Plastic love y cómo el city pop japonés conquistó al mundo
Una canción ochentera que solo se escuchó en radios y karaokes japoneses se volvió viral en 2017 gracias al algoritmo de YouTube y el movimiento vaporwave. ¿Cómo ocurrió y qué tiene que ver la nostalgia en todo esto?
Llega el fin de semana, se acerca la noche y aunque han sido días pesados, cuando tomas un respiro profundo te das cuenta de que todo está más o menos bien. La familia, el trabajo, los amigos. Las cosas han mejorado y ese viento fresco que se cuela por la ventana de tu habitación se siente esperanzador.
Navegas un rato en tu celular y entonces YouTube o Spotify te recomiendan una canción: Plastic Love, de Mariya Takeuchi. La escuchas y por un momento, un momento que parece alargarse con suavidad, todo es perfecto.
Los sonidos de sintetizadores mezclados con ese jazz te envuelven. La melodía hipnotiza ligeramente tus movimientos, porque sin darte cuenta tu cabeza ya entró en ritmo, tus hombros bailan cashi sin querer y te sorprendes chasqueando los dedos. La voz de la cantante no suena tan estruendosa como en los animes más populares, al contrario, es como si alguien familiar te animara.
Plastic Love es una ola suave que te arrulla y te mece y te apapacha.
Todo está bien, piensas de nuevo, y al mismo tiempo una sensación en el cuerpo te provoca... ¿nostalgia? No es que quieras volver atrás, pero hay detalles, personas, emociones que prefieres atesorar con fuerza. ¿Qué es esto?, ¿por qué te sientes así?, ¿lo está provocando esta rola?
No hace mucho, esa canción era mayormente desconocida en países de habla hispana y gran parte del planeta. Pero como ocurre con frecuencia internet se encarga de revolverlo todo y generar anacronismos y hacer las cosas más interesantes. Así, una canción ochentera que solo se escuchó en radios y karaokes japoneses se volvió viral en 2017 gracias al algoritmo de YouTube y el movimiento vaporwave (un fenómeno que explicaremos más adelante).
Seré sincero: es una de mis canciones favoritas. Y aunque para nada es un gusto culposo, es una de esas cosas que disfruto más solo; más cuando estoy trabajando sin que nadie mire; más cuando la pantalla de la computadora me ilumina el rostro una noche cualquiera; más cuando bebo alguna cerveza y nadie está casa; más cuando caminó por los laberintos sin fin de la red. Más cuando quiero pasarla bien.
Supongo que es así, porque a pesar de estar en otro idioma, la canción tiene este poder de conectar contigo como si te estuviera hablando directamente. Espero que sea eso y no que yo sea una especie de hikikomori (una persona que recluye de la sociedad para evitar compromisos sociales) en Latinoamérica...
Además, contrario a mis designios más fervientes, a mis círculos más cercanos no les fascina el J-pop. Pero una mañana de enero de 2022, Elí Vázquez, uno de mis mejores amigos, me mandó un enlace por WhatsApp diciéndome que tenía que escuchar una “canción japo buenísima”. Era Plastic Love.
Un mensaje llevó a otro y finalmente la idea de escribir un artículo al respecto no pareció descabella. Más bien excitante y necesaria. Y seamos sinceros. No estás aquí por casualidad.
Así, esta es la historia de cómo Plastic love y el City Pop japonés conquistaron al mundo 33 años años después de su ocaso en oriente.
Los efectos inesperados de la Segunda Guerra Mundial
Theodor Adorno escribió que “después de Auschwitz escribir poesía es un acto de barbarie”.
No vamos a entrar en este momento a las implicaciones concretas sobre la lírica, la plástica y la experiencia estética alemana o global en torno a la producción artística derivada de la Segunda Guerra Mundial. Tampoco quiero hacer alguna suerte de apología agradeciendo que se diera un evento tan atroz solo para aplaudir el surgimiento de productos de la cultura pop. Ese sería un crimen intelectual y a todas luces reprochable
Es más bien que sin esa catástrofe bélica, no se pueden entender ciertos eventos posteriores.
Posterior a los ataques atómicos de Hiroshima y Nagasaki, el Departamento de Guerra de Estados Unidos obligó a la isla del sol naciente a firmar su rendición en la cual se vieron forzados a gestar una constitución pacifista.
En su tésis para la obtención de grado científico de Doctor en Ciencias Económicas titulada “Crecimiento económico, crisis y reformas en japón en las dos últimas décadas”, Ernesché Rodríguez Asien comenta que:
“La burocracia japonesa emitió el documento ‘Problemas básicos para la reconstrucción de la economía japonesa de posguerra’, en fecha tan temprana como 1946. Aquí se planteaba que Japón debía seguir un modelo intermedio entre la planificación socialista y las instituciones capitalistas”.
Tal vez te preguntes, como yo, qué quiere decir esto.
El periodico El Financiero explica a detalle que esto implicó para Japón “nunca más tener un Ejército, declarar la guerra ni aplicar una política ofensiva.” Una acuerdo que se mantiene vigente en el artículo 9 de su Carta Magna aprobada en 1947, aunque recientemente se ha puesto sobre la mesa una discusión sobre si deben seguir con esto o no.
Unos años más tarde, en 1949 surgió el Ministerio de Industria y Comercio Internacional (MITI) y se creó su Departamento de Empresa, que impulsó la transformación económica de acuerdo con la tesis avalada por la universidad de la Habana.
¿Por qué estás leyendo esto?, ¿Qué tiene que ver con el city pop, el vaporwave y los algoritmos?
Resulta que este contexto previo es el que alineó las cosas para que el periodo de reconstrucción del país nipón se encaminara hacia la obtención, desarrollo, y compra de tecnología para acelerar el crecimiento económico.
Recordemos que el periodo inmediato de la posguerra dejó un escenario yermo con sobrepoblación, pérdida extensión territorial, hambruna, ciudades destruidas, pocas ofertas de trabajo y un profundo sentimiento de derrota. En términos concretos, Rodríguez Asien identifica que:
“Japón perdió el 42 por ciento de la riqueza nacional y el 44 por ciento de la capacidad industrial –energía, instalaciones, maquinaria, etcétera. Durante algunos años después de la derrota, la economía japonesa estuvo casi totalmente paralizada con una severa escasez de alimentos, una elevada inflación y los efectos de un mercado negro generalizado.
El país había perdido todos sus territorios de ultramar, mientras su población sobrepasaba la cifra de los 80 millones. Además, alrededor de 6 millones de repatriados llegaron del extranjero. La demanda interna descendió con la interrupción de las compras militares, y el comercio exterior se hallaba restringido por las fuerzas de ocupación aliadas”.
Sin embargo la implementación de avances tecnológicos que permitieron la automatización de algunas industrias como la agrícola; se reformaron los planes de estudio; se integraron nuevas prácticas democráticas; la restructuración del zaibatsu (grupo de empresas dominantes ante de la Segunda Guerra) y el surgimiento del keiretsu (grupo de empresas dominantes después de la guerra); entre otros cambios que no platicaremos en este momento.
El ensayo realizado por el usuario STEVEM, afirma incluso que parte del dinero que Japón no podía usar en materia militar, lo destinó a la creación de tecnología impulsando así el boom del país en ese sentido.
Así, para finales de la década de los cincuentas, Japón era ya una de las naciones industrializadas más importantes del mundo.
El milagro japonés y la resiliencia
El 30 enero de 2021, Francesc Miralles, escritor y ensayista, publicó en El País un artículo sobre las implicaciones que los países orientales toman en cuenta para superar las crisis.
La palabra con la que decidió iniciar no es casualidad: encarna la idiosincrasia japonesa; armoniza pasado y presente; encaja con el contexto de la posguerra; y ha sido popularizada como algo cotidiano en la cultura pop a través de manga y anime.
“Ganbatte”. En japonés se escribe 頑張って y, cómo dice el ensayista, significa “esfuérzate al máximo”. En resumen, el contenido propone que este vocablo lo que refleja es resiliencia y que se aplica tanto de manera individual como colectiva.
¿Cómo se traduce esto? Si tienes una dificultad menor el pensamiento que debes tener para superarlo es “Ganbatte”. Si el conflicto tiene implicaciones que van más allá de ti y parece imbatible: “Ganbatte”.
No deberíamos tomar esto a la ligera. En TED Talk de 2018, la científica cognitiva Lera Boroditsky habla de cómo el lenguaje moldea la manera en la que pensamos y el dilema de si el lenguaje crea la realidad o viceversa. O si no ocurre del todo. Ella aborda temas como la relación del habla y la percepción de las cantidades; el género; los colores; el tiempo; acciones intencionales y accidentes; los detalles a los que la memoria les presta atención al recordar un evento.
Algunas de sus conclusiones son que “el lenguaje guía nuestro razonamiento sobre eventos” y puede “modificar profundamente la manera en la que pensamos”. También dice que “la belleza de la diversidad lingüística es que nos revela qué tan ingeniosa y flexible es la mente humana”. Además, y para mi lo más revelador, es que “los idiomas son, por supuesto, cosas vivas que podemos afilar y cambiar para satisfacer nuestras necesidades”.
¿Crees que nos desviamos del tema? Creo que no. Aquí vamos.
Arriba, cuando platicamos de las implicaciones bélicas y la posguerra, presentamos un marco general de las condiciones físicas, condiciones que la realidad puso de facto. Sin embargo, si esos elementos fueran suficientes para alcanzar un crecimiento económico como en el caso de Japón, otros países con contextos parecidos hubieran alcanzado despuntes similares. ¿Por qué no ocurrió? La respuesta es, como siempre, más complicada de lo que parece.
No quiero confundirte ni provocar lecturas erróneas. Pero nunca está de más ser transparente. Esta es solo mi opinión reductiva y arriesgada.
Me parece que uno de los diferenciadores fue justamente la relación entre el lenguaje y las condiciones físicas que le dieron a Japón esa resiliencia para enfrentar los problemas y caminar hacia el porvenir. Una situación para nada es exclusiva de la cultura pop, sino que transformó la identidad nacional y la integración de elementos culturales extranjeros (y que se relacionan definitivamente con la política Sakoku)
¿Después de Auschwitz escribir poesía es un acto de barbarie? No lo sé. Y es cierto que el futuro no todas las veces significa mejorar, ni encontrar situaciones de mayor estabilidad y las utopías son siempre inalcanzables. Pero en este caso, después de que una catástrofe como la Segunda Guerra Mundial golpeara con tanta violencia y crueldad, solo se podía seguir caminando en la espera activa de que el sol naciera de nuevo.
Fuera de esta reflexión, seré repetitivo: la resiliencia (otra vez) no se quedó en términos conceptuales.
Durante los cincuentas y sesentas, las personas japonesas viajaron con frecuencia a Estados Unidos para estudiar y aprender otras industrias, otras máquinas, otras tecnologías. A su vuelta al continente asiático, traían por supuesto herramientas que sirvieron para la automatización del país, nuevas perspectivas económicas, pensamientos que solo son posibles mediante la globalización, pero también influencias culturales. Parte de ellas influencias musicales.
Todo esto se vio reflejado en tasas de crecimiento del 9.3 por ciento en promedio entre 1946 y 1973, así como niveles de 11 por ciento durante los sesentas. Lo anterior de acuerdo con un artículo de Francisco Correa Restrepo titulado “Desarrollo económico de Japón: de la génesis al llamado milagro económico” publicado en 2016 en Redalyc.
Las cosas se habían transformado. Pasaron de ser el país donde se comprobó la potencia destructiva de las bombas atómicas a la segunda potencia mundial en menos de tres décadas.
Las personas ahora caminaban por las calles con modas exóticas, los estéreos en los autos eran una novedad, la empresa SONY arrasó el mundo con su Walkman. Había trabajos estables, la infraestructura tuvo inversiones saludables (en parte por los Juegos Olímpicos del 64), Tokyo se había vuelto al mismo tiempo un símbolo que conjugaba tradiciones místicas y revoluciones electrónicas.
Los vientos de cambio trajeron algo que llegó más rápido de lo que pensó: esperanza.
¡Por fin, el nacimiento del city pop!
El periodo de estabilidad de los setentas que dibujaba un futuro mejor, se convirtió en los ochentas en momento sin precedentes. Los ingresos de los japoneses superaban los gastos y los bancos realizaron inversiones en el sector inmobiliario que terminó por generar todavía más crecimiento y competitividad.
En 2011, Antonio Torreño Mañas publicó un artículo como parte del Observatorio Iberoamericano de la Economía y la Sociedad de Japón titulado el “final de la burbuja especulativa y la crisis económica de Japón” donde el crecimiento económico entre 1955 y 1972 fue 10 por ciento del producto nacional en términos reales y de 1975 a 1990 en 4 por ciento.
Noisey, la plataforma de Vice especializada en música, lo define de la siguiente manera: “una variante del J-pop fácil de escuchar, que se nutrió de muchas influencias americanas y asiáticas como el funk, el soul, el disco, el lounge e incluso el yacht rock, definió el mainstream japonés desde finales de los 70 hasta mediados de los 80, a pesar de que en esa época se consideraba muzak inofensivo para yuppies”.
El canal de YouTube Kulcast publicó un video ensayo sobre Plastic Love de la que hablaremos más adelante. Y como estamos haciendo aquí, da un poco de contexto, afirmando lo siguiente:
“Japón y en específico Tokyo eran vistos como una ventana hacia el futuro. Después de años de dificultades los japoneses por fin tenían una época de prosperidad bastante grande y evidentemente estaban ávidos de festejarla con bares, ropa exclusiva, viajes, clubes nocturnos.
Este ambiente urbano y estilo de vida cosmopolita permitía a los japoneses abrir su panorama. Esto se trasladó de manera directa a la cultura y música daría el paso al city pop el cual optaba por un panorama optimista y un futuro prometedor”.
Además de eso, este tipo de música significó un rompimiento con la tradición, con lo ornamental, con el misticismo.
El video ensayo de Kulcast señala que la incorporación de elementos como el sintetizador Casio CZ-101, el Yamaha CS-80 y la caja de ritmos Roland TR-808 son parte de esta fusión y le da su toque único, relajado, nostálgico entonces y ahora.
En su artículo para Canino, Álvaro Arbonés cuenta que “el city pop fue una tendencia masiva. Tiñó absolutamente todos los aspectos de la cultura japonesa. Y como tal, su extensión es inabarcable.
“No dejaba de ser sólo otro ejemplo más de la occidentalización japonesa. Asumiendo una estética más pop, esto se dejó entrever en cómo durante los ochenta también conoció su auge definitivo el manga y el anime, produciendo la amalgama que hoy entendemos por estética japonesa contemporánea. Ese cool japan que ha sobrevivido transformándose con el tiempo”.
Para Felipe Rojas, en un artículo publicado en La Tercera, la esencia del nuevo género se resumen la limpieza de las guitarras, los bajos notorios, voces suaves, baterías sencillas, “todo en un manto pop y funk”.
Ella no sabía entonces que este hecho la convertiría en leyenda.
Tampoco sabía que entre las 11 canciones del disco de esta joven de 30 años, había una joya que sobresaldría de entre las demás. Lo de joya no es un adjetivo fácil: años más tarde esa misma canción se convertiría en un fenómeno viral y la cara más famosa del city pop en occidente.
Hablamos de Plastic Love (プラスティック・ラブ), la canción número dos del lado uno del disco con una duración de 4 minutos y 51 segundos. Fue bien recibida, aunque sin ser una locura. En 1985 salió al mercado como sencillo vendiendo alrededor de 10 mil copias.
Una de las mejores entrevistas no solo respecto a la canción, sino a Takeuchi que están en la red es la publicada por el Japan Times en noviembre de 2018. Ahí la cantante revela, por ejemplo, que estaba embarazada para el momento en que Plastic Love se estaba gestando. Por eso mismo no participaba de la vorágine de excesos de la burbuja financiera.
“Escribía canciones en ese momento porque era divertido para mí”, dijo. “Quería escribir una canción de rock, una canción folclórica, una canción country. También quería escribir algo bailable, algo con un sonido pop de la ciudad”.
La historia que se narra es la de una mujer que pierde al hombre que ama y aunque le sobran pretendientes no lo puede olvidar... se siente sola. Por eso ahora cree que el amor es plástico, y ya sea en la discoteca (sí, discoteca) manejando en la carretera ahora es “fría como el hielo”.
Las radios niponas tocaban la canción; en los bares se podía escuchar de fondo; la gente la cantaba en los karaokes. Pero su fama no cruzó el mar entonces; pasarían 30 años antes de que se convirtiera en la catedral del city pop en el extranjero. La misma Takeuchi, en la entrevista del Japan Times dice que en su momento le pareció imposible que, al estar escrita en japonés, la canción siquiera saliera del país.
Lo cierto es que se puede considerar a esta pieza como un éxito, pero no uno inesperado. La artista originaria de la prefectura de Shimane inició su carrera en 1978 y tenía cinco álbumes previos antes de Variety.
Dentro de la isla, la pareja se convirtió en referente del city pop. Takeuchi publicó siete discos más, aunque sin duda su época dorada fue la década de 1980.
Pero así como las cosas llegan, así como se alzan de súbito, de súbito pueden morir. La época dorada del género terminó en 1990 cuando todo ese crecimiento desenfrenado, todos los avances, todas las promesas cumplidas sobre el futuro benéfico explotaron junto con la burbuja económica.
Lo que inició como una crisis inmobiliaria donde los bancos aumentaron los intereses de préstamos ante la inflación y devaluación del yen frente al dólar, terminó por una recesión más compleja que, dependiendo las fuentes, se discute si terminó al inicio los dos miles, en 2011 o si todavía se siguen arrastrando efectos directos.
Así, con un panorama más desolador, un futuro incierto y zozobra, las canciones no dejaron de hablar de pasarla bien y vivir la vida urbana a tope, pero dejó de ser un movimiento tan grande.
Algoritmos, vaporwave y nostalgia
Los últimos años han sido una locura. Y en gran parte el internet ha tenido que ver tanto en la forma de enterarnos de sucesos reales como en aspectos que se originan en la virtualidad y solo viven ahí o trascienden fuera de lo digital.
Y aunque ahora todo queda registrado en alguna parte, no recuerdo cómo eran las cosas en los lejanos años previos a 2015. Lo comento porque recuerdo haber leído en 2013 sobre Mariya Takeuchi y Plastic Love. Incluso recuerdo haber visto un video al respecto. Sin embargo no encontré ninguna fuente que hablara sobre eso, y mi memoria confunde leer artículos en Conexión Manga y otras cosas difusas.
Aun así, es probable que ese artículo fantasma fuera real y estuviera relacionado a que en 2014, el álbum Variety fue relanzado en Japón para una edición especial de 30 aniversario. A las 11 canciones se sumaron siete más; tres de ellas eran diferentes versiones de Plastic love: una de ellas un remix, otra una versión extendida y el tema instrumental.
Pero eso fue solo en la tierra de los kaijus.
El primer evento documentado en occidente y en una plataforma mundial ocurrió el 11 de marzo de 2016. El canal de YouTube Artzie Music publicó un remix de Plastic Love con una pista del artista de funk Night Tempo. A la fecha ese video acumula más de 12 millones de reproducciones.
Nuevamente vemos que la estética de la época es determinante. El video muestra un loop de Hotaru Tomoe (A.K.A. Sailor Saturn) sobre un campo de flores que parecen ser de cerezo. Vibra totalmente ochentera.
Ese mismo año, pero el 8 de septiembre, el canal Funky Panda lanzó otro remix ahora de TARA. Una versión menos aesthetic, más retrofuturista y a decir de algunos usuarios “con más funk”. Acumula más de 412 mil reproducciones.
Meses después fueron los foros de Reddit los que hicieron su magia. El 21 de junio de 2017 en el subreddit r/listentothis un usuario que ya no se encuentra activo (y por tanto no se puede saber su cuenta) publicó un link a YouTube (que tampoco se encuentra disponible) para escuchar el pegajoso éxito de Takeuchi. La publicación alcanzó 3 mil 955 votos a favor.
Según la página Know your meme, el link que fue borrado de YouTube fue publicado por el usuario Sona, aunque tampoco alcanzó una popularidad desmedida.
Hasta este punto había señales que indicaban que cada vez con más frecuencia, esta canción aparecería en los motores de búsqueda y feeds de la gente. Se estaba convirtiendo en un meme según el concepto de Richard Dawkins, el cual dice que las ideas surgen y se propagan entre las personas como virus.
Plastic love ya había sido un hit, un virus en Japón. Ahora lo estaba siendo en Estados Unidos. Y que el video de Sona, así como otros supuestos videos en el primer semestre de 2017, no habría hecho sino popularizarlo más, en vez de hacer que desaparezca. Es decir, ocurrió un efecto Streisand.
Todo cambió el 5 de junio de aquel año. Una versión de 7 minutos con 57 segundos fue subida nuevamente a YouTube, ahora por el usuario Plastic Lover. Esta vez la imagen del thumbnail como del video se sumaron a la extraña fórmula de la viralidad. Se trata de una fotografía de Mariya Takeuchi de un sencillo publicado en 1980: “Sweetest Music / Morning Glory”.
En ella vemos a una chica de 25 años, con cabello suelto hasta los hombros, sonrisa amplia, blusa blanca, tirantes y un moño.
El algoritmo de recomendaciones tiene gran parte de la responsabilidad. A partir de ahí se desataron más discusiones en foros, blogs, diversos, cuentas de Tumblr, subreddits. Los fan arts surgieron por todos lados, aunque Pinterest y DevianArt fueron las principales ventanas hacia ellos. Los usuarios en redes sociales lanzaron montones de memes en el sentido pop de la palabra. Sin querer, sin planearlo, el city pop y Mariya Takeuchi estaban conquistando occidente.
La gran cantidad de contenido vaporwave en internet en ese momento jugó a favor de Plastic Love. Adaptaciones musicales, remixes, thumbnails, más fan arts, fondos de pantalla.
Así, esta canción migró repentinamente a playlist con estética pixelada, diseño web de los noventas, sincretismo entre cultura griega y anime, letras 3D, temática ciberpunk. Playlist para just chill, compilaciones para estudiar, trabajar o pasar el rato.
Pero internet también nos ha enseñado: ten cuidado con el copyright.
En 2018, el crecimiento demencial de la canción se detuvo. El fotógrafo Alan Levenson, autor de la fotografía de Mariya Takeuchi que se asociaba con el vídeo, levantó una infracción por copyright. El video fue retirado de la plataforma con 24 millones de visualizaciones.
Retomando el material publicado por Pitchfork, la editora asistente, Cat Zhang, también entrevistó a Levenson. Él explica que se dio cuenta que su trabajo se había vuelto viral cuando Sony y Warner Bros le solicitaron la fotografía para usarla en una película sobre la cantante. Entro a internet y sorpresa. Todo el internet la conocía.
Hizo público su asombro en Facebook:
El conflicto incluso llevo a otra controversia en apariencia menos importante. La foto de Levenson originalmente se iba a usar en el cuatro disco de la cantante: Miss M, sin embargo terminó empleándose para el sencillo de la primera canción del lado A de ese mismo álbum: Sweetest Music.
La foto que aparece arriba, del lado izquierdo es la foto que terminó empleándose en Miss M, y la que terminó siendo viral años después.
Apenas en septiembre realizó los trámites para registrar los derechos de autor. Mientras que las compañías le ofrecían precios que le parecían injustos, el abogado de Levenson fue quien le aconsejó denunciar el video. Antes de que terminara 2018, YouTube confirmó el reclamo y tumbó el video.
Los fanáticos, por supuesto, se enojaron y le mandaron al responsable de todo esto mensajes de odio.
Mientras el propietario del canal y el fotógrafo intentaron negociar, las cosas quedaron estancadas por meses. De pronto, Levenson contactó a Plastic Lover para que el video volviera a estar en línea.
“Descubrí que Plastic Lover no estaba haciendo dinero con él, y la gente estaba molesta. Eventualmente dije ‘qué demonios. No me importa. Solo pon mi nombre y quito el strike’”.
Cuando el video volvió a estar disponible, en junio de 2019, ahora mostraba una estadística mayor de visitas y se convirtió otra vez en el video más popular, aunque recientemente el primer resultado que aparece en el buscador por relevancia y número de visitas es del canal Gun.
De lo underground al mainstream
Si hasta este punto no has escuchado la canción, adelante. Es momento. Cierra los ojos. Respira hondo. Visita ese lugar ideal en tu mente. Cuando tu vista vuelva a donde sea que estés, mira por una ventana, o si es mejor sal un momento. Qué hay en el horizonte. Parafraseando a Kaliman, qué ves más allá de lo evidente.
Plastic Love es un caso emblemático, para nada es la única opción a escuchar. Lo mejor de que el city pop haya resurgido y esté transformándose es que cada vez hay más remixes y versiones. Pero para eso nada mejor que explorar YouTube o Spotify.
Aunque para cerrar, sí me parece necesario hablar del legado que tiene esta pieza musical que primero pasó de lo underground al mainstream.
En 2018, Ryan Bassil, editor de Vice quien escribe sobre cultura y estilo de vida, publicó un artículo en Noisey con el título: “Este track japonés de los 80 es la mejor canción pop de la historia”. No quiero dejar de replicar este fragmento se su trabajo:
“Los escasos acordes de apertura dialogan con la soledad pensante. Luego hay una pausa, el brillo seductor de la noche, guiado por el piano ligero, antes de la llegada del bajo y su impulso catalítico por ser puesto a la deriva. A ratos, la voz de Takeuchi es como un intercambio de miradas furtivas; en otros, es una sonrisa que dice ‘lo siento’. Es un romance sin velas ni flores; un romance de todas las caras anónimas e inexploradas, salpicadas de deseo al amanecer, un réquiem para los desconocidos con los que tienes un vínculo profundo”.
Pero más allá de un comentario correcto o incorrecto, esto es parte de la liquidez del internet, de sus extraños fenómenos que producen y reinterpretan productos culturales.
@vinyltransitions Perdón por la tontería 👺💕. . . . #mariyatakeuchi #Citypop #Plasticlove #Parati #foryou #vinyladdict #vinylcollection #vinylcollection ♬ sonido original - VinylTransitions
Lo que sí me parece curioso, hasta el punto de parecer incongruente, es que mientras el génesis del city pop reflejaba prosperidad, futuros mejores, derroche & chill y abundancia, ¿por qué hoy se sigue popularizando si los momentos en que vivimos se antojan justamente con un panorama por demás adverso?
Ni hablar de las recesiones económicas mundiales, la pandemia, mala distribución de la riqueza, feminicidios, desapariciones forzadas, guerras... pareciera que todos los días vivimos una versión diferente del fin del mundo.
En abril de 2020 entrevisté a Diego Ruzzarin y platicamos sobre el futuro. Su visión de las cosas. Y una de las reflexiones que más me dejó pensando fue que “el futuro ha muerto”. Le pregunté por qué decía eso. Su respuesta fue que:
“El futuro es frágil, es sutil. Una pequeña cosa se puede salir de control y puede tener una repercusión enorme, muchas cosas pueden detonarse de manera impredecible. En ese sentido el futuro ha muerto”.
¿Por qué viene esto a colación? Porque es tan evidente que no se ve a simple vista. Al no tener opciones de un futuro mejor, buscamos un refugio donde eso sí es posible, donde soñar y tener esperanza además ser bien visto, es algo normal y no una rebeldía. Y ese lugar es el pasado.
El city pop nos atrae ahora porque nos produce nostalgia. Una nostalgia a la que queremos volver más por necesidad que por decisión. Pero aunque nos cueste aceptarlo, el único camino hacia el pasado es la memoria. Fuera de eso, no es inaccesible y se vuelve más una ilusión sensorial y cognitiva.
Obviamente no estoy descubriendo ningún hilo negro y tampoco es una situación asilada. La generación de contenido, mainstream de manera focalizada, está cargada de nostalgia en las diferentes plataformas de consumo. Y se refuerza con el aparente estancamiento y desaceleracismo en que vivimos.
El filósofo francés Pillippe Ariès ya lo exploró desde otra perspectiva. En el libro “Historia de la muerte en occidente. Desde la Edad Media hasta nuestros días” explica que las sociedad de este lago del mundo desconocemos, nos reparamos y hasta negamos la muerte porque le tenemos miedo.
¿Qué consecuencias tiene esto? En la producción de contenido y la cultura pop se ve claramente en la ausencia de nuevas ideas, recurrir a los refritos una y otra y otra vez, preferimos alargar propiedades intelectuales aunque no funcionen en vez de dejarlas en donde pertenecen. En el pasado.
En un artículo publicado por la Revista Legado de Arquitectura y Diseño de la Universidad Autónoma del Estado de México titulado “La nostalgia. La relación con el diseño de productos, el consumo y su potencial sustentable” se explora que la manufactura se aprovecha de los placeres psicológicos e ideológicos para alimentar el mercado. Ahí la nostalgia es un eje industrial, socio político y económico en vez de solo un factor subjetivo.
“Mientras más visceral sea la reacción a la que apela la estética de un diseño, más fácil será que el usuario lo adquiera” exponen los autores Ricardo Victoria Uribe, Marco Antonio García Albarrán y Sandra Alicia Utrilla Cobos.
Así, juntando ambos conceptos, podemos concluir que por una parte, la negación de la muerte implica que el sistema de consumo tampoco permita que nuestra calidad de consumidores termine. Y una gran manera de hacerlo es a través de los productos diseñados con la nostalgia como eje.
Mercancía, productos, algoritmos que operan para lo que ya no fuimos, pero tiempos ilusoriamente mejores que esconden las dificultades y se disfrazan de optimismo.
¿Son el city pop y Plastic Love un resultado de este complejo escenario? ¿Tú qué opinas?