llenó de fieles que querían despedirse de su benefactor. Su hermano, residente en Estados Unidos, propuso trasladar los restos a su tierra natal, pero la comunidad protestó enérgicamente: el padre Quinn pertenecía al barrio y debía descansar entre su gente.
Hoy, su tumba dentro del templo está adornada constantemente con flores frescas, testimonio del cariño que sigue vivo. Un periódico local escribió tras su fallecimiento: “Nunca en la historia de la Iglesia de Saltillo ha habido ni habrá un hombre que haya hecho tanto por los más necesitados”.
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Su recuerdo sigue presente como un ejemplo de amor y humildad al servicio del prójimo. La calle que conecta con las oficinas del templo del Perpetuo Socorro lleva hoy su nombre. Es un tributo merecido a un hombre cuya misión fue aliviar el hambre, llevar consuelo, fe y esperanza a los más vulnerables. Hasta el momento, su obra no ha sido igualada.
UN RETRATO VIVO
La calle Abasolo no es solo un lugar de tránsito; es un espacio donde la vida fluye y se entrelaza en cada rincón. Sus vecinos, negocios y relatos le dan una personalidad única, convirtiéndola en un eje esencial de la vida cotidiana en Saltillo. Así, Abasolo no solo guarda la memoria de su pasado, sino que sigue evolucionando como un reflejo del dinamismo y la tradición que la distinguen.
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