¿Los juristas deben ser filósofos?

La historieta de “Los Pitufos” (1958) se convirtió en una serie animada de los ochenta que me acompañó en la niñez. Me encantaba verla. Muchos la disfrutábamos después de los consejos que nos daba el Tío Gamboín (con Pancholín, Salchichita, el jefe pluma roja y el Gato GC). Obviamente, los sobrinos nunca hicimos caso: ¡le fallamos al tío! Más cuando −una interpretación de la caricatura− nos dice que los siete pecados capitales aparecían como los siete seres encantadores azules que, Gargamel y Azrael tenían que perseguir para eliminar el mal.
Las apariencias engañan. No todo lo que parece es. Los pitufos (los malos) caracterizaban a los buenos (por su agradable apariencia), mientras que los buenos (el monje y el gato) se les pintaban como los malos.
TE PUEDE INTERESAR: Artes & Derechos Humanos: los juristas creativos
Cuando veía de niño a los pitufos no entendía cómo la ira, la lujuria, la avaricia, la soberbia, la envidia, la gula y la pereza representaban a cada uno de los siete duendes azules. Papa Pitufo, además, representa −por su vestimenta de rojo infernal− al propio diablo. De cualquier forma, “Los Pitufos” fue una de mis caricaturas favoritas.
Existía un personaje interesante: el pitufo Filósofo, el único que se tomaba en serio las cosas. Se la pasaba impartiendo lecciones a los otros. Es el que se cree más inteligente. Es un pitufo que no sufre de problemas de autoestima. La soberbia le gana. ¿Pero qué papel tiene la filosofía en la vida?
Como profesor de Filosofía del Derecho he aprendido que un jurista debe cuestionarse las normas para justificar su validez. La filosofía nos ayuda a saber interrogarnos los temas, a saber fundamentar las razones, a sistematizar las concepciones que están detrás de las normas y a desarrollar las respuestas correctas a los problemas que tenemos que resolver jurídicamente.
Los que pretendemos enseñar cuestiones filosóficas en el Derecho no somos juristas inútiles que se dedican a elucubrar o reflexionar ideas que son inexistentes en la realidad. Por el contrario, para poder explicar de una mejor manera la realidad necesitamos de la filosofía. No hay buena práctica del Derecho sin buenas teorías que nos orienten, por un lado, a identificar mejor los problemas, pero también, por el otro, a desarrollar de manera categórica los conceptos.
TE PUEDE INTERESAR: Juventud resiliente: Construyendo el futuro hoy
En la formación del jurista AiDH existe una fuerte acentuación filosófica en el programa de estudios. El jurista AiDH no sólo cursará, desde el inicio, la Teoría del Derecho, la Historia de la Filosofía del Derecho, la Filosofía del Derecho y la Teoría de la Justicia. También complementará su formación con áreas más específicas, como la Deontología, Epistemología y los Estudios Críticos del Derecho. Hay, pues, un énfasis fuerte. Es una experiencia propia: un buen civilista, penalista, constitucionalista o administrativista, por ejemplo, se convierte en un excelente jurista si se acompaña siempre del saber filosófico.
No debe haber separación entre la ciencia jurídica y la filosofía. Por el contrario, debemos formar a los profesionales del Derecho con metodologías que les permitan interactuar para explicar mejor el mundo de las normas. Los grandes juristas hacen filosofía de su área jurídica especializada.
Este es un cambio sustancial. Nuestra escuela no sólo se distingue por su perspectiva de los derechos humanos. Formaremos juristas que aprenderán el Derecho con la reflexión rigurosa de las ideas que fundamentan la razón de ser de las normas. Serán críticos objetivos. Serán generadores de conocimiento. Serán operadores jurídicos racionales. En suma, serán juristas que sabrán preguntarse las normas para responder la mejor solución correcta para lograr la justicia.
TE PUEDE INTERESAR: La nueva generación AiDH, un proceso de cambio social
FILOSOFÍA MORADA
Este ciclo escolar que inicia inaugura mi primer curso de Filosofía del Derecho en la #LicenciaturaAiDH. Es parte del sueño morado: construir agentes de cambio que sepan pensar jurídicamente, no sólo abrir el código.
Es una de mis ideas centrales. La buena filosofía nos guiará a la justicia.