Saltillo antiguo: el informe de Victoriano Cepeda, un retrato del Coahuila de 1869
A diferencia de muchos políticos de su tiempo, Cepeda no maquilló cifras ni ocultó crisis: su informe de 1869 narró con crudeza el aislamiento, la inseguridad y la pobreza que ahogaban al estado
Aquella mañana de noviembre de 1869, cuando José Victoriano Cepeda Camacho se dirigió al Cuerpo Legislativo de Coahuila para rendir su informe, pocos podían imaginar que sus palabras se convertirían en uno de los documentos más valiosos para entender la historia de Coahuila de la época.
La figura de Victoriano Cepeda ha padecido una relativa escasez biográfica: los pocos textos que hablan de él repiten casi la misma información con variantes menores, fechas básicas y referencias generales que no logran captar la dimensión real del personaje.
TE PUEDE INTERESAR: Saltillo: Inauguran Instituto de Innovación Profesional Oyervides; egresa primera generación de especialistas
Por eso resulta tan valioso este informe de 1869, porque nos permite escuchar su propia voz describiendo los desafíos de su tiempo y nos revela de manera clara su estilo de trabajo como gobernante.
EL PERFIL DE UN HOMBRE
Victoriano nació en Saltillo el 22 de marzo de 1826, hijo de José Antonio Cepeda Aguirre y María de Jesús Camacho. Llegó al mundo cuando México apenas daba sus primeros pasos como nación independiente. Su infancia transcurrió en una ciudad que poco a poco se adaptaba a los nuevos tiempos republicanos.
Después de estudiar en Monterrey y Guadalajara, regresó a Saltillo en 1850 para convertirse en maestro. Durante ocho años impartió clases de latín y filosofía en el Colegio Josefino, perteneciendo a esa generación de idealistas que creía que la verdadera independencia se lograría con la educación.
Estaba convencido de que la educación servía para formar ciudadanos para una patria que atravesaba tiempos muy difíciles.
Cuando estalló la Guerra de Reforma en 1857, Cepeda enfrentó el dilema: seguir enseñando desde la comodidad de sus cátedras o tomar las armas para defender sus ideales liberales. No dudó. Cambió los libros por el fusil y se lanzó a pelear por un México laico y federal.
En las batallas de Tacubaya, Calderón y la toma de Guanajuato, luchó codo a codo con sus soldados. Se ganó el respeto de sus hombres por estar siempre al frente.
Durante la Intervención Francesa (1862-1867), cuando los invasores ocuparon Saltillo, organizó guerrillas y mantuvo viva la resistencia. Su participación en el sitio de Querétaro, donde finalmente cayó Maximiliano, lo convirtió en testigo del momento culminante de la restauración republicana: el triunfo de la legalidad sobre la fuerza extranjera, principio que defendería durante toda su carrera política.
TE PUEDE INTERESAR: Saltillo avanza 95% en rehabilitación de cancha deportiva en el oriente de la ciudad
Como Gobernador de Coahuila (1867-1873), se propuso transformar un estado devastado por décadas de conflicto. Fundó San Pedro de las Colonias, eliminó las alcabalas que asfixiaban el comercio, mejoró caminos e inauguró la línea telegráfica Saltillo-México.
Tal vez su acto más humano fue prohibir los instrumentos de tortura en las cárceles, mostrando una sensibilidad adelantada para su época. También participó en 1867 en la fundación del Ateneo Fuente.
Sus palabras en el informe de 1869, recuperadas en la Revista número dos del Colegio Coahuilense de Investigaciones Históricas (1978), revelan la autoridad moral de quien había combinado la formación académica con la experiencia militar, arriesgando la vida por sus convicciones republicanas.
En su informe Cepeda no endulzó la realidad cuando se dirigió a los legisladores y ciudadanos. Su decisión de eliminar las alcabalas había sido muy valiente, pero le trajo costos políticos altos. Esos viejos impuestos a la venta de mercancías eran odiosos para comerciantes y productores, aunque representaban fuentes importantes de recaudación para las arcas públicas.
Reemplazarlas con una contribución directa del “siete al millar sobre toda propiedad” sonaba más justo y moderno; sin embargo, la recaudación resultó insuficiente.
Los números no mentían: con un presupuesto de gastos de 40 mil 852 pesos para 1868, el estado operaba con un déficit de 5 mil 339.57 pesos. Para dimensionar el problema, formar el catastro de propiedades que permitiría una recaudación más justa costaría 5 mil pesos, casi tanto como todo el déficit acumulado.
TE PUEDE INTERESAR: Obras transforman la movilidad en la Región Sureste en 2025; destacan carretera a Zacatecas y ampliación del aeropuerto
La falta de dinero se reflejaba en todo el territorio. Las abundantes lluvias de ese año habían convertido los caminos hacia Monterrey, Durango, Zacatecas y San Luis Potosí en lodazales intransitables. Las carretas se hundían, las mercancías se perdían, el comercio se paralizaba. Coahuila quedaba aislado del resto del país justo cuando más necesitaba salir de la crisis por la que atravesaba.
GUERRA CONTRA LOS BÁRBAROS
Si los problemas económicos quitaban el sueño al gobernador Cepeda, los de seguridad lo aterrorizaban. La “Guerra de Bárbaros”, como llamó con crudeza a las incursiones de tribus de indios, había convertido la frontera en un territorio donde la muerte acechaba en cada camino y en cada rancho del norte del estado.
El ataque en Agua Nueva marcó la memoria del Gobernador. Catorce personas fueron masacradas sin piedad ni distinción: hombres, mujeres, niños, ancianos. Nadie se salvó. Cepeda había visto muchas muertes en las guerras contra conservadores y franceses, pero esto era diferente. Era el asesinato sistemático de inocentes, la destrucción de familias enteras que solo buscaban vivir en paz.
La defensa del estado era muy compleja. El ejército no podía cubrir la inmensa línea fronteriza de cientos de kilómetros. Los soldados estaban esparcidos a lo largo de la frontera y eran insuficientes para proteger el territorio. La seguridad dependía de los propios vecinos, rancheros y campesinos que debían convertirse en soldados improvisados cada vez que llegaban noticias de ataques.
Las relaciones con las tribus que habían aceptado vivir en paz eran igual de frágiles. Los Lipanes establecidos en Zaragoza habían roto sus promesas y vuelto a sus antiguas costumbres de guerra y saqueo.
VIOLENCIA INTERNA
Los conflictos internos empeoraban la situación. En Candela estalló un motín violento por disputas sobre una elección municipal anulada. En la villa de Zaragoza, las pasiones exaltadas provocaron disturbios que alteraron la paz social.
Pero el caso más grave ocurrió en la Congregación de Santa Catarina, cerca de Cuatro Ciénegas, donde los desacuerdos electorales se convirtieron en una batalla campal que costó cinco vidas, incluyendo al capitán Epifanio Morales, un cabo, un soldado y dos ciudadanos. Cepeda conocía personalmente a algunos de estos hombres.
En medio de todo este caos, Coahuila enfrentaba una paradoja, Victoriano Cepeda necesitaba desesperadamente más habitantes para trabajar el campo, explotar las minas y pagar impuestos, pero las propias políticas centralistas provocaban exactamente el efecto contrario.
TE PUEDE INTERESAR: Saltillo continúa las capacitaciones para bares y jóvenes sobre consumo responsable
El decreto federal que obligaba a sortear soldados para el ejército permanente era un desastre demográfico. Los jóvenes coahuilenses, aterrorizados ante la posibilidad de ser reclutados a la fuerza, huían hacia el vecino estado de Texas, donde libraban el servicio militar forzoso.
¿QUÉ HACÍA EL GOBIERNO?
Hacía esfuerzos desesperados por atraer nuevos pobladores. La fundación de la Villa de Sabinas, destinada a veteranos que habían luchado contra los franceses, era un ejemplo de estos intentos bien intencionados. El proceso fue muy difícil: por cada familia que llegaba atraída por las oportunidades en las nuevas poblaciones, se marchaban dos o tres jóvenes, huyendo por el temor de ingresar a la fuerza al ejército.
En medio de tanta adversidad, la educación era el rayo de luz que mantenía vivo el optimismo del gobernador Cepeda. Las escuelas primarias se multiplicaban y llegaban hasta haciendas y ranchos lejanos. Villas como Morelos y Rosales se convirtieron en ejemplos, con familias que apenas tenían para comer, apartando dinero para pagar al maestro.
El Ateneo Fuente era su orgullo. Los exámenes públicos llenaban de contento y satisfacción a la sociedad saltillense. Ahora Coahuila podía competir con cualquier estado. Aunque la pobreza seguía siendo el principal obstáculo: la mayoría de los pueblos vivían empobrecidos y no podían costear el sueldo de los maestros.
EL REGISTRO CIVIL
La implementación del Registro Civil chocó frontalmente con las tradiciones católicas. Para muchos conservadores representaba un ataque a su fe y Cepeda fue objeto de amenazas de quienes aún soñaban con la vuelta de los tiempos en que el poder del clero era absoluto.
Así Cepeda, que había peleado en la Guerra de Reforma por estos principios y había arriesgado la vida para separar la Iglesia del Estado, descubría que cambiar leyes era más fácil que transformar mentalidades.
Los últimos años de Cepeda fueron melancólicos. Porfirio Díaz, conociendo su carisma y popularidad entre los coahuilenses, lo invitó a vivir en la Ciudad de México. Establecido en la Villa de Guadalupe, pasó sus últimos años lejos de su tierra, vigilado discretamente por el régimen porfirista.
Allí falleció el 23 de noviembre de 1892, tras años viviendo en condiciones precarias donde pudo sobrevivir con su pensión de general. Sus restos fueron inicialmente sepultados en el Panteón del Tepeyac.
RECONOCIMIENTO A UNA VIDA
El 22 de noviembre de 1908, sus restos regresaron al Panteón Santiago en Saltillo. Un detalle que honró su memoria fue que el Banco de Coahuila colocó su rostro en los billetes de cinco pesos junto al de Miguel Ramos Arizpe. Durante 17 años (1897-1914), 317 mil billetes circularon llevando su imagen en cada transacción comercial, haciendo que su memoria viviera activamente en la vida cotidiana coahuilense.
TE PUEDE INTERESAR: Saltillo refuerza limpieza del Centro Histórico y rehabilita fachada de la primaria Miguel López
El reconocimiento definitivo llegó en 1992, 100 años después de su muerte. Durante el gobierno de Eliseo Mendoza Berrueto, sus restos fueron trasladados solemnemente a la Rotonda de los Coahuilenses Ilustres. Fue un merecido reconocimiento del México democrático hacia quien defendió toda su vida los principios de legalidad y justicia social.
HABLEMOS DE SU LEGADO
El informe de noviembre de 1869, recuperado por el Colegio Coahuilense de Investigaciones Históricas, es mucho más que un documento administrativo. Es el testamento político de un hombre íntegro, el diagnóstico honesto de una época compleja y el retrato de un líder que nunca confundió el poder con el privilegio personal.
Cepeda no fue un héroe perfecto, pero sí fue un hombre íntegro. Cuando leo su informe, veo a alguien que se atrevió a decir la verdad incluso cuando dolía. Que reconoció sus fracasos sin tratar de maquillarlos. Que entendió que gobernar no era presumir logros sino resolver problemas reales de gente real.
Su tumba en la Rotonda de los Coahuilenses Ilustres no solo honra su memoria. Nos recuerda que la grandeza no está en la ausencia de problemas, sino en la honestidad para reconocerlos y la determinación para enfrentarlos.
PARA RECORDARLO
El 29 de diciembre de 1892, el humilde poblado de Patos escribió una nueva página en su historia: por decreto del Congreso del Estado de Coahuila, adoptó con orgullo el nombre de Villa de General Cepeda, un tributo permanente al legado del general Victoriano Cepeda Camacho.
Veinticuatro años después, en 1916, Saltillo también quiso rendir homenaje a su memoria: la antigua calle de Santiago fue rebautizada con el nombre de General Victoriano Cepeda, perpetuando así el recuerdo de quien tanto dio por su tierra.
Fuente: Revista número dos del Colegio Coahuilense de Investigaciones Históricas, publicada a mediados de 1978.