Saltillo, clave en la relación México-EE.UU.: Del consulado a la Revolución
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En 1822, Estados Unidos se convirtió en el primer país en reconocer su soberanía y establecer relaciones diplomáticas. En los años siguientes, la joven nación fortalecía lazos con potencias como Gran Bretaña, Francia y Colombia, lo que permitió que para 1825, México ya contara con embajadas en Washington, Londres y París.
A la par de estos esfuerzos, diversas potencias extranjeras mostraron interés en la región noreste del país. Estados Unidos, España y Francia establecieron consulados en Saltillo, reconociendo la importancia económica y política de la ciudad.
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![Bernardo de la Sota y Gajano, cónsul de España en Saltillo a finales del siglo 19. $!Bernardo de la Sota y Gajano, cónsul de España en Saltillo a finales del siglo 19.](http://vanguardia.com.mx/binrepository/393x648/0c0/0d0/down-right/11604/QABA/bernardo-de-la-sota-copia_1-11102539_20250208205001.jpg)
El panorama diplomático se transformó con la llegada de Luis Felipe I al trono francés en 1830. Su gobierno adoptó una política pragmática y reconoció la independencia de varias ex colonias españolas en América, incluido México. Sin embargo, la relación franco-mexicana atravesó momentos de tensión, como la Guerra de los Pasteles (1838-1839) y la Segunda Intervención Francesa (1862-1867).
A pesar de estos conflictos, Francia mantuvo su presencia en Saltillo a través de un agente consular encargado de velar por los intereses comerciales y la seguridad de sus ciudadanos. Uno de estos representantes fue Eduardo R. Laroche, originario de Revel, Alto Garona, quien combinó su labor diplomática con actividades empresariales en la región.
Por su parte, España tardó en reconocer la independencia de México, lo que finalmente ocurrió el 28 de diciembre de 1836 con la firma del Tratado de Santa María-Calatrava en Madrid. Ya para finales del siglo XIX, el gobierno español estableció un consulado en Saltillo, confiando su dirección a Bernardo De la Sota y Gajano, comerciante, banquero y diplomático originario de Hoz de Anero, en la Provincia de Santander.
Estos episodios evidencian el papel fundamental de Saltillo en la dinámica diplomática del siglo 19, destacándola como un centro de interés para las potencias extranjeras y un reflejo del intercambio político y económico que marcó la historia de México.
SERVICIO CONSULAR DE ESTADOS UNIDOS
El Departamento de Estado de los Estados Unidos estableció en Saltillo, Coahuila, un consulado que operó, con algunas interrupciones, entre 1825 y 1938.
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En una época marcada por la inestabilidad política y la transformación económica, esta oficina desempeñó un papel crucial no solo en el comercio regional, sino también en la protección de los ciudadanos estadounidenses que transitaban por el convulso norte de México.
![Earl Wilbert Eaton cónsul en 1920 a 1924. $!Earl Wilbert Eaton cónsul en 1920 a 1924.](http://vanguardia.com.mx/binrepository/250x354/0c0/0d0/down-right/11604/HGKC/earl-wilbert-eaton-copia_1-11102544_20250208205002.jpg)
Comerciantes, inversionistas y viajeros acudían a la sede consular en busca de amparo ante episodios de violencia y conflictos políticos que amenazaban a esa comunidad extranjera.
El nombramiento de un cónsul o vicecónsul en una ciudad como Saltillo no solo representaba un reconocimiento oficial, sino que otorgaba acceso a una posición de prestigio y privilegio. No era raro que ciudadanos establecidos o aquellos con aspiraciones comerciales, solicitaran al Departamento de Estado su designación como agentes consulares, aprovechando la posibilidad de ejercer sus negocios particulares mientras administraban la oficina.
Sin embargo, no todas estas peticiones eran concedidas, ya que la función consular exigía habilidades diplomáticas y políticas más allá del interés mercantil.
A lo largo de la historia de México, los cónsules estadounidenses han sido actores clave en la relación bilateral. Más que meros representantes diplomáticos, fungieron como intermediarios políticos, agentes de inteligencia, negociadores comerciales y gestores de crisis en tiempos de incertidumbre.
Su influencia trascendió los muros de las legaciones diplomáticas, contribuyendo a la configuración de los vínculos políticos y económicos entre ambos países en un periodo de profundos cambios y redefiniciones.
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James W. McGoffin fue el primer cónsul estadounidense en Saltillo, Coahuila, de 1825 a 1831. Se casó en Saltillo en 1834 con la viuda María Gertrudis Valdez de Veramendi, oriunda de San Antonio. En Matamoros, Tamaulipas estableció importantes relaciones comerciales entre Texas y Nueva Orleans, intercambiando productos texanos, en particular algodón, por bienes terminados como maquinaria, artículos de ferretería, muebles y ropa.
En 1836 se mudó a Chihuahua, donde se involucró en la minería del cobre. “Don Santiago”, como lo llamaban, se ganó la reputación de astuto hombre de negocios. Su gestión como cónsul fue asistir a los colonos de Texas ante el Gobierno de Coahuila y Texas. Su estancia en México le permitió conocer el funcionamiento de la política mexicana la cual aprovechó a su favor, más tarde abandonó la carrera diplomática, echó mano de sus habilidades para acrecentar sus negocios y favorecer la causa confederada.
A raíz de la pérdida de Texas y el territorio norte de México, la práctica consular de Estados Unidos en nuestra ciudad se vio interrumpida, no fue sino hasta la década de 1860 cuando el doctor James Smith, estuvo como segundo cónsul en nuestra ciudad, cargo que ocupó por una década en el cargo, Smith llegó con el ejército invasor estadounidense y decidió quedarse en nuestra ciudad para siempre.
![Eduardo R. Laroche cónsul francés en Saltillo. $!Eduardo R. Laroche cónsul francés en Saltillo.](http://vanguardia.com.mx/binrepository/338x648/0c0/0d0/down-right/11604/MSGN/eduardo-r_1-11102547_20250208205002.jpg)
Con la llegada del ferrocarril a Saltillo, la ciudad se transformó en un punto de encuentro para el comercio y la inversión extranjera. El auge no solo trajo consigo mercancías y progreso, sino también una creciente presencia de empresarios y diplomáticos, atraídos por las oportunidades que ofrecía el norte de México. En 1897, John Woessner, descendiente de alemanes y nacido en Corpus Christi, Texas, asumió el cargo de tercer cónsul estadounidense en Saltillo.
Más que un simple funcionario diplomático, Woessner encarnaba el perfil del cónsul-empresario de su tiempo. Combinó sus responsabilidades oficiales con el lucrativo comercio de maderas, aunque su estancia en Saltillo resultó efímera. La fiebre del algodón, lo llevó a establecerse en Torreón. Allí continuó su labor consular mientras cimentaba su posición como prominente exportador del codiciado producto.
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Para el estadounidense Torreón resultó clave para su supervivencia durante los años turbulentos de la Revolución Mexicana, Woessner logró permanecer en la ciudad sin ser molestado, un privilegio reservado a pocos en medio del torbellino revolucionario.
A pesar de sus raíces texanas, nunca volvió a Corpus Christi. Tal vez la sombra de una tragedia familiar —el suicidio de su padre en circunstancias inciertas— pesó demasiado sobre su pasado. John Woessner falleció en 1921, y su tumba en Torreón es el testimonio de aquellos que hallan en tierras extranjeras un hogar definitivo.
En 1898, Charles Burr Towle fue designado cónsul en Saltillo, aunque poco se sabe sobre su gestión. Años más tarde, en 1905, Thomas N. Jeffries, un empresario vinculado a las compañías de Guillermo Purcell, asumió el cargo consular, combinando su labor diplomática con sus intereses comerciales.
En 1907 llegó a la ciudad Thomas Wilson Voetter, un diplomático de carrera. Su trayectoria lo llevó posteriormente a servir como cónsul en Guaymas, Sonora y en 1911, en Curazao, territorio de los Países Bajos. Ese mismo año, Victor L. Duhaime, procedente de Nuevo Hampshire, fue nombrado cónsul en Saltillo tras la renuncia del vicecónsul Horace L. Worcester.
En 1907 llegó a la ciudad John Reid Silliman, permaneció un año en el cargo de cónsul, posteriormente estuvo en el servicio consular hasta 1915.
![Lynn W. Franklin, cónsul 1928-1930. $!Lynn W. Franklin, cónsul 1928-1930.](http://vanguardia.com.mx/binrepository/524x648/0c0/0d0/down-right/11604/LKET/franklin-lynn-w-l_1-11102550_20250208205002.jpg)
FALLIDA MISIÓN DIPLOMÁTICA EN SALTILLO
En 1911, Philip Holland desempeñó un papel activo en el servicio consular estadounidense en Saltillo. Su labor tomó un giro trascendental cuando recibió instrucciones del embajador Henry Lane Wilson, conocido por su papel en la conspiración que llevó al golpe de Estado contra Francisco I. Madero.
En febrero de 1913, el cónsul estadounidense en Saltillo, Philip Holland, recibió órdenes directas del embajador Henry Lane Wilson, una figura oscura en la historia de las relaciones entre México y Estados Unidos, considerado por muchos como el artífice de la traición contra Madero. La instrucción era clara: entrevistarse con el gobernador de Coahuila, Venustiano Carranza, y persuadirlo para que reconociera el nuevo gobierno huertista.
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Lo que debía ser una simple misión diplomática terminó en un fracaso rotundo para Holland. Con su negativa, Carranza inició la lucha constitucionalista, movimiento que poco después se extendería por todo el país y cambiaría el curso de la Revolución Mexicana.
En 1919, Harold Playter prestó servicio en Saltillo como parte del cuerpo consular estadounidense. Años más tarde, su carrera diplomática lo llevó a desempeñarse como cónsul en las Islas Azores, Portugal, reforzando los lazos entre Estados Unidos y Europa.
Por su parte, Earl Wilbert Eaton, originario del condado de Crawford, Illinois, llegó a Saltillo en 1920 como vicecónsul. Ese mismo año, contrajo matrimonio en Bustamante, Nuevo León, con María Natividad Menchaca, viuda de José Francisco Naranjo, hijo del general Francisco Naranjo.
El matrimonio Eaton Menchaca fijó su residencia en Saltillo, en una casona ubicada en la calle de Múzquiz Poniente No. 27, donde en 1921 nació su hijo James Harvey Eaton. La trayectoria diplomática de Earl Wilbert Eaton continuó en ascenso y en 1925, la Secretaría de Relaciones Exteriores de México le otorgó la autorización para desempeñarse como vicecónsul de los Estados Unidos en Nuevo Laredo, Tamaulipas. Su servicio consular abarcó más de tres décadas.
Monnett Bain Davis, nacido el 13 de agosto de 1893 en Greencastle, Indiana. Durante la Primera Guerra Mundial, sirvió en la Fuerza Expedicionaria Estadounidense, participando en el conflicto global antes de iniciar su destacada carrera diplomática.
Ingresó al Servicio Exterior de los Estados Unidos y ocupó sus primeros cargos como cónsul en Port Elizabeth, Texas de 1921 a 1923 y luego en 1924 estuvo en Saltillo. Con el tiempo, su labor lo llevó a representar a su país en destinos clave como Estocolmo, Shanghái, Singapur y Buenos Aires.
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El 26 de diciembre de 1953, Davis falleció en la Embajada de Estados Unidos en Tel Aviv. Su legado diplomático fue honrado con su sepultura en el Cementerio Nacional de Arlington.
UN INICIO ESPAÑOL
Lynn W. Franklin, su carrera empezó en Barcelona, España, fue nombrado vicecónsul en Saltillo donde permaneció de 1928 a 1930, tiempo después, fue enviado a Amoy antiguo nombre en inglés de la ciudad de Xiamen, ubicada en la provincia de Fujian, China, otra actividad la tuvo en la isla de Curazao, Países Bajos.
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H. Claremont Moses, judío originario de Sumter, Carolina, estuvo como vicecónsul en Rosario, Argentina, en 1938 fue nombrado como el ultimo vicecónsul en Saltillo. Con el tiempo, la importancia del consulado de Estados Unidos en Saltillo comenzó a disminuir. La consolidación de relaciones diplomáticas a través de sedes más grandes y por la cercanía con Monterrey, redujo la necesidad de una representación en la ciudad. Así, el consulado cerró sus puertas, dejando atrás un legado de diplomacia, comercio y vigilancia política en una de las regiones más estratégicas de México.
En la actualidad, la relación entre México y Estados Unidos atraviesa un momento de alta complejidad. La reciente llegada del 47º presidente estadounidense ha impuesto un nuevo panorama, marcado por políticas agresivas que impactan el comercio, endurecen las dinámicas migratorias y avivan tensiones en un vínculo que, desde sus orígenes, ha sido difícil y accidentado.
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