Alcoholismo 5: Una musa destructiva

Opinión
/ 7 octubre 2024

Los escritores son gente extraña, un tanto rara. Habitantes de un mundo paralelo, anidan en una torre de marfil y es poco menos que imposible bajarlos de ella al mundo real. Entre la neurosis y la locura, entre el trastorno y la enfermedad, entre el dolor perpetuo y la evasión, los intelectuales, los pensadores, los escritores cultivan una serie de “mañas”, vicios y virtudes que hacen de ellos seres inadaptados para la vida cotidiana.

El semiólogo y novelista Umberto Eco dijo alguna vez en una entrevista que el mundo contemporáneo lo conocía sólo por la televisión, realmente el mundo que habitaba el autor de “El Nombre de la Rosa”, era el periodo medieval, el cual lo recorría cotidianamente. No es extraño entonces que los escritores habiten su muy personalísima “Ciudad de Dios”, su “Utopía”, su propio Macondo o Santa María, aquella mítica y angustiante ciudad de Juan Carlos Onetti.

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En su célebre pasaje de la obra “Enrique IV”, William Shakespeare escribe: “Puedo convocar a los espíritus del infinito. /Claro que puedo hacerlo, y cualquier otro también; /¿Pero acudirán cuando yo los convoque?”. ¿Acudirá la musa mediante la seducción artificial de sus sentidos? Los creadores piensan que sí y utilizan varias y variadas mañas y estratagemas para lograrlo. Una de ellas es más socorrida: beber alcohol.

Ese eterno estimulante ha sido factor fundamental en la creación de esos espíritus del infierno que son los creadores. Verdad de Perogrullo: los poetas, pintores y compositores emplean el alcohol por la misma razón que la mayoría de la gente: para estimular los pensamientos y sentimientos, para relajar la mente a fin de poder emprender una dura tarea y, en muchas ocasiones, para lograr un estado de indulgencia.

A continuación dos ejemplos contradictorios sobre el “vicio” del alcoholismo: la escritora sueca Marika Stiernstedt, que empezó a tomar por sentir una gran ansiedad, pudo más tarde, sin dificultad, identificar línea por línea los pasajes que había escrito bajo la influencia del alcohol, –pues– decía, eran definitivamente inferiores al resto de su producción. Aquí nos enfrentamos con un vicio destructivo. El lado contrario, el otro lado del corazón es el protagonizado por una serie de almas en pena, verdaderamente espíritus del infierno que encontraron en la musa alcohólica el leitmotiv para sus textos de creación y para su propia vida. Los ejemplos son célebres y harto conocidos por usted: Francis Scott Fitzgerald, Ernest Hemingway, Malcolm Lowry, Hart Crane... Utrillo.

Bajo la influencia del vino, Maurice Utrillo pintó las más exquisitas vistas de París, con suaves pinceladas en blanco, grises y verdes. Se cuenta que sus parientes solían dejarlo con una botella de vino y una tela en blanco, y al regresar encontraban una botella vacía, un artista ebrio y una bella pintura, que a menudo representaba una vista de Montmartre con su vibrante atmósfera y bohemia parisiense. A medida que fue aumentando su dependencia del alcohol, sin embargo, se debilitaron sus facultades y sus medios de expresión, que lo habían caracterizado, se diluyeron, como lo demuestran sus últimas obras.

ESQUINA-BAJAN

El precio que hay que pagar es en ocasiones la vida misma: en la etapa terminal del alcoholismo, el delirium tremens, con su agitación y alucinaciones, son el estadio para habitar y morir. Así moriría Lowry, quien dejó un libro, una novela invulnerable, considerada la “divina comedia ebria” del siglo 20: “Bajo el Volcán”. El poeta norteamericano Hart Crane, luego de una estancia alucinatoria en México, ya de regreso a Estados Unidos, no aguantaría la vida y, ebrio, se arrojaría a las aguas del Golfo de México. Su cuerpo jamás fue recuperado.

Lo anterior es un pálido recuento literario, artístico, sin duda alguna, pie y letras para un buen ensayo al respeto. Pero en el mundo real, en el aquí y ahora de nuestros pueblos y ciudades, el alcohol está azotando a todo mundo y sus consecuencias son devastadoras. No sólo en nuestros jóvenes, sino en cualquier estrato de la sociedad. El avispado reportero de esta casa editorial, don Armando Ríos, publicó en días recientes una espléndida nota donde aporta los siguientes datos que nos alertan sobre lo evidente: el alcohol mata, nos está matando.

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El 32 por ciento de los delitos que se cometen en el Estado de Coahuila son bajo el influjo de alguna droga o del alcohol. Lo anterior con base en la Encuesta Nacional de Victimización y Percepción de Seguridad en sus datos correspondiente al 2023. Es decir, es la radiografía del aquí y ahora en nuestras familias. Los fines de semana, si usted revisa la página roja de los diarios o los diarios vespertinos, los llamados tabloides de la ciudad, se encontrará con dos o tres muertes diarias de jueves a lunes bajo un común denominador: el consumo de drogas o alcohol. O las dos cosas.

Usted ya conoce la cita y la ha hecho suya: en una de sus piezas perfectas y uno de sus textos más celebrados por todo mundo y en el mundo entero, en las palabras de Edgar Allan Poe escritas en “El Gato Negro”, reconocemos el poderío al haber dejado tatuado lo siguiente a fuego lento.

LETRAS MINÚSCULAS

“¿Qué enfermedad se puede comparar con el alcohol?”. Ninguna.

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