Saltillo antiguo: El legado de Evaristo Madero Elizondo, pionero del México moderno

Saltillo antiguo: El legado de Evaristo Madero Elizondo, pionero del México moderno

Su vida fue una mezcla de visión comercial, disciplina y valores que aún marcan a Coahuila y Nuevo León

Saltillo
/ 15 noviembre 2025
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Hace apenas unos días mi buen amigo, Andrés García Guajardo, llegó con un tesoro bajo el brazo: tres joyas bibliográficas de uno de los personajes más fascinantes de Coahuila.

La primera, “Don Evaristo Madero, biografía de un patricio”, escrito por José Vasconcelos en 1958, la segunda, un exhaustivo estudio genealógico de la familia Madero y, quizá la más reveladora, el testamento de Evaristo Madero: un documento que habla tanto de fortunas como de valores. Tres piezas estas imprescindibles para entender a quien forjó no solo un imperio, sino el destino de una región.

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Evaristo Madero nació el 19 de septiembre de 1828 en la Hacienda de Rosales, cuando Coahuila y Texas todavía formaban un solo territorio. Su padre, José Francisco Madero Gaxiola, había sido alcalde de Monclova y diputado, pero murió cuando el niño tenía apenas cinco años. Quedó huérfano en una época difícil, cuando Coahuila y sus municipios apenas comenzaban a organizarse después de la Independencia.

Lo mandaron a estudiar a Saltillo, donde permaneció hasta 1841. Ese año, la separación del territorio de Texas hizo que la familia perdiera parte de sus tierras. Fue una pérdida importante y, a la vez, una lección temprana para Evaristo Madero sobre lo frágil que podía ser la fortuna en aquellos convulsos tiempos.

A los 19 años se casó con Rafaela Hernández Lombraña, una muchacha de 16. Fue justo en 1847, cuando el país estaba en guerra con Estados Unidos. Ese mismo año, Evaristo se incorporó a una empresa de transportes que viajaba de Saltillo a San Antonio, Texas. Esos viajes le enseñaron las rutas del comercio fronterizo, los difíciles caminos y las oportunidades que había en aquel territorio.

En 1853 se instaló en Monterrey. Allí montó su propio servicio de carretas que circulaban entre Nuevo León, Coahuila y Texas. El negocio prosperó. El joven Evaristo tenía un sorprendente tino para hacer negocios, se convirtió en mayorista y, en poco tiempo, gracias a su disciplina, acumuló una fortuna considerable.

Su gran oportunidad llegó durante la Guerra de Secesión estadounidense. Entre 1861 y 1865, las aduanas norteñas se convirtieron en paso obligado del algodón producido por los estados confederados del sur, que no podían exportarlo desde sus propios puertos por el bloqueo de la Unión.

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$!Evaristo Madero Elizondo, pionero del México moderno.

El algodón viajaba hacia Matamoros y de ahí a Europa. Evaristo se dedicó a este lucrativo comercio junto con el empresario de origen irlandés Patricio Milmo y otros comerciantes de San Antonio. En 1865, con parte del capital acumulado, fundó en Monterrey la casa comercial “Madero y Cía.”, empresa que durante veinticinco años sería el eje de los negocios familiares y que le permitió transportar y comerciar todo tipo de mercancías.

Compró la Hacienda El Rosario en Parras, que incluía una fábrica textil llamada La Estrella. La adquirió en sociedad con su hijo Francisco y su yerno Lorenzo González Treviño, que se había casado con su hija Prudenciana. En 1893 adquirió también la famosa Hacienda San Lorenzo, que ya era entonces célebre por sus viñedos y que con el tiempo se convertiría en Casa Madero, la vinícola más antigua de América en funcionamiento continuo.

La Hacienda El Rosario se convirtió en el centro de sus operaciones. Allí promovió el cultivo de la vid y la producción de aguardiente. Viajó a España, Francia, Italia y Portugal para traer las mejores variedades de uva y aprender las técnicas europeas de vitivinicultura. También sembró nogales por toda la propiedad, ya que crecían bien en la región, aunque tal vez no sabía que los nogales consumen cada vez más agua conforme crecen.

Durante su juventud se metió en política. Fue amigo cercano de Santiago Vidaurri, el gobernador de Nuevo León que en 1856 decidió anexar a Coahuila. En 1857, Evaristo fue diputado del Congreso Constituyente. Cuando llegó la invasión francesa, se distanció de Vidaurri y se unió a Benito Juárez. Durante la Intervención Francesa siguió combatiendo y llegó a coronel.

EL GOBERNADOR QUE RENUNCIÓ POR PRINCIPIOS

El 15 de diciembre de 1880, Evaristo Madero se convirtió en gobernador de Coahuila. Tenía 52 años y venía con ideas claras. Durante su gobierno, que coincidió con la presidencia de Manuel González en pleno porfiriato, emprendió obras que transformaron al estado.

Inició el ferrocarril de Lerdo a Piedras Negras, una línea fundamental para conectar Coahuila con el resto del país. Tendió líneas telegráficas que comunicaron a Laredo, Patos (hoy General Cepeda), San Pedro, Viesca, Saltillo, Piedras Negras y Lampazos.

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Creó instituciones de crédito, apoyó la agricultura y respaldó la fundación de empresas mineras. Su idea fue aprovechar los recursos naturales y la posición estratégica del estado para convertirlo en un polo de desarrollo. Lo que más le importaba era la educación. Estableció escuelas primarias, fundó orfanatorios y asilos, impulsó el Ateneo Fuente.

El 21 de febrero de 1882 se promulgó la Constitución Política del Estado de Coahuila, que sentó las bases legales para el desarrollo institucional.

Sin embargo, fue precisamente su proyecto educativo el que acabó con su carrera política. Propuso poner en alquiler las tierras del estado para crear un fondo permanente destinado a la educación pública gratuita. Era una idea visionaria: garantizar recursos estables sin depender de los presupuestos anuales. Pero Porfirio Díaz no lo respaldó y el proyecto no prosperó.

Decepcionado, Madero rechazó ser candidato para otro periodo y renunció el 1 de mayo de 1884, sin terminar su mandato. Francisco de Paula Ramos quedó como gobernador interino. Prefirió irse antes que continuar sin poder hacer las reformas que consideraba necesarias. Años después, los historiadores lo recordarían como uno de los mejores gobernadores que ha tenido Coahuila.

$!Fábrica textil La Estrella es un ícono de la cultura empresarial coahuilense.

NOTICIAS DEL IMPERIO

Después de dejar el gobierno, Evaristo se dedicó a sus negocios. Entre 1890 y 1908, su imperio empresarial creció hasta dimensiones impresionantes. Según el historiador Mario Cerutti, llegó a controlar más de un millón 100 mil hectáreas en el norte de México.

Sus empresas principales incluían la Carbonífera de Sabinas, los Molinos de Parras, la Compañía Explotadora Coahuilense que extraía caucho del guayule, y la Metalúrgica de Torreón.

En 1892 fundó el Banco de Nuevo León, la primera institución bancaria del norte del país, y en 1899 el Banco Mercantil de Monterrey. A través de sus hijos tenía influencia en la Fundidora de Fierro y Acero de Monterrey y en la Fábrica de Vidrios y Cristales.

DE SU VIDA FAMILIAR

Evaristo se casó dos veces. Con Rafaela Hernández tuvo siete hijos: Francisco, Prudenciana, Victoriana, Bárbara (que murió pequeña), Carolina, Rafaela y Evaristo. Enviudó y en 1871 se casó con Manuela Farías Benavides, con quien tuvo once hijos más: Ernesto, Manuel María, José, otra Bárbara, Salvador, María, Alberto, Benjamín, Daniel y Manuela.

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Siempre se preocupó por darles buena educación. A su hijo Evaristo lo mandó a estudiar a Amberes, Bélgica. Su nieto Francisco I. Madero se preparó en Estados Unidos y Francia. Para Evaristo Madero, el progreso dependía de la preparación.

EL TESTAMENTO

El 19 de octubre de 1910, a los 82 años, firmó su testamento en la Hacienda del Rosario. Catorce de sus hijos seguían vivos. A los del primer matrimonio les dejó cantidades proporcionales a sus circunstancias. A Francisco, Prudenciana, Victoriana y Carolina le correspondieron veinticinco mil pesos a cada uno, porque, en palabras de Evaristo Madero, “gozaban de buena fortuna y no necesitaban más”. A su hijo Evaristo le dejó cincuenta y cinco mil pesos y un terreno en el Mesquite, “por ser el menos rico”.

A los hijos del segundo matrimonio les correspondieron los principales ranchos: Saucillo, Azulejo, Longoria, Menfis, Santanita, San José de Patagalana y Sabanilla, además de casas en Monterrey y El Rosario. También distribuyó miles de acciones del Banco de Nuevo León entre todos ellos.

Ordenó la creación de un fondo de 100 mil pesos para el Asilo de San José, establecido en su hacienda. El capital no debía tocarse; solo se usarían los intereses. Si no alcanzaban, sus hijos Benjamín y Daniel cubrirían los faltantes.

A Raymundo García y su esposa les mandó continuar pagándoles sus pólizas hasta alcanzar diez mil pesos. A su hermana Manuela, religiosa en Oaxaca, le asignó cinco mil. A Refugito Navarro, una pensión vitalicia de cincuenta pesos mensuales.

Nombró albaceas a tres de sus hijos: Ernesto, Manuel y José, respaldados por los licenciados Viviano L. Villarreal y Mauro Sepúlveda. Ordenó que la explotación del guayule continuara durante cinco años después de su muerte, repartiendo las ganancias por mitades: una para sus hijos, otra para nietos y bisnietos.

Entre las disposiciones había también consejos. Una de sus frases: “Es más feliz el que no tiene deudas con capital reducido, que el rico que tiene grandes compromisos, porque se desprestigia y en el rato menos pensado da un frentazo y se rompe la cabeza quedando en la ruina”.

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Era sobrio en el comer y el beber. No gastaba en juegos ni restaurantes lujosos. No se inclinaba por la violencia. En el testamento aconsejó a sus hijos conducirse haciendo el bien, actuar con modestia e invocar a Dios en todos sus actos.

EL TESTAMENTO MORAL

A sus 82 años, el viejo patriarca sabía que el dinero podía perderse en un mal negocio, pero que los valores podían sostener a una familia durante generaciones. Ordenó a sus albaceas que, si alguno de sus hijos o yernos tenía vicios y actuaba contrario al buen crédito, no se les entregaría la herencia completa. Solo recibirían la parte de las ganancias que les correspondiera, hasta que demostraran ser capaces de manejar sus bienes sin dilapidarlos.

Les aconsejó que fueran activos, diligentes y honrados a carta cabal. Que jamás dijeran mentiras, porque eso corrompería a quien les había dado su confianza. Les pidió ser siempre justos y hacer el bien sin contárselo a nadie.

SIEMPRE IMPULSANDO LA UNIÓN

Sabía que una familia dividida terminaría perdiendo todo lo que él había construido. Les encargó adorar a Dios, ser justos, amar a sus esposas, hijos y a la Patria. Añadió: “Sean activos y enemigos de la pereza”.

Les aconsejó que jamás envidiaran el caudal ajeno, pero sí las virtudes de sus semejantes. Les pidió recordar siempre su memoria y la de su santa madre, “la cual les sonríe desde el Cielo”. Dejó su frase más célebre: “Es más feliz el que no tiene deudas con capital reducido, que el rico que tiene grandes compromisos, porque se desprestigia y en el rato menos pensado da un frentazo y se rompe la cabeza quedando en la ruina”.

$!Molinos cilíndricos de harina, una de las empresas fundadas por Evaristo Madero.

Fue categórico: que jamás pidieran fiado, que jamás prestaran su firma a nadie. Si querían hacer un favor, que lo hicieran con su propio dinero. Les aconsejó que cuando se presentara un negocio lucrativo pero arriesgado, no comprometieran más del 20 por ciento de su capital. Advirtió que los acreedores debían tener “ojos abiertos contra los deudores” y que les “cuenten hasta los pasos y bocados que dan”, lo cual resultaba muy desagradable.

Recomendó que, siendo honrados y activos, adquirieran cuanto desearan. No despreciaba la riqueza, pero insistía en el método: ganar limpiamente, sin trampas, sin deudas excesivas, sin comprometer el nombre de la familia.

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Les advirtió que no fueran vanidosos. Dejó una recomendación valiosa: que procuraran leer diariamente cuatro o, por lo menos, tres horas.

Y LLEGA EL FINAL

Evaristo Madero murió en Monterrey el 6 de abril de 1911, cinco meses y quince días después de firmar su testamento. Fue sepultado en Parras. Su muerte ocurrió apenas unos meses después de que su nieto Francisco I. Madero se levantara en armas en noviembre de 1910.

Mientras el abuelo firmaba su testamento en octubre de ese año, el nieto preparaba el llamado a la Revolución. Evaristo representaba el orden del Porfiriato; Francisco, su transformación. Pero ambos compartían la convicción de que la educación era indispensable, el rechazo a la violencia innecesaria y la creencia en que el trabajo y la honradez eran las bases de la prosperidad.

Los viñedos de Parras siguen produciendo vinos hasta hoy. Muchas de las empresas que impulsó continúan funcionando en Nuevo León y Coahuila. No es exagerado llamarlo pionero del México moderno.

saltillo1900@gmail.com

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