Hace 300 años, la Feria de Saltillo era de las más importantes en la Nueva España

Hablemos del evento que se ha sobrepuesto a guerras, crisis económicas y hasta una pandemia

Coahuila
/ 28 julio 2023
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No había Teatro del Pueblo ni juegos mecánicos, pero su poder de convocatoria era internacional.

La feria anual de la Villa de Santiago del Saltillo era esperada por centenares de personas. Y no se necesitaba presentar un cartel con Intocable o los Kumbia Kings.

El comerciante chilango, que a rimas y gritos vende colchas del Club América y Karely Ruiz, estaba muy, muy lejos de aparecer.

En su lugar hubo mercaderes, agricultores, ganaderos y artesanos. Los foráneos eran tantos, que los mesones locales solían no ser suficientes.

Los mismos pobladores abrían sus casas para alojar a los visitantes de la feria, que se desarrollaba entre septiembre y octubre.

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Estamos hablando de los siglos XVIII y XIX, cuando el evento se instalaba en la Plaza Tlaxcala, en un terreno que hoy abarcaría la Plaza Manuel Acuña, el Mercado Juárez y el Teatro García Carrillo, entre las calles Allende y Padre Flores, en la Zona Centro.

Ahí se congregaban los locales armados con carpas hechas de madera y techos de petate, abastecidos de trigo, sarapes, pieles, harinas, vinos, ganado, frutas, joyas, especias, porcelana, tabaco...entre un sinfín de artículos.

Además se organizaban juegos de azar, aunque no era precisamente el de dispararle a los patos de hule, y los premios no eran peluches gigantes. Algunos de los atractivos más cotizados eran las corridas de toros y las peleas de gallos.

La feria era tan esperada porque además de la convivencia y el entretenimiento, representaba la oportunidad de hacer trueques por productos que bajo otras condiciones sólo se podrían adquirir haciendo largos viajes.

Como dijimos, a la villa llegaban personas de todos lados por una cuestión bastante simple: la ubicación.

La Villa de Santiago del Saltillo funcionó como punto intermedio entre los habitantes del sur de la Nueva España, el puerto de Veracruz -principal vía de importación desde Europa- y los territorios del norte.

Por eso arribaban viajeros desde lo que actualmente conocemos como Guadalajara, San Luis Potosí, Tamaulipas, Nuevo León, el centro de México, y Texas, Estados Unidos.

Cada vez tomando más popularidad entre los vendedores, la feria se catapultó como una de las más importantes en la época del virreinato, compartiendo título con otras como las de Xalapa, Acapulco y Chihuahua.

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EL CHISME QUE ANUNCIÓ EL DECLIVE

Siendo 1810, a los mercaderes guanajuatenses que llegaron a la villa para la feria de ese año, los acompañó un mensaje que de apoco tomó fuerza y terminó por transmitirse hacia el norte.

Un cura llamado Miguel Hidalgo planeaba levantarse en armas para comenzar el movimiento de independencia.

El rumor se volvió realidad y los enfrentamientos obligaron a que las siguientes fechas se llevaran a cabo de forma intermitente, lo que representó un golpe para la economía saltillense.

Algo similar ocurrió entre 1846 y 1848, cuando los estadounidenses invadieron México y Saltillo fue zona de guerra.

Otro golpe llegó en 1883. Cuando se instauró el ferrocarril, a los comerciantes les era más fácil enviar sus mercancías por el tren, en lugar de tener que moverse hasta una feria y tener que pasar meses ahí.

Y luego, otro conflicto armado: la Revolución Mexicana. La violencia y la natural crisis económica que se desprende de un movimiento bélico, sacudieron lo que quedaba de la feria local que intentaba sostenerse cada año.

EL RESURGIMIENTO

Tras años de inestabilidad, la feria fue recuperando su esencia cuando se trasladó a los jardines de la Alameda Zaragoza, entre las hoy calles Purcell, Ramos Arizpe, Cuauhtemoc y Aldama, siendo 1946, unos 36 años después de que se comenzaron las obras de ese espacio público.

Ahí se colocaban los tradicionales locales, además de espectáculos como lucha libre, puestos de comida y eventos artísticos.

La siguiente locación fue a un costado del Instituto Tecnológico de Saltillo durante la década de los 50’s del siglo pasado.

Se aprovechó que se tenía como instituciones vecinas al Tec y al Ateneo, para que la feria sirviera de escaparate para los eventos culturales y artísticos de los alumnos.

Sin embargo, en los años siguientes la construcción de nuevos edificios estudiantiles obligó a que la feria se mudara.

Su nuevo espacio fue en Periférico Luis Echeverría y Jesús Valdés Sánchez, muy cerca de la Ciudad Deportiva.

En los 60’s se hizo un esfuerzo por darle su propio espacio a la feria y su fecha de celebración se modificó entre julio y agosto. Así no se empalmaría con las celebraciones del Santo Cristo, el 6 de agosto.

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Estando en estos terrenos, se suscitó un accidente del que ya hemos platicado en esta sección de Historias de Saltillo: la muerte de los voladores de Papantla, una de las atracciones que hasta hoy prevalece en la feria.

Junto con la narración, puedes ver la imágen que fue tomada al momento de la caída por el historiador Javier Villarreal Lozano.

Regresando a las ubicaciones, la feria continuó en estos terrenos hasta 1979, cuando en el lugar comenzó la construcción del fraccionamiento Jardines del Lago.

Como la feria ya no era tan rentable, fue hasta 1987 cuando se le reubicó en el bulevar Centenario de Torreón, al oriente de la ciudad.

Desde entonces ha sido inamovible, aunque no continua. Como en 2020, cuando la pandemia de COVID-19 obligó a su cancelación.

Pero siendo superviviente de guerras y crisis económicas, una vez más la Feria de Saltillo superó el obstáculo y sigue realizándose más de 300 años después.

*Con información de Vito Alessio Robles, Carlos Recio, Archivo Municipal de Saltillo.

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