Jon Lee Anderson: ‘El crimen organizado comparte el poder con el Estado’

Internacional
/ 16 octubre 2025

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En su presentación en la Asamblea de la SIP, el reconocido periodista destacó que los grupos delincuenciales consiguieron lo que el capitalismo y la insurgencia no pudieron hacer

PUNTA CANA, RD.– El cronista de The New Yorker y maestro de la Fundación Gabo, Jon Lee Anderson, lanzó una advertencia contundente sobre el presente político de América Latina: “El crimen organizado logró lo que el capitalismo y la contrainsurgencia no: comparte el poder con el Estado”.

El periodista fue parte de las ponencias del primer día de trabajo de la 81 Asamblea General de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) en esta ciudad.

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Anderson, reconocido por sus perfiles de líderes como Fidel Castro, Hugo Chávez y Jair Bolsonaro, sostiene que la “guerra contra las drogas” fracasó.

A pesar de los miles de millones invertidos en estrategias de contención, la producción y el tráfico se expandieron, mientras la violencia se dosifica para no alterar el statu quo en buena parte del continente. “Del Caribe a la frontera norte, pocos países se salvan de esa captura parcial”, advirtió.

Para el periodista, el narcotráfico ya no es el único negocio de estas redes: la minería ilegal, especialmente de oro, ha emergido como una fuente de financiamiento más rentable y menos visible. Estas economías paralelas han permitido al crimen organizado operar no solo como fuerza de facto en territorios específicos, sino como actor que incide directamente en la gobernabilidad.

$!El reconocido periodista habló sobre una nueva virtud en la comunicación política: la viralidad.

En algunos casos, como Ecuador, se percibe un enfrentamiento abierto con las organizaciones criminales; en otros, la convivencia silenciosa entre gobiernos locales y redes ilícitas permite una cohabitación funcional: el Estado administra, pero no controla plenamente.

POLÍTICA EN LA ERA DEL ALGORITMO

Anderson vincula esta transformación criminal con un cambio cultural más amplio: la sustitución de los partidos y el debate deliberativo por el “infotenimiento” digital. Figuras como Donald Trump, Javier Milei y Nayib Bukele comprendieron antes que nadie que “la viralidad es la nueva virtud”. Ya no importan los rituales políticos tradicionales; basta con activar emociones primarias en redes para construir poder.

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Este desplazamiento —de la política al espectáculo— ha permitido que liderazgos autoritarios y estructuras criminales se fortalezcan en un mismo ecosistema: pantallas, símbolos y emociones reemplazan instituciones, datos y contrapesos.

DEMOCRACIAS CANSADAS, INSTITUCIONES EROSIONADAS

El periodista ubica esta crisis en un contexto de democracias fatigadas, donde la alternancia política no ha resuelto problemas básicos. Casos como los de Perú, El Salvador y Nicaragua muestran cómo la corrupción, las autocracias patrimoniales y la debilidad institucional abrieron espacio a poderes paralelos. “Cuando el liderazgo se atrinchera en aparatos de seguridad, llega el punto de no retorno: el líder no puede irse sin arriesgar su vida y la de su círculo”, explicó.

HAITÍ Y LA FRONTERA FALLIDA DEL MULTILATERALISMO

Haití, donde las pandillas han ocupado el vacío estatal tras la retirada de misiones internacionales, es para Anderson el ejemplo más extremo de esa cohabitación entre crimen y Estado débil. “Un pedazo de África aquí”, describió, al señalar que las bandas controlan puertos, flujos de armas y territorios completos, ante la pasividad de organismos multilaterales.

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Su propuesta —impopular, pero clara— plantea una intervención coordinada de largo plazo liderada por Estados Unidos, México, Brasil, Francia y Canadá, enfocada en educación, infraestructura y control territorial. “Lo que no hacen los organismos multilaterales, hoy lo hacen (mejor) los chinos”, sentenció.

VERDAD FRENTE A ‘ALTERNATIVE FACTS’

En medio de este panorama, Anderson defendió la función esencial del periodismo como contrapeso: verificar, documentar y narrar con justicia. “No hay neutralidad perfecta, pero sí imparcialidad sincera. Si alguien muere frente a mí, eso ocurrió”, dijo, al rechazar las teorías conspirativas que lucran con la confusión informativa.

Para él, el reto es doble: disputar la agenda digital sin amplificar mentiras, y reconstruir el oficio desde el terreno, con reporteo, trazabilidad judicial y seguimiento económico de las redes criminales.

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