Historias de Saltillo: De cómo la calle de Santiago se convirtió en la de General Cepeda
La antigua calle de Santiago fue por mucho tiempo una de las vías más emblemáticas de Saltillo. Su historia se remonta al menos a 1714, año en el que aparece mencionada con este nombre en documentos históricos.
Desde entonces ha sido testigo de innumerables momentos significativos en la vida de la ciudad, consolidándose como un espacio lleno de tradición y memoria.
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El nombre de Santiago rendía homenaje al apóstol Santiago y a pesar de la férrea devoción que profesan miles de fieles al Santo Cristo de la Capilla, Santiago sigue siendo el patrono de la ciudad.
En tiempos pasados, la vía también se le llamó calle San Francisco, debido al desaparecido convento franciscano, que se encontraba al oriente de la ciudad.
Durante el mandato del gobernador Gustavo Espinosa Mireles, la calle cambió de nombre. Este acontecimiento quedó inmortalizado en una placa de mármol que aún hoy es testigo de la historia: “El Gobierno del Estado dispone que se llame esta calle General Victoriano Cepeda, iniciativa del Gran Círculo de Obreros a que lleve este nombre, 5 de mayo de 1916”.
La antigua calle de Santiago, hoy General Victoriano Cepeda, esconde entre sus historias una curiosa y singular, que le valió durante un tiempo el apodo de “la Calle de los Locos”.
DEL SINGULAR APODO
Este sobrenombre se originó por las extravagantes vivencias de tres miembros de la familia Silva de la Torre, quienes padecían problemas mentales, las hermanas Ángela y Guadalupe y un joven llamado Francisco.
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Angelita, una de las integrantes más célebres de la familia, era conocida como “la Loca de los Tres Picos”. Este apodo surgió de su peculiar forma de vestir: un peinado alto adornado con una peineta cubierta por una rica mantilla formaba el primer pico; el segundo era la caída de la mantilla sobre su falda, el tercero, la larga y puntiaguda cola de su traje de seda moré.
A pesar de su elegante apariencia, Angelita era temida por su locura a veces incontrolable, ya que arremetía contra cualquiera que se cruzara en su camino, especialmente cuando los muchachos del barrio se burlaban llamándola a grito abierto “Ángela la de los picos”.
Guadalupe tenía un carácter más fuerte, su mirada torva podía convertirse en un presagio de peligro. En momentos de recrudecimiento de su demencia, la joven Guadalupe desarrollaba un odio repentino e inexplicable hacia algunas personas.
A las desafortunadas víctimas las perseguía incansablemente hasta encontrar la oportunidad de golpearlas. Uno de sus actos más temidos, era arrancar las amplias faldas de sus víctimas, dejando a las mujeres en una humillación pública que causaba miedo y mucha vergüenza.
La gente del barrio, haciendo alarde de una chismografía excelsa, rumoraba que el extravío de aquella familia había sido un castigo de Dios, porque la madre había sido monja y el padre seminarista, y ambos colgaron los hábitos para casarse. Aunque nada que ver, como dirían los jóvenes de hoy, bueno, eran una de las tantas creencias de antaño.
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Con el tiempo, los miembros de la familia Silva de la Torre fueron desapareciendo, las excentricidades y los incidentes provocados por Angelita y Guadalupe marcaron la vida cotidiana, “la Calle de los Locos”, un título que evoca fascinación como nostalgia por un pasado lleno de increíbles historias humanas.
UNA VÍA AMPLIA
La calle General Cepeda se extiende de norte a sur, comenzando en el bulevar Francisco Coss, serpentea hasta encontrarse con las calles Ojo de Agua y Félix U. Gómez, justo al pie de la mesa de Arizpe, en el barrio del Ojo de Agua.
La calle aún conserva varias casonas de adobe que evocan tiempos nostálgicos que le otorgan un carácter único. A lo largo de los años ha albergado varios hogares de destacados literatos, pintores, artistas y maestros, así como a familias de trabajadores modestos que han contribuido al tejido de la ciudad.
Durante su larga historia, la calle también fue hogar de notables mujeres que cultivaron el arte de la pintura, casi todas alumnas del maestro Rubén Herrera, quien dicho sea de paso, al llegar de Europa vivió muchos años en esta calle.
Podemos mencionar, de entre estas alumnas, a las señoritas Figueroa, Marta Escobedo, las señoritas De la Peña, María Narro de García, pintoras premiadas en la Exposición Iberoamericana celebrada en Sevilla en 1929 durante el reinado de Alfonso XIII.
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Al hurgar en las páginas de la historia local, saltan nombres de figuras cuya huella permanece indeleble en la memoria de muchos. Sobresale un vecino entrañable y muy querido, José García Rodríguez, destacado cronista y escritor, quien desempeñó durante varios años el cargo de director del Ateneo Fuente y la Escuela Normal.
Su labor no solo enriqueció la vida cultural de la región, sino que también dejó un legado literario digno de admiración.Otro personaje ilustre que marcó su tiempo fue don José García Letona, un abogado brillante cuya obra trascendió los límites de su disciplina.
En 1914, García Letona publicó un ensayo extraordinario titulado: “Plan justo, científico y factible para nulificar una posible invasión de norteamericanos”.
EL ARTE COMO ANTECEDENTE
Este documento, de enorme relevancia para la época, incluía como prólogo una semblanza escrita por otro destacado ateneísta y discípulo de Letona: Artemio de Valle Arizpe, quien años más tarde se convertiría en cronista de la Ciudad de México.
En una majestuosa casa de color rojo, aún en pie, justo en el lugar donde comienza la calle de Escobedo, antes llamada Del Progreso, nació don Felipe Sánchez de la Fuente, un hombre que se distinguió gracias a su brillante y elocuente oratoria.
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Desde sus días como alumno del Colegio de San Juan, su talento para la palabra se hizo evidente, y más tarde destacó en el Ateneo Fuente.
Don Felipe participó en numerosas veladas literarias y musicales que se convirtieron en auténticos torneos de oratoria. Entre ellos, la celebración de las bodas de oro del Ateneo Fuente, acontecida el 16 de septiembre de 1916, donde compartió escenario con el escritor y periodista regiomontano Eusebio de la Cueva.
Asimismo, brilló en la velada organizada con motivo de la visita a esta ciudad del renombrado poeta español Salvador Rueda.
Aquel encuentro literario reunió a figuras destacadas de la época, como los oradores José García Rodríguez, Gustavo Solano, de origen salvadoreño; Enrique Guardiola, español; Praxedis de la Peña Valle y el propio Salvador Rueda, quien cautivó a los asistentes declamando una composición que escribió en una de las habitaciones del Hotel Coahuila, titulada “Las Piedras de México”.
En esa misma ocasión, don Felipe Sánchez de la Fuente emocionó al público con su interpretación de “Un Sueño Azul,” una obra del licenciado Gustavo Espinosa Mireles.
Aquellas veladas, impregnadas de arte, literatura y elocuencia, representan un capítulo dorado en la historia cultural de la región, con don Felipe como uno de sus protagonistas más distinguidos.
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Otro vecino de este antiguo barrio fue el licenciado Román de la Peña, modelo de honradez y humildad, gran abogado culto y bondadoso quien dejó una estela de recuerdos de gratitud en muchos de los corazones de quienes hizo el bien.
DE PERSONAJES ILUSTRES
En el número 555 de la antigua calle de Santiago, por más de medio siglo, habitaron las señoritas Brígida García y Laura Fuentes, mujeres cuya vida estuvo marcada por la generosidad y el servicio comunitario.
Durante más de la mitad de sus vidas, dedicaron su tiempo y esfuerzo al trabajo voluntario en la capilla del Ojo de Agua, todo un legado de devoción y altruismo.
A poca distancia, en el número 512 de la misma calle, se encontraba la huerta de don Elías Samaniego, un rincón fértil que compartía frontera con la propiedad del licenciado Eulogio de Anda, prestigioso notario de la época, cuya huerta era igualmente apreciada.
Estos espacios no solo fueron testigos de la vida cotidiana, sino también emblemas del pasado.
En la esquina de las calles Praxedis de la Peña y General Cepeda se alza, aún hoy, una casa de dos pisos que perteneció a la señora Carranza viuda de Cárdenas.
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Hija de don Jesús Carranza y prima del ilustre Venustiano Carranza, lo que añadía un aura de distinción histórica a su hogar.
Junto a esta propiedad, sobre la calle de Praxedis de la Peña, se encontraba la finca conocida como Altamira, famosa en los primeros años del siglo 20 por sus pilas de agua, a las que se atribuían propiedades medicinales.
Este lugar, además de su reputación curativa, se convirtió en un espacio frecuentado por los habitantes de la ciudad, quienes acudían semanalmente a bañarse, siguiendo una costumbre popular de la época.
Estos personajes, con sus respectivas contribuciones, representan una riqueza intelectual y cultural de una era y que aún hoy inspiran a quienes buscamos entender la historia desde la perspectiva de quienes la vivieron.
Del mismo modo, las casas y fincas cargadas de historia dan testimonio de las vidas que allí se desarrollaron, así como de las tradiciones y costumbres que caracterizaron aquellos tiempos. Son fragmentos vivos de un pasado de la ciudad, enriqueciendo el presente con el eco de historias que merecen ser recordadas.
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Hasta aquí por cuestiones de espacio detenemos nuestro recorrido, el cual retomaremos la próxima semana, en busca de más historias y vecinos de la calle Santiago.
VA UN AGRADECIMIENTO
El pasado 8 de diciembre, Relatos y Retratos del Saltillo Antiguo cumplió cinco años de publicarse en VANGUARDIA. Desde sus inicios, esta colaboración ha tenido como propósito privilegiar las imágenes, muchas de ellas inéditas, y rescatar relatos desconocidos de nuestra ciudad, que, en muchos casos, se encontraban al borde de la desaparición.
Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a los directivos de esta casa editorial por su compromiso con la historia de nuestra ciudad y por permitirme difundir parte de la historia.
Asimismo, agradezco profundamente a los editores y especialmente a los lectores de este espacio por su interés y apoyo constante.
INVITACIÓN A CONCURSO DE FOTOGRAFÍA
Con motivo del 50 aniversario del periódico VANGUARDIA, en colaboración con Relatos y Retratos del Saltillo Antiguo, invitamos a toda la población a participar en el primer Concurso de Fotografía Antigua de Saltillo.
El objetivo principal de este certamen es promover la preservación histórica mediante la recuperación y conservación de imágenes antiguas que capturen la esencia de la ciudad de Saltillo, sus personajes, paisajes y tradiciones.
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Además, buscamos resaltar el valor artístico e histórico de fotografías que posiblemente se guardan en algún cajón olvidado, otro objetivo es fomentar en las nuevas generaciones una conexión profunda con su identidad cultural y su pasado. Consulte las bases del concurso en la edición impresa y en redes sociales de hoy domingo 12 de enero. saltillo1900@gmail.com
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